Su nombre ya aparece entre los compositores del himno falangista 'Cara al sol', pero su gran aportación literaria se produce este mes, cuando se publica 'Madrid de corte a checa', novela de referencia sobre la Guerra Civil
"Soy conde. Soy gordo. Soy diplomático. Soy académico. ¿Cómo no voy a ser reaccionario?". Sus propias palabras hacen honor a la verdad, porque en unos años en los que la política va unida a cualquier expresión artística, Agustín de Foxá, al igual que tantos escritores, es también militante en activo en el bando nacional, en concreto, dentro de Falange. Y muestra de tal fusión de fuerzas es Madrid de corte a checa, la novela más representativa de la bibliografía de este diplomático y escritor de poesía, ensayo y teatro. Y no sólo es su obra más recordada, sino también una de las que más eco tiene entre las de la época, ya que supone un retrato en primera persona de la sociedad y los pensamientos que circulan por las calles en tiempos prebélicos y bélicos.
Conde de Foxá y marqués de Armendáriz, nace en Madrid en 1903 y crece en el seno de una familia tradicional y distinguida. En la capital estudia la carrera de Derecho al tiempo que se convierte en un ávido lector de la poesía del 27 y en un joven con intereses políticos que, de acuerdo con la educación que había recibido, se identifica con la monarquía y el más afilado conservadurismo. Su preocupación por la instauración de la Segunda República le acerca a los intelectuales que siguen los pasos de Primo de Rivera, fundador de Falange Española.
El comienzo de la Guerra Civil lleva a la familia Foxá a Salamanca, viaje que inspira a este joven instruido y convertido en diplomático a escribir Madrid de corte a checa. Es durante su estancia salmantina, sobre las mesas del café Novelty entre 1936 y 1937, donde se dedica a redactar las andanzas, casi autobiográficas, de José Félix Carrillo, un joven burgués de clase alta y descendiente de una familia monárquica que decide alejarse del Madrid revolucionario.
La nostalgia de tiempos pasados y la tendencia política pueden con el autor y, por defecto, con su personaje, que constantemente intenta encontrar las causas de la actual situación de España, que, según relata, está en manos de unos hombres, los republicanos, que "no podían sentir a España. [...] Eran unos reaccionarios del siglo XIX, cantonales y declamatorios, envidiosos y pedantes".
Dividida en tres partes, la novela repasa el Madrid monárquico, el frenlepopulista y el revolucionario. La primera parte, titulada Flores de Lis, es la que recibe mejores críticas, puesto que Foxá demuestra en ella sus cualidades literarias tocando lo mínimo el tema político. Virtud que olvida en las páginas que le siguen, en las que se pueden leer apreciaciones como la que hace sobre Manuel Azaña, que es para Foxá "un lírico del odio"; sobre Rafael Alberti, "un mal poeta, cantando al cemento, las turbinas, el canal de Kiev o al plan quinquenal"; o sobre los autores republicanos, llamándoos "tristes Homeros de una Iliada de derrotas".
A esta crítica a la República y a sus seguidores se suman otras tantas que, mezcladas con la historia de José Félix Carrillo, dan lugar a una novela de elevado tono político. Un ejemplo más es la referencia a los milicianos republicanos: "Llevaban una vida divertida. Por las mañanas tomaban el aperitivo en el Chicote. Así se comprobaba que no odiaban a los señoritos, sino que querían ser ellos los señoritos: en realidad no eran marxistas sino envidiosos».
La publicación en 1938 de Madrid de corte a checa genera un gran revuelo en la zona nacional y, con el paso de los años, su lectura ha despertado también odios y pasiones elevando a Foxá, por un lado, a la calidad de uno de los mejores escritores de la época y reduciéndolo por otro, a la altura de aprendiz. Tal vez la mejor apreciación sea la realizada por Trapiello: "Es una obra básica para :cola visión que la derecha se hizo de la Guerra durante muchos años".
Una visión que Foxá tenía bien aprendida. Entre otras cosas, porque su amistad con intelectuales de la derecha le lleva a unirse a Falange y a participar muy de cerca en sus actividades, tanto que figurará como uno de los autores del himno falangista Cara al sol.
Foxá es autor además del himno de la División Azul y del poema bélico escrito en 1937 Himno de la juventud o Canción de Flecha. Firma numerosos artículos en periódicos como ABC y revistas de la época como Jerarquía y Vértice. Su poesía bélica se recoge en El almendro y la espada. Poemas de paz y de guerra (1940). Y también ensaya sus dotes de dramaturgo con algunas obras de teatro poético. Aparece además como coautor de los versos y recuerdos en los libros Corona de sonetos en honor de José Antonio Primo de Rivera y Dolor y memoria de España en el segundo aniversario de la muerte de José Antonio, publicados en 1939. De esta profusa creación literaria -o de circunstancias políticas aún desconocidas- se deriva el nombramiento de Foxá como miembro de la Real Academia Española el 6 de diciembre de 1956.
Muerto Foxá y desaparecido Franco, salen a la luz sus Obras Completas (1976), las únicas editadas entre los autores de Falange, donde se incluyen sus Diarios íntimos (1976), "uno de los documentos más interesantes para conocer la España nacional de esos tres años de Guerra", en palabras de Trapiello.
Gracias a estos diarios se puede saber más sobre la vida profesional de Foxá como diplomático, faceta que comienza a ejercer una vez iniciada la contienda civil. El 29 de agosto de 1936 viaja a Bucarest como encargado de negocios tras firmar una adhesión formularia y colectiva al régimen republicano. Nunca llegará allí, aunque su amistad con el ministro de la España de Franco en Bucarest, Pedro de Prat y Soutzo, le valdrá de salvoconducto. Éste testificará al Gobierno de Madrid la presencia de Foxá en destino.
Sus distintos traslados diplomáticos le permitirán conocer Rumania, Bulgaria, Estambul, Atenas, Roma, Finlandia, Montevideo, Buenos Aires, La Habana o Manila. En noviembre de 1939 es nombrado jefe de Falange en Italia, donde permanece hasta 1941, año en el que Mussolini pide la expulsión del escritor ante las sospechas de que Foxá fuera un espía.
En 1947 recibe el cargo de consejero cultural en Buenos Aires. Desde allí se une a Leopoldo Panero, Antonio Zubiarre y Luis Rosales en un viaje por Hispanoamérica ofreciendo conferencias y recitales poéticos con gran trasfondo propagandístico para borrar cualquier recelo intelectual y político contra el régimen de Franco. Tres años después, en abril de 1950, es nombrado secretario de la embajada de España en La Habana, de donde regresará cinco años después por problemas de salud; su último trabajo será como ministro plenipotenciario en Manila (Filipinas) en 1958. De allí retornará, enfermo, a Madrid para morir el día 30 de junio de 1959.
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