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martes, 22 de enero de 2013

Sebastián Pozas Perea (1876-1946)

General fiel a la República, forja junto a Miaja la vanguardia del Ejército leal y, como responsable último del mando militar en Cataluña, intenta acabar con la pugna entre estalinistas y anarquistas en Barcelona


Este general de brigada, procedente del arma de Caballería, está al frente de la ofensiva hacia Zaragoza y es uno de los protagonistas más significativos de los enfrentamientos de mayo de 1937 en Barcelona. Bajo presión del PCE, Largo Caballero designa a Sebastián Pozas -ex jefe de la Guardia Civil y secretamente afiliado con los comunistas- para hacerse cargo del mando militar en Cataluña a la vez que ordena a su ministro de la Gobernación el envío inmediato de varios miles de guardias de asalto a la región para calmar la revuelta. Otra de las misiones que Pozas debe cumplir en Cataluña es la de controlar todos los servicios de Orden Público de la Generalitat como jefe de la Cuarta división orgánica, desplegada por todo el Frente de Aragón.

Para algunos autores, Sebastián Pozas es uno de los militares profesionales más capacitados del bando republicano durante toda la contienda. Estuvo a cargo de los ejércitos fieles al Gobierno en los principales frentes de batalla y fue el responsable de que gran parte de la Guardia Civil permaneciera junto a la República en los primeros momentos del alzamiento. Se trata, según afirma Jorge Martínez Reverte en La Batalla de Madrid, "de un nombre clave en la resistencia a la sublevación. A él se debe que la mitad del cuerpo permaneciera leal a la República. Pozas fue uno de los miles de españoles que vivieron situaciones desgarradoras. Su hermano menor, el teniente coronel de Infantería Gabriel Pozas, se unió a los sublevados el 17 de julio en Pamplona y fue ayudante del general Mola. Los dos hermanos están frente a frente en la sangrienta pugna por Madrid".

De joven tiene una participación muy activa en la Guerra de Marruecos, en la que logra varios ascensos por méritos de guerra y una medalla militar individual. En plena dictadura de Primo de Rivera asciende a general. En febrero de 1936 es nombrado Director General de la Guardia Civil y Franco, en aquellos momentos jefe del Estado Mayor Central del Ejército, ante la victoria del Frente Popular, se pone en contacto con él para que presione al jefe del Gobierno, Manuel Pórtela Valladares, y declare el estado de guerra. En los momentos previos e inmediatamente posteriores al golpe, la fidelidad de Pozas al Gobierno republicano tiene una considerable influencia en el fracaso de la sublevación en algunas ciudades de las más importantes como Barcelona, Madrid o Valencia. De su pluma sale la orden que conmina a sus tropas a que cumplan "con absoluta lealtad el precepto reglamentario de permanecer fieles a su deber por el honor de la Institución", y en la que se muestra acorde "con la distribución de armas entre los afiliados a los partidos políticos" durante los días del conflicto.

A pesar de que, según afirma Michael Alpert en El Ejército republicano en la Guerra Civil, "la mayoría de los generales no eran leales a la República, o más bien al Gobierno frentepopulista", forma junto a los generales Queipo de Llano, Martínez Monge, Gámir, Miaja, Cabrera y Bernal, la vanguardia de las tropas tricolores, aunque todos ellos superan con creces los 60 años de edad.

En aquellos primeros días del conflicto, los franquistas le atribuyen este telegrama (sin aportar pruebas) que supuestamente envía Pozas al primer jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Huelva: "Salga para Sevilla columna Guardia Civil, Asalto y Mineros. Sofoque rebeldía como sea. Incendien templos. Violen mujeres sinvergüenzas fascistas y destruyan la ciudad con dinamita".

Es nombrado ministro de Gobernación el 19 de julio de 1936, dentro del Gabinete que preside José Giral, pero retiene el mando sobre las tropas de la Guardia Civil, en cuyo funcionamiento introduce una serie de reformas, entre ellas el cambio de nombre, que pasa a ser el de Guardia Nacional Republicana, aunque algunos historiadores han valorado negativamente su actuación al frente de este departamento ministerial durante este periodo. Ante el avance de las tropas nacionales hacia Madrid, Pozas es designado jefe del Ejército del Centro, pero va distanciándose cada vez más del presidente del Gobierno, Largo Caballero, con quien se niega, junto a Miaja, a entrevistarse en Valencia alegando que la grave situación militar en la capital impide que abandonen sus puestos de combate.

El 30 de septiembre ordena la militarización de las milicias, y el 10 de octubre, Pozas dirige la creación de las seis primeras brigadas mixtas que entran en combate enseguida.

Mientras que el Gobierno republicano sale de Madrid y los franquistas alcanzan la línea Retamares-Carabanchel-Villaverde, una anécdota, recogida por el historiador Manuel Tuñón de Lara en su obra La Guerra Civil española 50 años después, pone de manifiesto el descontrol y la confusión que se vive en los frentes de batalla en aquellos instantes. Largo Caballero deja, antes de salir de Madrid, dos sobres lacrados con órdenes para sus generales Miaja y Pozas, pero las órdenes contenidas en la carta de Miaja son para Pozas y viceversa. A Pozas se le encomienda dirigir el repliegue de tropas, en caso de que la capital caiga, hacia Cuenca. A Miaja se le pide que la ciudad resista hasta las últimas consecuencias. Los asesores soviéticos no dejan de quejarse durante las operaciones por la descoordinación entre las columnas de Infantería de Pozas, al que consideran un inepto, y los carros de combate del coronel Krivoshein. Esa ausencia de entendimiento provoca varios desastres en el frente. Los franquistas destruyen varios tanques soviéticos y capturaron otros tantos blindados.

Pozas prepara la Batalla del Jarama, donde diseña la ofensiva republicana. El Estado Mayor del Centro, dirigido por el general Martínez Cabrera, planea un avance, que partiendo del sector del Jarama, debe cortar las comunicaciones del Ejército franquista entre Toledo y el Frente de Madrid. La operación a cargo de Sebastián Pozas se completaría con otra hacia Navalcarnero y Brunete dirigida por Miaja. Después, también participa en la Batalla de Guadalajara.

Cuando estalla en Barcelona el enfrentamiento de mayo de 1937, Pozas es nombrado jefe del Ejército del Este con sede en Barcelona. Por entonces ya es miembro del PCE. El Gobierno central le encomienda incautarse de todos los servicios de Orden Público de la Generalitat para terminar con las revueltas de los estalinistas y los anarquistas en la capital catalana.

En agosto de 1937 Pozas comanda la toma de Belchite, como general jefe del Ejército del Este, participando en la liquidación de las colectividades anarcosindicalistas y disolviendo el Consejo de Aragón. Pero su fracaso en la ofensiva global de Zaragoza y la ineficacia de la sangrienta Batalla de Teruel llevaron a Negrín a sustituirle.

En el ocaso de la contienda ocupa la comandancia militar de Girona y Figueres. Perdida ésta se exilia a México donde muere en 1946.

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