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martes, 8 de enero de 2013

José Solchaga Zala (1887-1953)

Tras liderar las tropas nacionales en el asalto a Bilbao, el veterano general navarro avanza sobre Asturias hasta llegar a Gijón. Después de la campaña del Norte, participa en el Frente de Aragón, entrando en Tarragona y Gerona

El 21 de octubre de 1937, el general Solchaga y el grueso de las Brigadas Navarras entran casi sin oposición por las calles de Gijón. Finaliza así la Campaña del Norte, todo ya en poder del bando rebelde. Como había profetizado Mola en enero de ese año, "la terminación de la guerra del Norte tendría la ventaja, además del efecto moral, de disponer de una masa de 100.000 hombres aptos para cualquier empresa y la de quedar libre toda la marina de guerra para el bloqueo del Mediterráneo. Se resolvería plenamente el problema del hierro, contaríamos con fábricas para material de guerra, carbón sobrante y gran fuente de divisas, que a su vez dejaría de recibir el enemigo".

José Solchaga Zala, coronel de Infantería, jefe del Regimiento de América 14, se suma a la sublevación castrense de julio en Pamplona. Pertenece a una familia de militares vinculada al carlismo, de profundas convicciones monárquicas y religiosas. Con 15 años ingresa en la Academia Militar, donde al cabo de tres alcanza el grado de teniente. En 1909, ya capitán, pide destino en Marruecos y participa en numerosas operaciones en Melilla y posteriormente en Larache y Tetuán. Como otros muchos oficiales, asciende a comandante gracias a sus logros en combate y continúa en África hasta 1914, cuando vuelve a la Península con tres cruces al mérito militar. Antes de cumplir 40 años es nombrado teniente coronel y destinado en San Sebastián.

En el año de la proclamación de la República es coronel de la guarnición de Pamplona. En octubre de 1934, cuando los obreros asturianos se levantan contra el Gobierno radical-cedista, es, junto a otros militares como el propio Franco, uno de los encargados de reprimir el movimiento revolucionario.

Inmediatamente después del alzamiento militar de julio de 1936, Solchaga organiza tres columnas y pone rumbo a Guipúzcoa. A las órdenes del general Mola hasta su fatal accidente en junio de 1937, Solchaga es su mano derecha en toda la Campaña del Norte y el mando principal en las operaciones en el Frente de Vizcaya durante el verano, ya al servicio del general Fidel Dávila, sustituto de Mola que comandará el Ejército del Norte hasta el final de la Guerra.

Durante los primeros días de la contienda, la Columna Solchaga avanza desde Pamplona hacia el oeste. Su primer movimiento consiste en enviar pequeños grupos de soldados para cerrar las vías de acceso a Navarra desde Álava. Estas fuerzas acaban conformando tres agrupaciones que, desde muy pronto, comienzan a ganar terreno para la sublevación. Con el nombramiento de Mola, en septiembre de 1936, como máximo dirigente del Frente Norte, Solchaga asume el control de las operaciones en Euskadi.

En agosto, las Brigadas Navarras descienden por el valle del Oria hasta San Sebastián, tomando Tolosa y Andoain. Gracias a los refuerzos de la Legión, Beorlegui, uno de los oficiales a su cargo, consigue entrar en Irún. La frontera queda cerrada al paso de milicianos, y el 25 de septiembre cae San Sebastián.

Mola decide entonces enviar a Beorlegui a Huesca, pero Solchaga no se detiene e inmediatamente dispone un plan de campaña para asaltar Vizcaya. Para ello cuenta con 45 compañías y tres baterías, divididas en tres columnas, al mando de los coroneles Alonso Vega, Los Arcos e Iruretagoyena. A sus órdenes también combate la Brigada Mixta Flechas Negras formada por soldados italianos y españoles.

Su misión consiste en adelantar el frente hasta la frontera provincial y desde allí iniciar el ataque. Pero el Ejército vasco se reorganiza y el 4 de octubre, poco después de la aprobación del Estatuto de Autonomía, hace retroceder a Solchaga hasta la otra orilla del río Deva.

Así queda estabilizado el Frente vasco, que no experimentará cambios hasta la primavera de 1937. La República estaba partida en dos, y Franco estaba más interesado en abrir nuevos frentes, intentar el abordaje a Madrid e iniciar las operaciones en Aragón.

Las campañas invernales de Madrid y Aragón serán lentas y de escaso éxito. El Ejército nacional necesitaba un golpe de efecto que devolviera la moral a sus tropas. Es por eso que, a principios de 1937, Franco vuelve a fijarse objetivos en el norte. En un informe del Estado Mayor, Mola explica la situación de las tropas republicanas que defienden Vizcaya y Santander. Según el escrito, están formadas "por naturales del país, muy flojos, que desean acabar con la Guerra cuanto antes. Aunque partidarios del nacionalismo vasco, su entusiasmo no es suficiente como para arriesgar su vida por él. Además, como tienen temor a las acciones de la izquierda, están deseando que lleguen las fuerzas rebeldes". Todo invita a pensar que la única resistencia que se dará en Euskadi será a las afueras de la capital vizcaína.

Pero el descontrol en el norte es mayor de lo que exponía el informe. Como recoge Javier Tusell en su Historia de España en el siglo XX, Largo Caballero, en un momento de indignación, llega a afirmar que "no hay Ejército del Norte; no hay más que milicias organizadas, mejor o peor, en Euskadi, Asturias o Santander". Hasta abril de 1937 no se empieza a ordenar el Ejército de acuerdo con los criterios que operan en el resto de la zona del Frente Popular. Su inferioridad era manifiesta.

Mola deja claro desde el principio que está dispuesto a arrasar el País Vasco desde el aire antes que cosechar una derrota. En marzo se inicia la ofensiva sobre Bilbao, dirigida desde el mismo cuartel general en Burgos. Corre a cargo de la 6ª División, que podía considerarse un cuerpo más del Ejército, tanto por el número de brigadas que la componían como por sus efectivos y medios. Está comandada por el general López Pinto, y se organiza en dos agrupaciones. Solchaga dirige una de ellas, la navarra, con cuartel en Vitoria, que manda a 28.000 hombres repartidos en cuatro brigadas.

Quizá es en este episodio de la Guerra donde Solchaga, ya general, tiene ocasión de lucir su técnica militar. Su posición en el Frente de Vizcaya comprende desde Peña Orduña, en el interior, hasta el Cantábrico, por Lekeitio y Ondarroa, lindando con la provincia de Guipúzcoa. Desde Bergara, la 1ª Brigada, con 5.410 hombres y liderada por el coronel García Valiño, cubre el frente hasta el macizo de Irutontorreta. Cayuela manda la 2ª Brigada, que suma 4.654 efectivos y tiene su cuartel en Deba, hasta el vértice de Urkarregi. En Arrasate, los 4.343 soldados de la 3ª Brigada llegan hasta el pueblo de Arlabán, y la 4ª Brigada del coronel Alonso Vega, compuesta por 9.927 hombres, se despliega hasta Peña Orduña.


Efectivamente, tras los demoledores bombardeos alemanes de abril sobre Guernica y Durango, los rebeldes encontrarán la mayor oposición del Ejército vasco en el cinturón de hierro de la capital vizcaína. Hechas prisioneras sus unidades en Santoña, pronto empiezan los fusilamientos, en los que Solchaga tiene un triste protagonismo. Cuenta el historiador Gabriel Jackson que en Alsasua, durante la marcha sobre Bilbao, "el cura párroco, un socialcatólico nombrado precisamente por sus conocidas simpatías hacia la clase obrera, se dirigió al general Solchaga en un esfuerzo para mejorar las condiciones de los condenados que había en la cárcel local. Tras pretender que no sabía nada de lo que el cura le decía, el general acabó la entrevista afirmando bruscamente que no se había fusilado a ninguno de los presos de esa cárcel, absolutamente a ninguno. Hombres como éste, y no los mozalbetes falangistas y los requetés, eran los responsables de las grandes matanzas que se desarrollaban detrás de las líneas nacionales".

Una vez caído Bilbao, Santander no tarda en ceder. En septiembre de 1937, camino de Asturias, Solchaga revive las operaciones de tres años antes en la zona, en compañía de Franco y Mola. Manda la agrupación oriental, compuesta por las cuatro divisiones de las Brigadas Navarras y un destacamento de las Brigadas de Castilla. Su labor consistía en avanzar desde la línea de separación de Cantabria con Asturias hacia el centro, por el sur de Picos de Europa. Pueblo a pueblo, avanzan por los valles asturianos, desde Campo de Caso a Colunga, Infiesto y la Sierra de Pandemules.

El 21 de octubre Solchaga y las agrupaciones navarras entran sin resistencia. Sólo algunos grupúsculos de milicianos se resisten en el interior. Entre el 22 y el 24 de octubre quedan dominados los centros vitales de la provincia. Asturias ha caído y con ella los últimos republicanos del Norte.

Apenas cuatro meses después, Solchaga y sus columnas navarras se preparan para combatir en el Frente de Aragón. Las Brigadas Navarras se encontrarán desde diciembre ante las líneas republicanas. Entre el 31 de diciembre y Año Nuevo, la 1ª Brigada Navarra, por primera vez en su corta pero cuajada historia, tiene que retroceder. "Las ametralladoras enemigas paralizan el avance", comenta el jefe de Artillería nacional.

El 24 de febrero de 1938, Franco expone ante sus generales la inminente ofensiva sobre Aragón trazada por el general Vigón. El mando supremo es encomendado a Fidel Dávila. El Ejército de Navarra, junto con el de Aragón de Moscardó, deberá avanzar por el flanco fronterizo, desde los Pirineos hacia el Ebro.

Entre el 29 y 30 de marzo, Solchaga y Moscardó cruzan el Cinca a la altura de Albalate y Chalamera. El 7 de abril, el cuerpo de Navarra guarda la frontera norte, penetra en Cataluña por el Valle de Arán y toma Tremp y Pobla de Segur. Como cuenta César Vidal en La Guerra de Franco: Historia militar de la Guerra Civil española, "se trataba de una conquista importante, pues allí estaban las instalaciones hidroeléctricas que suministraban electricidad a Barcelona y a sus industrias". Al norte del eje principal, seguido por las fuerzas de Solchaga, quedan embolsadas en algunos valles -Cínca, Ensera, Noguera Ribagorgana, Flaminsell y Noguera Pallaresa- varias unidades republicanas, sobre las cuales el cuerpo de Ejército de Navarra irá realizando diversas operaciones de limpieza, cuya única finalidad es vaciar la zona de fuerzas enemigas o impulsarlas a pasar a Francia. El Frente del Ebro se estabiliza hasta casi el verano. En junio, Solchaga avanza hacia el sur por la provincia de Teruel siguiendo la línea férrea Valdecuenca-Villel-Camarena-Manzanera. El 13 de julio se produce una ruptura en el frente por Carrión y el 20, dos días después de que Franco sea elevado al rango de capitán general del Ejército y la Armada por el Gobierno de Burgos, Solchaga llega hasta la Sierra de Espadán, cerrando la bolsa de Mora de Rubielos.

Tras el Pacto de Múnich y la derrota republicana en el Ebro se despeja cualquier duda sobre el triunfo final del Ejército de Franco. Ahora interesaba una victoria breve que impidiera a sus adversarios una reagrupación. Se decide entonces una ocupación rápida de Cataluña. Burgos rechaza la propuesta de tregua navideña de los republicanos y la ofensiva da comienzo el 23 de diciembre. Dávila dirige el Ejército del Norte, formado por las divisiones de Muñoz Grandes, García Valiño, Moscardó, Gambara, Yagüe y Solchaga.


El militar navarro sitúa sus tropas al sur de Lérida, avanza hacia Borjas Blancas y Pobla de Granadilla. Tras conquistar Montblanch, el 14 de de enero llega a Valls, a una jornada de Tarragona. Un día después, Yagüe y Solchaga entran mano a mano en la ciudad.

No habrá tregua en su camino hacia Barcelona. El 24 de enero, las tropas de Franco cruzan el Llobregat por diferentes puntos. Solchaga, que avanzaba por el frente del mar junto a los marroquíes de Yagüe, lo hace por Martorell con la intención de atacar la ciudad por el Vallés Occidental, Rubí y San Cugat del Vallés, de tal manera que, desde allí, pudiera llegar hasta Can Ruis, Vallvidrera y el Tibidabo. No encuentra resistencia. Al cabo de una semana, Solchaga alcanza Gerona y García Valiño entra en Olot días después, empujando palmo a palmo a la República hacia Port Bou.

Con Cataluña en manos de Franco, todas las tropas se trasladan a las inmediaciones de Madrid. En marzo de 1939, en Toledo, Solchaga avanza hasta Ocaña camino de la capital, donde no tendrá excesivo protagonismo.

Solchaga termina la Guerra con el grado de general de división. Siendo ya teniente general, será uno de los firmantes de la carta de septiembre de 1943 en la que se pide a Franco la restauración de la Monarquía, algo que ya había hecho un reducido grupo de procuradores en las Cortes, encabezados por el duque de Alba. "Parece llegada la ocasión de no demorar más aquellos modos de Gobierno puramente españoles que hicieron la grandeza de nuestra patria, de los que se desvió para imitar las modas extranjeras...". Franco no contesta la misiva, pero aprovecha diversas reuniones personales con cada uno de los generales para decirles que aún es demasiado pronto pero que está en ello para el futuro. Solchaga será capitán general de Valladolid y de Barcelona en 1945. Cuatro años después pasa a la reserva hasta su muerte en 1953.

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