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viernes, 9 de diciembre de 2022

Areliza y Martínez-Rodas, José María de (1909-1998)

Ingeniero y abogado bilbaíno, nacido en Portugalete en 1909, tras realizar el bachillerato en el Instituto de Vizcaya, título que obtiene en 1924, emprende la carrera de medicina en la universidad madrileña de San Carlos, que abandona en el primer curso para pasar a simultanear los estudios de ingeniería industrial en la Escuela de Bilbao y los de derecho en la Universidad de Salamanca. En Salamanca conoce a Miguel de Unamuno, amigo de la infancia de su padre.

Terminados los estudios, inició su actividad política en la denominada Juventud Monárquica a través de colaboraciones, bajo pseudónimo, en el periódico El Nervión. Con la fundación de de Renovación Española, de filiación monárquica, inicia sus primeros pasos en política siendo el presidente de éste en Vizcaya, y en las elecciones de noviembre de 1933 es candidato del bloque derechas por la circunscripción de Vizcaya, compartiendo candidatura con el tradicionalista Marcelino Oreja Elósegui, pero no fue elegido. Su relación personal con José Antonio Primo de Rivera y Ramiro Ledesma Ramos contribuyó a la fusión de las dos ramas del fascismo español, Falange Española y las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista en 1934.

En las elecciones de febrero de 1936, Areilza formó parte por Renovación Española de la candidatura de Unión de Derechas para el distrito de Bilbao. Le acompañaron en la misma Miguel Goldaracena, de Acción Popular, José María Juaristi, tradicionalista de Unión Vascongada, y Joaquín Adán, independiente. La Unión de Derechas no alcanzó representación, pero Areilza reunió casi 30 000 votos.
En los meses anteriores al inicio de la Guerra Civil mantuvo una alta actividad en ayuda de la conspiración para el golpe de Estado. De febrero a julio de 1936, se desplaza a Pamplona para obtener información directa del general Mola, organizador de la sublevación, y en adelante actuará como su enlace en Bilbao. Además mantuvo informados de las conversaciones a sectores implicados en la conspiración en Madrid, entre otros a Valentín Galarza y Jorge Vigón, representantes de Unión Militar Española. 

El Alzamiento del 18 de julio de 1936 le sorprendió en Bilbao, donde fracasó debido a la falta de apoyos. Después de trasladarse a una zona rural, donde permaneció bajo la protección de un joven nacionalista vasco, Areilza y otros refugiados se las arreglaron para atravesar las líneas y alcanzar la zona nacional. Tendría ocasión de regresar a Bilbao menos de un año después, en junio de 1937, recién liberada la villa, haciéndolo nada menos que investido con la magistratura de alcalde. En los ocho meses (21-6-1937/24-2-1938) que estuvo al frente del Ayuntamiento de Bilbao cumplió diligentemente la tarea que le habían asignado las autoridades de Burgos y Salamanca y de ello dio claras muestras de haberse identificado plenamente con el naciente franquismo («La espada invicta de su esposo —decía por aquel entonces en un discurso pronunciado ante la esposa del general Franco—, caudillo nuestro y padre de la patria... nos ha traído en la punta de la bayoneta de sus soldados la fe de Cristo que unos miserables y falsos profetas querían arrancar»), declarándose ferviente admirador de los regímenes fascistas («Señor representante del Imperio Alemán —así saludaba al embajador de Alemania, según la Gaceta del Norte—: Hitler, vuestro caudillo, ha sabido conciliar los anhelos de reivindicación de los trabajadores con el interés nacional de todo el pueblo alemán... Frente al triángulo de la democracia parlamentaria, el liberalismo económico y el socialismo marxista, se opone este triángulo que forman Roma, Berlín y Lisboa, en cuyo centro equidistante se sitúa la Falange Tradicionalista, construyendo su Estado sobre la sustancia de nuestra tradición nacional y sobre los vértices de la patria, del pan y la justicia, que nos devuelven la libertad y grandeza necesarias para cumplir nuestro destino en la Historia. Termino: ¡Viva la Alemania de Hitler! ¡Viva la Italia de Mussolini! ¡Viva el Portugal de Salazar!»).

Una vez deja la alcaldía participa en la constitución del nuevo régimen y el Movimiento Nacional. En enero de 1938 es nombrado delegado nacional con objeto de la celebración del primer congreso de la FET y de las JONS en Bilbao. Es nombrado jefe del servicio nacional de Enseñanza Profesional y Técnica, funciones que desempeña un mes escaso dada su designación como jefe del servicio nacional de Industria (2-3-1938).

Al terminar la contienda se alineó en el monarquismo más recalcitrante, no obstante lo cual siguió desempeñando cargos de especial relevancia en los distintos gobiernos del general Franco. Por decreto de 25 de octubre de 1939 el consejero nacional José María Areliza es nombrado miembro de la Junta Política de FET y de las JONS. Procurador en Cortes por su condición de Consejero Nacional del Movimiento por designación directa del jefe del Estado durante la II Legislatura de las Cortes Españolas (1946-1949),​ repitió ambos cargos en la III Legislatura de las Cortes Españolas (1949-1952), IV Legislatura de las Cortes Españolas (1952-1955), y V Legislatura de las Cortes Españolas (1955-1958). Será designado vocal de la comisión permanente del Consejo Nacional de Economía (1940) y representante de los sindicatos en el consejo de administración de la Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles, función esta última que desempeña hasta su cese el 24 de julio de 1942. Por estas fechas, en el ámbito profesional y de la administración provincial José María Areilza es vocal del consejo de El Correo Español-El Pueblo Vasco (1939), consejero de Nitratos de Castilla, y miembro de la comisión organizadora de la Feria de Muestras de Bilbao (1941). Reorganiza, la extinguida Junta de Cultura Vasca, presidiendo la primera Junta de Cultura de Vizcaya, creada por la Diputación provincial ese mismo año 1942.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el acendrado monarquismo Areilza, conjugado, como se ha visto con un fervoroso falangismo, le llevó a unirse en esta época a la conspiración monárquica que perseguía
derribar a Franco, mediante una intervención aliada, y restaurar la monarquía en la persona de Don Juan de Borbón. Algunos de los conspiradores, como Eugenio Vegas Latapié, llegaron a plantear que fuese el general Agustín Muñoz Grandes, quien a la sazón contaba con el favor de Hitler, el que encabezase el golpe de Estado y restaurar la monarquía tradicional, católica, social y representativa.

Areilza entabló conversaciones diplomáticas con las embajadas de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia en Madrid a fin de valorar los apoyos a dicha intervención. Sin embargo, en 1943 Areilza concluyó que, dado el regreso de Madrid a la política de neutralidad en la guerra, las garantías de no injerencia en los asuntos internos de España ofrecidas por Washington y Londres a Franco y el escaso número de monárquicos convencidos, el derrocamiento de Franco era inviable.

Más tarde desempeño el cargo de embajador en Argentina (1947-1951), en Estados Unidos (1954-1960) y en París (1960-1964), el de Secretario general del Consejo Privado del pretendiente al trono Juan de Borbón, Ministro de Asuntos Exteriores en el Gobierno de Arias Navarro (13 de diciembre de 1975 a julio de 1976) en la Monarquía de Juan Carlos I y participó en la fundación de UCD.

Fue un articulista prolífico y un conferenciante muy solicitado en los círculos sociales y culturales. Entre sus libros, Reivindicaciones de España, escrito en colaboración con Fernando María Castiella (1941), Embajadores sobre España (1947), Así los he visto (1974), Diario de un ministro de la monarquía (1977), Cuadernos de la transición (1983), La Europa que queremos (Premio Espasa de Ensayo 1986), con ocasión de la entrada de España en la Unión Europea, y sus memorias, tituladas A lo largo del siglo, 1909-1991 (1992). Colaboró en la revista Acción Española.

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