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martes, 7 de octubre de 2014

El camarada Raimundo Fernández Cuesta habla ante el cadáver de Gacía Morato

Pronto se verificó la desinfección del que fue teatro de tantas monstruosidades como fueron cometidas en el Palacio de Bellas Artes durante el dominio rojo. Ironía de las cosas. Todo, en ésta gran desgracia nacional de la muerte de García Morato es paradógico, todo se desarrolla con caracteres trágicamente irónicos. En el lugar que fue Cheka hoy yacían los restos de nuestra primera gloria del aire. Aquel que se jugó la vida en mil días trescientas mil veces, luchando contra el enemigo viene a caer para siempre en jornada de paz. Morato, que nunca sufrió accidente en el aire y siempre dominó su caballo de acero, remontándose al más alto de los planos atmosféricos., descendiendo a pocos palmos de la tierra, viene a estrellarse contra el suelo ante las mira das atónitas de sus subordinados, que se restregan los ojos no queriendo creer lo que ellos con templaban, que era sumamente alto imposible, y en su corazón algo insoportable. Ironía del destino. A media mañana, cuando las condiciones atmosféricas eran menos propicias Morato con su escuadrilla, voló sobre Madrid rozando los tejados, no midiendo el peligro, porque se sabía con fuerza para sortearlo, y a mediodía, cuando, ya en el campo carecía de objeto su estancia en el aire, eocontró la sorpresa de la fuerza bruta, el incidente imprevisible de un pistón que falla, un contacto que sé rompe, una palanca que no funciona a tiempo, y de allí pasó a los píes de Jesús crucificado, envuelto en la bandera de España, y en el banderín dé su escuadrilla heroica. 

Le veló tarde, noche y mañana impasible guardia de corte sus oficiales, los que por supremo honor en la vida tendrán siempre el haber sido mandados por el héroe que en el aire alcanzó la máxima gloria. Dos monjitas ponían con la albura de sus tocas la nota de luz que rompía él tono tétrico del cuadro. La maravilla del acero duerme, tranquilo, contrastando la palidez de su rostro con los vivos colores de los ramos; las monumentales coronas y las flores con que el pueblo que desfiló ante él le ha homenajeado. Hay en la frente del héroe algo simbólico. Una banda roja se destaca: un hilillo de sangre.

Mediada la mañana, un Prelado reza un responso. Luego desfilaron ante su cadáver los camaradas de la Legión Cóndor, híeráticos, pero con la emoción del dolor en los ojos. Y más tarde los aviadores legionarios, con flores de honor para el Caído, el Gobierno, representado por sus ministros Fernández Cuesta y Sainz Roedriguez. La.representación de Madrid con el Alcaide, luego con toda la oficialidad de la armada aérea que reencuentra en Madrid, con Kíndelán y Moreu, Abella y Galarza, Pepe Ribas, el que todos y el héroe llamábamos Satanás no puede contener sus sollozos. Sus amigos íntimos lloran en un rincón. Tocan su marcha las taimas de los Regulares Marroquíes. 

— Presenten, ¡Armas!

 Diez cachorros del león le llevan a hombros, sus piernas tiemblan, porque dentro del pecho se rompe su corazón -que nunca tembló- ante el enemigo y ahora son casi exhombres, traspasados de dolor al saber muerto al maestro amado. La voz de Raimundo Fernández Cuesta se alza solemne, vibrante: 

«En el cuerpo sangriento de la Patria queda abierta una nueva herida" que nos hace estremecernos de dolor. Las alas victoriosas de nuestra Aviación han perdido el más glorioso dé sus conductores. ¡Joaquín García Morato ya no existe!  Te fuiste para siempre, tú victorioso en cien combates, luchando contra los enemigos de la Patria, saliendo a su encuentro con valentía y con arrojo, sin flaquear nunca. Todo el cielo de España ha sido escenario de tus prodigiosas hazañas, tan prodigiosas que parecía, imposible tengamos delante de nosotros tu cuerpo roto y maltrecho. Es quizá para esto porfío que Dios te protegió durante la guerra y ha querido llevarte a su lado una vez terminada. Ante tu cadáver, con la frente inclinada por la pesadumbre del dolor, te expreso en nombre del Caudillo de España, de quien eras uno de sus mejores colaboradores, el homenaje de admiración y gratitud. Te traigo también la gratitud de España entera, reconocida por tus innumerables servicios, y él dolor de la Falange Española Tradicionalista y de las Jons como Consejero Nacional, cuyo Consejo Nacional tenía el orgullo de. contarte entre sus miembros. Caballero del aire, Caballero sin tacha y sin reproche, bravo entre los bravos, bueno entre los buenos, modesto y abnegado. ¡Camarada Joaquín García Morato! Por siempre y para, siempre: ¡Presente!

Y fue un rugido la respuesta ¡Presente! Por España luchaste y por España; supiste ser héroe, exclamó el que representaba al Caudillo. Píensen todos, sientan todos y se serenen los pechos y no irrumpan las lágrimas de dentro de los parpados y se aprieten los labios con coraje para ahogar suspiros de, condolencia. Y con el gesto rudo, forzado, erguida la frente, solemne la apostura, desfilan todos por última, vez ante él. Y todos le envidian porque vivió y murió por España. 

Camino de Málaga va su cuerpo. Camino del cielo su espíritu para gozar ahora en aquella otra gloria con que también soñó porqué era ejemplo, de virtudes cristianas, y su alma partirá en raudo vuelo y desde el cielo de España debe sonreír satisfecho porqué los legaba las enseñanzas de su ejemplo. ¡Qué bien sabrá volar desde hoy como un ángel en el lugar de los elegídos!

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