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jueves, 24 de febrero de 2011

De la muerte del teniente de Asalto don José Castillo

Noticias oficiales 

MADRID. — El subsecretario de Gobernación recibió a última hora de la noche del domingo a los. periodistas, a quienes dío cuenta del suceso ocurrido en la calle de Augusto Figueroa,  entre las de Hortaleza y Fuencarral. 

El subsecretario manifestó que a las diez y cinco, en la calle de Augusto  Figueroa, donde vivía el teniente de Asalto don José del Castillo, perteneciente al segundo grupo, que tiene su alojamiento en el cuartel de Pontejos, esperaba un grupo, al parecer de cuatro individuos. A esa hora el señor Castillo salió de su domicilio para tomar el servicio, que empezaba a prestar a las diez. 

Un testigo ha declarado que pudo escuchar cómo uno de los cuatro individuos dijo: «Ese, ése es», señalando al teniente Castillo. Al acabar de oír esto cayó al suelo, a efectos de un fuerte empujón, y simultáneamente sonaron varios disparos, se repuso rápidamente este testigo, al tiempo de recibir al señor Castillo al desplomarse. 

Ayudado por otro vecino de la misma calle trasladaron al señor Castillo a un automóvil y se dirigieron al Equipo Quirúrgico. 

El teniente falleció en el camino. 

Añadió el subsecretario que se habían practicado algunas detenciones. 

En el Equipo Quirúrgico 

A las diez aproximadamente de la noche fue conducido al Equipo Quirúrgico, en un automóvil, el cadáver del teniente de Asalto don José del Castillo. Asimismo fueron conducidos a dicho centro los señores Fernán 
Cruz, testigo presencial del suceso, que también resultó herido a causa de una caída, y don Félix Terán. 

Inmediatamente los facultativos de guardia reconocieron a la víctima, a la que apreciaron una herida de arma de fuego, con orificio de entrada por la cara posterior del brazo izquierdo, con fractura conminuta del húmero y otra, también de arma de fuego, en la región precordial, con entrada por el quinto espacio intercostal y sin orificio de salida-, mortal de necesidad. 

Antes de que los médicos hubieran terminado el reconocimiento del cadáver, hicieron acto de presencia , en el Equipo Quirúrgico el director general de Seguridad, señor Alonso Mallol; el coronel Sánchez Plaza, jefe de las fuerzas de Asalto, varios jefes y oficiales compañeros de la víctima, el comisario don Antonio Lino y gran número de agentes de Policía, quienes inquirieron la forma en que se había realizado el suceso. 

Mas heridos 

Los médicos atendieron también al señor Fernán Cruz, quien, como decimos antes, resultó herido a consecuencia de una caída que sufrió al oir las primeras detonaciones, presentaba una lesión de pronóstico reservado en el brazo y una extensa excitación nerviosa. 

Cuando los facultativos terminaban la curación del indicado lesionado, llegó en una ambulancia el joven de 18 años José Luis Alvarez, habitante en la calle de Malasaña, número 29 y dependiente de una farmacia, el cual fue alcanzado por uno de los disparos hechos por los agresores del señor Castillo y presentaba una herida de arma de fuego en la cara posterior del musió izquierdo;- con fractura conminuta del fémur, sin orificio de salida. El estado de este herido es grave. 

Lo que dice un testigo presencial del suceso 

El señor Fernán Cruz, hizo un extenso y detallado relato del suceso tal como él lo había visto, ya que en 
él tomó parte involuntariamente. 

Serían las nueve de la noche— dice el señor Fernán Cruz— cuando subí en la glorieta de Quevedo al tranvía de la línea número 18, que por cierto, tardó bastante en llegar a la esquina de las calles de Augusto Figueroa y Fuencarral, en cuyo sitio hube de apearme. 

Al pasar junto a la capilla que allí existe me descubrí y me quedé mirando fijamente a un viejo, cuya actitud me extrañó, pues haciendo unos gestos grotescos estaba santiguándose arrodillado ante la ermita. 

En aquel instante, al entrar en la calle de Augusto Figueroa, volviendo la esquina de la capilla, vi venir hacia mí a un teniente de Asalto que dejaba la acera de enfrente, sin duda para entrar en la calle de Fuencarral, por la opuesta. No habría llegado al centro de la calle cuando, tras él, irrumpieron cuatro o cinco, individuos—no puedo determinaa el número exactamente — , a uno d e los cuales le oí gritar: 

«Ese es, ése es; tírale». 

Acto continuo se produjo, un terrible tiroteo, cuyas balas alcanzaron al oficial de Asalto que, dando traspiés, vino a caer sobre mi cuerpo, derribándome en tierra, lo que me produjo una lesión en el codo que acaba de serme curada por los médicos de este establecimiento. 

Intenté levantarme, lo que conseguí difícilmente, y al notar que había perdido las gafas, las busqué, encontrando unas junto al cadáver. Al fijármelas ante los ojos observé que no veía, lo que atribuí a mi estado de mareo y nerviosidad causado por el horror que me produjo el suceso. Instantes después, un individuo me entregaba unas gafas que eran las mías y entonces comprendí por qué se me nublaba la vista. 

En aquel momento se me acercó un joven, don Félix Terán, y con su ayuda colocamos el .cuerpo de la víctima en un automóvil, que a la sazón pasaba por aquel sitio, y le trajimos al Equipo Quirúrgico. 

Se traslado el cadáver a la Dirección de Seguridad 

A las once y cuarto de la noche, por disposición del director general de Seguridad, fue llevado a la Dirección el cadáver del desventurado oficial en una ambulancia. 

El cadáver fue depositado en el despacho del teniente coronel de las fuerzas de Asalto, mientras se ultimaba 
la instalación de la capilla ardiente en el salón rojo. Terminada ésta, el cadáver fue encerrado en una caja de caoba y expuesto en dicho salón. 

En la Dirección de Seguridad, se congregaron rápidamente la viuda del señor Castillo, los hermanos del mismo y sus padres políticos. En el despacho del teniente coronel le fue puesta al cadáver la guerrera, de que había sido despojado en el Equipo Quirúrgico. 

Una vez amortajado y puesto en el túmulo, la viuda y demás familiares, acompañados del señor Alonso Mallol, pasaron a ver el cadáver. La escena fue hondamente dramática. El teniente Castillo había contraído matrimonio hace un mes. 

En la capilla ardiente, se montó una guardia de miembros de los Cuerpos de Asalto y Seguridad. Sobre la caja de caoba se depositaron flores y banderas. 

Esta mañana desfilaron por la Dirección General de Seguridad muchas mujeres, obreros, marinos, soldados 
y jefes y oficiales de la Guardia civil y del Ejército. 

También estuvieron en la Direcrción General de Seguridad numerosos soldados que habían servido a las órdenes del teniente Castillo en el Ejército. 

Durante la tarde la aglomeración de gente, compuesta en su mayoría por clase obrera, que acude a la Dirección de Seguridad para desfilar ante el cadáver del teniente Castillo, ha sido enorme. Estacionadas frente al edificio de la Dirección había, a las seis de la tarde, unas cuatro mil personas. 

La Tarde : diario de izquierdas Año IV Número 669 - 1936 julio 14

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