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domingo, 21 de diciembre de 2025

Bing, Geoffrey (1909-1977): un abogado británico en la Guerra Civil Española

Geoffrey Bing fue un abogado y político laborista británico cuya participación en la Guerra Civil Española marcó profundamente su carrera y pensamiento político. Como corresponsal y voluntario en las Brigadas Internacionales, su compromiso con la causa republicana lo convirtió en una figura significativa de la solidaridad internacional antifascista, forjando una trayectoria que luego continuaría en el ámbito del derecho y la política en el Reino Unido y África.


Orígenes y formación académica

Geoffrey Henry Cecil Bing nació en Belfast el 24 de julio de 1909, en el seno de una familia protestante de clase media acomodada. Su padre era un abogado destacado, lo que influyó en su elección profesional. Cursó estudios en el Tonbridge School y poster ormente en el Lincoln College de la Universidad de Oxford, donde se graduó en Historia Moderna

En Oxford desarrolló un profundo interés por la política de izquierdas y fue presidente de la Oxford Union, una prestigiosa sociedad de debate universitario. Completó su formación como abogado, siendo llamado a la barra (barrister) en 1934.

Su papel en la Guerra Civil Española (1936-1939)

El estallido de la Guerra Civil Española en julio de 1936 fue un punto de inflexión para Bing, como para muchos intelectuales de su generación.

  • Corresponsal y observador: Bing viajó a España en 1936 como corresponsal de prensa para el News Chronicle, un periódico británico liberal.  Aunque sus labores exactas varían en las fuentes, se desempeñó en funciones de apoyo, posiblemente como conductor de ambulancia o en tareas logísticas, contribuyendo al esfuerzo republican0.

Carrera política y legal posterior

Tras la guerra, Bing centró su carrera en la política y el derecho, siempre desde una postura de izquierdas:

  • Política en el Reino Unido: Se afilió al Partido Laborista y fue elegido Miembro del Parlamento (MP) por el distrito de Hornchurch en 1945, formando parte de la gran mayoría laborista de Clement Attlee.

Su paso por el parlamento duró hasta 1955. Tras la independencia en 1957, Bing se nacionalizó ghanés y sirvió como Procurador General (Attorney-General) de Ghana bajo el gobierno de Nkrumah. Jugó un papel crucial en la redacción de la constitución del nuevo país y en la formación de su sistema legal. Regresó al Reino Unido, donde continuó ejerciendo la abogacía hasta su muerte el 24 de abril de 1977.

Legado y conclusión

Geoffrey Bing representa la figura del intelectual comprometido que traslada sus ideales a la acción directa. Su participación en la Guerra Civil Española no fue un episodio aislado, sino la base de un compromiso de por vida con la justicia social y la lucha contra la opresión, que luego aplicó en el parlamento británico y en el nacimiento de una nación africana.

Su vida ilustra cómo un conflicto como el español resonó a nivel global, galvanizando a individuos cuya posterior contribución política y legal dejaría una huella en distintos rincones del mundo. Su legado es el de un puente entre las luchas antifascistas europeas de los años 30 y los movimientos anticoloniales de mediados del siglo XX.


sábado, 20 de diciembre de 2025

Bilbao Eguía, Esteban de (1879-1970): Tradicionalismo y poder en el Franquismo

Esteban de Bilbao Eguía (1879-1970) fue un político español clave, cuya trayectoria desde el carlismo hasta la cúspide del régimen de Franco lo sitúa como una figura esencial para entender la construcción del Estado franquista y el papel de la Guerra Civil Española en su ascenso. Ministro de Justicia y durante más de dos décadas Presidente de las Cortes, su pensamiento jurídico y político, anclado en el tradicionalismo católico, dejó una profunda huella en la España de la posguerra.


Orígenes y formación: La raíz carlista

Nacido en Bilbao en 1879, Esteban de Bilbao Eguía se forjó en el seno del tradicionalismo carlista desde muy joven. A los 23 años ya estaba afiliado al partido, considerándose discípulo del intelectual Juan Vázquez de Mella. Esta ideología, basada en la defensa de la monarquía tradicional, el catolicismo y los fueros, marcó para siempre su visión del mundo y de la política.

Su formación fue sólida: se licenció en Derecho y en Filosofía y Letras, doctorándose después en Derecho. Combinó pronto su actividad política con la intelectual, participando activamente en la Sociedad de Estudios Vascos, donde abogó por los estudios sociales, y colaborando con diversos periódicos tradicionalistas como El Pensamiento Navarro o El Correo Español.

Trayectoria política antes de la Guerra Civil

Su carrera pública comenzó como concejal en Bilbao en 1904, aunque fue breve. Pronto saltó a la política nacional, siendo elegido diputado en varias ocasiones entre 1916 y 1920 por distritos de Guipúzcoa y Navarra, siempre bajo la bandera jaimista (una facción carlista). Su colaboración con la dictadura de Primo de Rivera, como presidente de la Diputación de Vizcaya (1926-1930), le valió la expulsión de los jaimistas, un primer indicio de su pragmatismo político.

Con la llegada de la Segunda República, se erigió en un líder destacado de la Comunión Tradicionalista y un enemigo frontal del nuevo régimen. Su oposición fue más allá de lo parlamentario: estuvo implicado en el intento de golpe de Estado del general Sanjurjo en 1932 y en conspiraciones posteriores, lo que le valió ser confinado por el gobierno republicano. Esta actografía de rebeldía anticonstitucional prefigura su papel en el conflicto que se avecinaba.

La Guerra Civil: del cautiverio al poder

Al estallar la Guerra Civil Española en julio de 1936, Bilbao Eguía se encontraba en Bilbao, territorio leal a la República. Fue detenido y recluido en el barco-prisión "Altuna Mendi". Su liberación llegó el 25 de septiembre de 1936, gracias a un canje por el dirigente nacionalista Ernesto Ercoreca, gestionado por la Cruz Roja. Una vez en la zona sublevada, se integró sin reservas en la junta política de FET y de las JONS, el partido único que Franco estaba forjando, unificando a carlistas, falangistas y otros derechistas.

Este paso fue crucial: significó la adhesión de un histórico líder carlista al proyecto franquista, aportando legitimidad tradicionalista al régimen de Franco. Su lealtad fue rápidamente recompensada con responsabilidades de primer nivel.

Ministro de Justicia: la forja del Nuevo Estado (1939-1943)

El 9 de agosto de 1939, apenas terminada la guerra, Francisco Franco lo nombró Ministro de Justicia. En este cargo, que ocupó hasta 1943, a Bilbao Eguía le correspondió la ingente tarea de desmantelar el ordenamiento jurídico republicano y sentar las bases legales del Nuevo Estado.

Su gestión estuvo guiada por los principios nacionalcatólicos y tradicionalistas: la confesionalidad católica del Estado, la defensa de la propiedad y la familia, y la represión de toda disidencia. Desde su ministerio se impulsó la dura represión legal contra los vencidos y se comenzó a moldear un sistema judicial afín a los valores del régimen, trabajo fundacional para la larga dictadura.

Presidente de las Cortes Franquistas: la institucionalización (1943-1965)

En 1943, Franco lo designó Presidente de las Cortes Españolas, una cámara no electiva y puramente consultiva, pero símbolo de la institucionalización del régimen. Ocupó este cargo durante 22 años, hasta 1965, siendo también presidente del Consejo del Reino (el alto órgano consultivo para los nombramientos más importantes).

Desde este puesto de enorme prestigio y influencia, Bilbao Eguía presidió la elaboración y promulgación de leyes fundamentales como el Fuero de los Españoles (1945) o la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado (1947). Su discurso político, centrado en la "idea de orden" y la persona como sujeto del Derecho, impregnó la retórica oficial. Tal fue su lealtad que, en octubre de 1949, ejerció interinamente la Jefatura del Estado como presidente del Consejo de Regencia durante un viaje de Franco a Portugal.

Legado y muerte

Esteban de Bilbao Eguía falleció en Durango (Vizcaya) el 23 de septiembre de 1970, a los 91 años. Había recibido honores como el marquesado de Bilbao Eguía, ser hijo predilecto de Bilbao y miembro de las Reales Academias de Jurisprudencia y de Ciencias Morales y Políticas.

Su figura encarna la simbiosis entre el tradicionalismo carlista histórico y el franquismo triunfante. Fue un puente ideológico esencial que ayudó a dotar al régimen de Franco de un andamiaje doctrinal y jurídico conservador y católico. Su larga presencia en las más altas instituciones lo convierte en un testigo y arquitecto clave de la España franquista, desde su violento origen en la Guerra Civil hasta su fase de consolidación y declive. Su vida es un capítulo indispensable para comprender cómo se construyó el Estado que gobernó España durante casi cuatro décadas.

viernes, 19 de diciembre de 2025

Bienes Incautados, Comisión Central de : el aparato franquista en la Guerra Civil

El Decreto-ley de 11 de enero de 1937 creó la Comisión Central de Bienes Incautados, pieza clave en la confiscación sistematizada del patrimonio republicano durante la Guerra Civil española.

La Comisión Central de Bienes Incautados: confiscación institucionalizada en la Guerra Civil

El 11 de enero de 1937, el gobierno del bando sublevado, con sede en Burgos, promulgó un Decreto-ley que instituía la Comisión Central Administrativa de Bienes Incautados por el Estado. Este organismo no fue una medida coyuntural, sino el inicio de una política sistemática de confiscación de bienes pertenecientes a personas, organizaciones y entidades consideradas “enemigas” del nuevo orden franquista.

Su creación marcó un hito en la institucionalización de la represión económica durante la Guerra Civil española (1936–1939), y sentó las bases para una política de saqueo legalizado que se prolongaría durante décadas.

Orígenes y marco legal del Decreto-ley de 11 de enero de 1937

El Decreto-ley fue publicado en la Gaceta de Madrid (el Boletín Oficial del Estado del bando sublevado), y otorgaba al Estado “la posesión, administración y enajenación de los bienes incautados a personas y entidades afectas a la rebelión contra el orden legítimo del Estado”, según la retórica del bando nacional.

En la práctica, esto implicaba la confiscación de bienes de republicanos, socialistas, anarquistas, comunistas, masones, liberales y simpatizantes del Frente Popular, así como de organizaciones sindicales (UGT, CNT), partidos políticos y asociaciones culturales o educativas vinculadas a la Segunda República.

La Comisión Central dependía directamente de la Presidencia del Gobierno (entonces en manos del general Francisco Franco) y contaba con delegaciones provinciales que actuaban en todo el territorio controlado por el bando sublevado.

Funciones y estructura de la Comisión

Según el texto legal y la documentación conservada en el Archivo General de la Administración (Alcalá de Henares), las funciones de la Comisión incluían:

  • Identificar y registrar bienes incautados,
  • Administrar provisionalmente esos bienes (fincas, edificios, fábricas, archivos, obras de arte),
  • Proceder a su enajenación, arrendamiento o cesión a entidades afines al régimen.

La Comisión no solo intervenía propiedades privadas, sino también patrimonio colectivo: escuelas laicas, centros obreros, imprentas, bibliotecas populares y sedes sindicales fueron incautadas en masa.

Este sistema operó en paralelo a otras medidas represivas como las depuraciones profesionales, las responsabilidades políticas y los expedientes de represión económica que se intensificarían tras la guerra con la Ley de Responsabilidades Políticas de 1939.

Impacto en la reconstrucción del orden franquista

La Comisión Central jugó un papel crucial en la reconfiguración socioeconómica del territorio franquista. Los bienes incautados se redistribuyeron entre:

  • Iglesia Católica (muchas propiedades fueron cedidas a órdenes religiosas),
  • Falange Española y otras organizaciones del Movimiento Nacional,
  • Terratenientes y empresarios afines al régimen.

Este proceso no solo castigaba a los derrotados, sino que consolidaba una nueva élite política y económica leal a Franco. Como señalan historiadores como Julián Casanova (La Iglesia de Franco) y Francisco Espinosa Maestre (La columna de la muerte), la incautación fue un pilar de la “limpieza” ideológica que el régimen pretendía imponer.

Documentación archivística y memoria histórica

Los fondos de la Comisión Central de Bienes Incautados están conservados principalmente en el Archivo General de la Administración (AGA), en la sección “Comisión de Incautación de Bienes”, con más de 20.000 expedientes que incluyen listas de propiedades, inventarios y correspondencia administrativa.

Estos archivos han sido utilizados en investigaciones académicas y procesos de restitución simbólica o patrimonial en el marco de la Ley de Memoria Histórica (2007) y su reforma en 2022, aunque la recuperación material de bienes sigue siendo extremadamente limitada.

jueves, 18 de diciembre de 2025

Bielsa, Bolsa de: Resistencia republicana en la Guerra Civil

Descubre la Bolsa de Bielsa, uno de los episodios más emblemáticos de la resistencia republicana durante la Guerra Civil española. Basado en fuentes históricas y documentación archivística verificable.

La Bolsa de Bielsa: Heroísmo y estrategia en los Pirineos (1938)

En la primavera de 1938, mientras el frente republicano se desmoronaba tras la ofensiva franquista en Aragón, un pequeño rincón del Alto Aragón se convirtió en símbolo de resistencia: la Bolsa de Bielsa. Durante más de dos meses, unos 7.000 soldados del Ejército Popular de la República, liderados por el mayor Antonio Beltrán Casaña (conocido como El Esquinazau), contuvieron a fuerzas rebeldes superiores en número y armamento en un entorno montañoso y aislado.

Este episodio, documentado en fuentes como Historia de la Guerra Civil Española de Hugh Thomas y Historia del Ejército Popular de la República de Ramón Salas Larrazábal, constituye un caso excepcional de resistencia táctica, evacuación ordenada y propaganda política en el contexto de una guerra que ya se inclinaba claramente a favor del bando sublevado.

El colapso del frente aragonés y el cerco de Bielsa

La ofensiva franquista de marzo de 1938 provocó el colapso del frente republicano en Aragón. Mientras las tropas rebeldes avanzaban rápidamente hacia el este y el Mediterráneo, la 43.ª División del Ejército Popular, comandada por El Esquinazau, se replegó hacia los valles pirenaicos, destruyendo puentes e infraestructuras para frenar el avance enemigo.

Entre el 28 de marzo y el 6 de abril de 1938, tras la caída de Torla, Broto y Fiscal, las tropas republicanas quedaron aisladas en la cabecera de los ríos Cinca y Cinqueta, formando lo que se conocería como la Bolsa de Bielsa. A pesar de contar solo con cuatro cañones, frente a los 30 del enemigo y una abrumadora superioridad aérea, los republicanos organizaron una defensa tenaz en un terreno extremadamente accidentado.

La resistencia en el Alto Aragón

La III División Navarra, al mando del general Iruretagoyena, intentó tomar el valle, pero sufrió un revés decisivo el 6 de abril, cuando su Compañía de Esquiadores fue aniquilada en una emboscada en Fanlo. Este hecho detuvo temporalmente el avance franquista.

Durante semanas, el frente quedó estabilizado en torno a tres puntos clave:

  • Macizo de las Tres Sorores y Circo de Gurrundué (defendido por la 130.ª Brigada Mixta),
  • Tella y Escalona (72.ª Brigada),
  • Valle de Gistaín (102.ª Brigada).

Pese al aislamiento, los bombardeos constantes y la escasez de suministros, la 43.ª División mantuvo posiciones hasta finales de mayo, cuando la situación se volvió insostenible.

Bombardeos aéreos y evacuación a Francia

Las fuentes históricas documentan múltiples ataques aéreos franquistas sobre Bielsa y localidades vecinas entre mayo y junio de 1938:

  • 12 de mayo: cazas Romeo Ro.37 del Grupo 4-G-12.
  • 31 de mayo: bombarderos Heinkel He 46 del Grupo 6-G-15.
  • 7 de junio: Savoia SM.79 de la 1.ª Brigada Aérea Hispana y Junkers Ju 52 del Grupo 2-G-22.
  • 15 de junio: Heinkel He 51 lanzaron bombas incendiarias sobre Bielsa y Parzán.

Ante la imposibilidad de continuar la resistencia, El Esquinazau organizó la evacuación de unos 4.000 civiles y el repliegue ordenado de sus tropas. En la noche del 15 al 16 de junio de 1938, las últimas unidades cruzaron la frontera francesa por el Puerto Viejo, aún cubierto de nieve.

Consecuencias políticas y simbólicas

La retirada ordenada y el alto índice de lealtad republicana tuvieron un fuerte impacto propagandístico. En suelo francés, el gobierno galo permitió a los soldados elegir entre regresar a la zona republicana o pasarse al bando franquista. De unos 7.300 hombres, solo 411 optaron por el bando sublevado, mientras que 6.889 regresaron a Cataluña por Portbou.

Este desenlace reforzó la política de "Resistir es vencer", impulsada por el presidente Juan Negrín, y demostró que, incluso en derrota, la disciplina y el compromiso republicano podían mantenerse.

 

miércoles, 17 de diciembre de 2025

biblioteca de la Real Academia de la Historia en la Guerra Civil Española

Descubre el papel de la Real Academia de la Historia durante la Guerra Civil española: su postura institucional, el impacto del conflicto y su legado documental verificable.

La Real Academia de la Historia y la Guerra Civil Española (1936–1939)

Fundada en 1738, la Real Academia de la Historia (RAH) ha sido desde sus orígenes una institución clave en la preservación y estudio del pasado español. Sin embargo, su actuación durante uno de los episodios más traumáticos del siglo XX —la Guerra Civil Española (1936–1939)— merece un análisis riguroso, basado exclusivamente en fuentes documentales y archivísticas disponibles.

Aunque no existen estudios monográficos centrados exclusivamente en la RAH durante la contienda, los archivos institucionales, la historiografía académica y fuentes secundarias confiables permiten reconstruir su trayectoria en aquel periodo crítico.

Neutralidad institucional en un contexto de polarización

Durante los primeros meses del conflicto armado, la RAH, al igual que otras instituciones culturales del Instituto de España (del que forma parte desde 1938), adoptó una postura de relativa neutralidad formal. No obstante, la ubicación de su sede en Madrid —zona republicana hasta la caída de la capital en marzo de 1939— implicó una cierta continuidad administrativa bajo la autoridad del gobierno republicano hasta el final de la guerra.

Según el historiador Antonio Rumeu de Armas en La Real Academia de la Historia (2001), la institución no emitió pronunciamientos políticos colectivos durante el conflicto, y sus sesiones se vieron interrumpidas o reducidas drásticamente. Muchos académicos se vieron forzados al exilio, al silencio o a la adhesión a uno de los dos bandos, lo que fragmentó el cuerpo académico.

El traslado de fondos y la protección del patrimonio

Uno de los episodios más documentados es el esfuerzo por proteger su patrimonio bibliográfico y documental. La RAH contaba ya con una importante biblioteca y el Gabinete de Antigüedades, que incluía piezas arqueológicas, manuscritos y archivos históricos. Durante la guerra, estas colecciones corrieron riesgo de destrucción o saqueo, como ocurrió con otros centros culturales.

Aunque no hay constancia de evacuaciones masivas como las realizadas por el Museo del Prado, fuentes archivísticas indican que se tomaron medidas de custodia preventiva: traslado de fondos a sótanos, listado de piezas valiosas y nombramiento de responsables de vigilancia. Estas acciones se enmarcan en los esfuerzos más amplios realizados por la Junta de Salvación del Tesoro Artístico, creada por el gobierno republicano en 1936.

Reorganización tras la victoria franquista

Tras el final de la guerra en abril de 1939, la RAH fue reorganizada bajo la nueva autoridad franquista. El régimen promovió una depuración ideológica en las instituciones culturales, y aunque la RAH no fue disuelta, se produjeron cambios en su composición. Académicos vinculados a la Segunda República o al bando republicano fueron apartados, mientras se nombraron nuevos miembros afines al régimen.

Este proceso de reestructuración institucional formó parte de la política cultural del franquismo, que buscaba instrumentalizar la historia para legitimar el nuevo orden. La RAH, al igual que otras academias, se integró en el aparato de nacionalcatolicismo histórico, promoviendo una narrativa que exaltaba la unidad de España, la continuidad monárquica y el papel de la Iglesia.

Legado documental y memoria histórica

Hoy, los archivos de la RAH contienen abundante documentación de la posguerra inmediata, pero escasos registros internos del periodo 1936–1939, lo que dificulta un análisis exhaustivo. No obstante, su papel durante la guerra puede entenderse como un ejemplo del colapso de la vida académica en tiempos de conflicto civil, así como de la subordinación posterior de las instituciones culturales al relato histórico del vencedor.

martes, 16 de diciembre de 2025

Bibioteca Nacional de España: evacuación y patrimonio en la Guerra Civil

Descubre el crucial papel de la Biblioteca Nacional de España durante la Guerra Civil (1936–1939): evacuación de fondos a Valencia, protección del patrimonio cultural, y su director Tomás Navarro Tomás. Con datos oficiales, fuentes archivísticas y detalles sobre la Junta de Incautación. Una mirada rigurosa al esfuerzo por salvar libros, manuscritos y archivos en tiempos de conflicto. Imprescindible para estudiosos de la historia contemporánea española.

La BNE en la Guerra Civil Española: entre la evacuación y la salvaguarda del patrimonio

Durante la Guerra Civil Española (1936–1939), la Biblioteca Nacional de España (BNE) no fue solo un depósito de libros, sino un actor clave en la preservación del patrimonio cultural del país. En medio del caos bélico, sus responsables emprendieron una labor silenciosa pero decisiva: proteger los tesoros bibliográficos de la destrucción, el saqueo y la dispersión. Este episodio, documentado en fuentes oficiales y académicas, revela cómo las instituciones culturales se convirtieron en frentes simbólicos de resistencia intelectual.

Director en tiempos de guerra: Tomás Navarro Tomás

El papel de Tomás Navarro Tomás, director de la Biblioteca Nacional durante toda la Guerra Civil, trascendió con creces el mero cargo administrativo. Su figura es central para entender no solo la supervivencia física de los fondos bibliográficos, sino también la articulación de una política cultural republicana frente a la amenaza del conflicto armado.

Navarro Tomás, lingüista, musicólogo y miembro numerario de la Real Academia Española, fue nombrado director poco antes del estallido del conflicto, en 1935, y mantuvo su puesto hasta 1939. A diferencia de otros intelectuales que huyeron o fueron destituidos, Navarro eligió quedarse al frente de la institución, asumiendo un rol activo en la defensa del patrimonio nacional bajo el amparo del gobierno de la Segunda República.

Su liderazgo se caracterizó por una combinación de rigor técnico, compromiso institucional y acción rápida ante la emergencia. Desde el primer momento, cerró al público el edificio de Recoletos, priorizando la seguridad sobre el servicio habitual. Esta decisión permitió dedicar todos los recursos humanos y materiales a labores de protección, embalaje y traslado.

Evacuación de fondos: de Madrid a Valencia y Ginebra

Uno de los capítulos más dramáticos en la historia de la BNE fue la evacuación de sus fondos más valiosos para evitar su destrucción en los bombardeos de Madrid. Bajo la dirección de Navarro Tomás, se organizó un operativo minucioso para seleccionar, embalar y trasladar los ejemplares de mayor valor histórico, artístico y simbólico.

Los volúmenes más preciados —entre ellos incunables, manuscritos únicos y obras ilustradas— fueron enviados primero a Valencia, entonces sede del gobierno republicano. El destino final fue el convento de las Torres de Serranos, considerado un lugar seguro. Posteriormente, ante el avance del frente, parte de estos fondos fueron trasladados al extranjero, específicamente a Ginebra (Suiza), donde permanecieron bajo custodia internacional hasta el final de la contienda.

Este desplazamiento masivo refleja el temor real a la pérdida irreversible del patrimonio nacional y la voluntad de garantizar su conservación más allá de las fronteras del conflicto. La decisión de enviar los libros a Suiza fue tomada por el Consejo de Ministros del gobierno republicano, con el apoyo técnico de Navarro Tomás, quien supervisó personalmente aspectos logísticos y documentales del traslado.

Protección del patrimonio religioso: la Junta de Incautación

Además de sus propias colecciones, la BNE asumió un rol extraordinario durante la guerra: el de depósito provisional de fondos procedentes de centros religiosos. A través de la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico, se trasladaron a la Biblioteca aproximadamente 500 000 volúmenes procedentes de iglesias, conventos, palacios y casas particulares amenazadas por la violencia.

Esta acción, lejos de ser un acto de apropiación, fue una medida de salvamento. Muchos de estos materiales provenían de bibliotecas privadas de gran valor, y aunque algunos no pudieron ser devueltos tras la contienda, su resguardo en la BNE evitó su desaparición total.

Daños físicos y supervivencia institucional

Además de sus propias colecciones, la BNE asumió un rol extraordinario durante la guerra: el de depósito provisional de fondos procedentes de centros religiosos. Tras los incendios de iglesias y conventos en julio de 1936, el gobierno republicano creó la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico, cuya misión era rescatar bienes culturales amenazados.

Bajo la coordinación de esta Junta, y con Navarro Tomás como figura técnica clave, se trasladaron a la Biblioteca aproximadamente 500 000 volúmenes procedentes de bibliotecas eclesiásticas, palacios y casas particulares. Esta acción, lejos de ser un acto de apropiación, fue una medida de salvamento urgente. Muchos de estos materiales provenían de bibliotecas privadas de gran valor, como las de catedrales, monasterios y nobles afectados por la violencia revolucionaria.

La BNE actuó como un centro de acopio temporal, catalogando y resguardando estas colecciones. Sin embargo, tras la victoria franquista, buena parte de estos fondos no fueron devueltos a sus propietarios originales, incorporándose definitivamente al patrimonio nacional. Esta circunstancia ha generado controversia histórica, pero desde la perspectiva de 1936–1939, la intervención evitó la destrucción total de miles de obras. 

Daños físicos y supervivencia institucional

Pese a los esfuerzos, el edificio de la BNE en el paseo de Recoletos sufrió varios bombardeos durante el conflicto. Sin embargo, gracias a las precauciones tomadas —como el reforzamiento de salas, la eliminación de combustibles y la distribución estratégica de fondos—, los materiales que permanecieron en su interior no sufrieron daños significativos. Esta circunstancia, contrastada en informes oficiales y memorias institucionales, subraya el éxito relativo de las políticas de protección implementadas.

La supervivencia de la colección fue un logro fundamental, que permitió a la Biblioteca reanudar sus funciones tras la guerra y continuar siendo el pilar del sistema bibliotecario español.

Legado y exilio de Navarro Tomás

Tras la derrota republicana, Tomás Navarro Tomás fue cesado en su cargo. Aunque inicialmente se le ofreció continuar en funciones, decidió exiliarse voluntariamente en Estados Unidos en 1939, donde desarrolló una destacada carrera académica en la Universidad de Maryland. Su salida marcó el fin de una etapa y el inicio de una purga en las instituciones culturales bajo el nuevo régimen.

No obstante, su gestión durante la guerra ha sido reconocida posteriormente como un ejemplo de profesionalidad y compromiso ético con el patrimonio común. Sus memorias y escritos posteriores, como el artículo Archivos y bibliotecas de la República Española durante la guerra (2005), constituyen fuentes primarias fundamentales para comprender este periodo.

 

biblioteca, de la abadía de Montserrat: el santuario bibliográfico, un tesoro amenazado

Analizamos la increíble supervivencia de la Biblioteca de Montserrat (con 150.000 volúmenes en 1936) durante la Guerra Civil Española. Gracias a una rápida actuación de la Generalitat de Catalunya, el monasterio fue incautado y declarado "de conveniencia pública" en julio de 1936, evitando el destino de otros templos. Este artículo riguroso detalla la intervención política, el papel del Abad Marcet y cómo el cenobio se transformó en hospital militar, salvaguardando un invaluable patrimonio cultural y bibliográfico para la historia.

El santuario bibliográfico: un tesoro amenazado 

La Biblioteca de Montserrat, hoy depositaria de un fondo de más de 300.000 volúmenes, manuscritos, incunables y papiros, posee una historia de supervivencia marcada por la tragedia. Mientras que las Guerras Napoleónicas (1811) provocaron la destrucción de la colección original, en el siglo XX, bajo el abadiato de Antoni Maria Marcet (1913-1946), el fondo bibliográfico había experimentado un crecimiento extraordinario, pasando de 15.000 a unos 150.000 volúmenes.

Cuando estalló la Guerra Civil Española en julio de 1936, la ola de violencia anticlerical que arrasó templos y bibliotecas por toda Cataluña amenazó con repetir la catástrofe del siglo XIX. La preservación de este patrimonio cultural y religioso se convirtió en una carrera contrarreloj, un capítulo histórico documentado gracias a la intervención política.

La decisión estratégica: incautación y protección de la Generalitat 

La clave de la salvación de la Biblioteca de Montserrat reside en la rápida y estratégica acción de la Generalitat de Catalunya, en colaboración con la propia comunidad monástica.

La intervención de julio de 1936 

Con la ayuda activa del Abad Marcet, quien acudió personalmente a Barcelona, el Conseller de Gobernación de la Generalitat, Josep M. España, firmó una orden crucial el 21 de julio de 1936. Mediante este decreto, el Monasterio de Montserrat fue declarado "de conveniencia pública" y fue inmediatamente incautado (confiscado) por el gobierno catalán para garantizar "su conservación y custodia".

Esta acción política urgente evitó el destino trágico de otros centros religiosos. Al colocar el monasterio bajo la protección de una institución republicana, se logró frenar la acción de las milicias anarquistas y radicales que veían en el cenobio un objetivo de destrucción. Se nombró un conservador, Carles Gerhard, para supervisar el recinto.

Montserrat en guerra: un hospital y un oasis cultural 

A pesar de la Guerra Civil Española, la Abadía de Montserrat continuó desempeñando un papel cultural y social, si bien transformado bajo las necesidades del conflicto.

Del monasterio al Hospital Militar 

La Biblioteca de Montserrat como tal, con su invaluable fondo de incunables y manuscritos, se mantuvo a salvo. El edificio del monasterio fue reconvertido en un Hospital Militar del Ejército del Este (conocido como "Clínica Z") a partir de abril de 1938.

Durante este periodo, las Milicias de la Cultura y el Servei de Biblioteques del Front de la Generalitat instalaron una biblioteca de unos 300 volúmenes en la planta baja del recinto. Esta colección, destinada al ocio y la formación de los soldados y pacientes, contrasta con el tesoro bibliográfico custodiado en el monasterio. Algunos de estos libros del hospital militar, de temática más popular, se integraron posteriormente en el catálogo de la Abadía, enriqueciendo su fondo con la memoria histórica del propio conflicto.

El legado documental

La supervivencia del complejo y de la Biblioteca de Montserrat es un testimonio singular dentro del drama de la guerra. Permitió que este crucial centro de cultura catalana continuase su labor, si bien el precio para la comunidad monástica fue alto, con el asesinato de veintitrés monjes a lo largo del conflicto, aunque ninguno en el propio monasterio.

El caso de Montserrat es un ejemplo paradigmático de cómo la intervención política y la conciencia sobre el valor del patrimonio cultural lograron preservar una institución vital, asegurando que su inmenso legado documental y bibliográfico no sucumbiera al caos revolucionario.


lunes, 15 de diciembre de 2025

Bianchi, Tranquillo (1892-¿?): el cónsul que salvó 1300 vidas en Málaga

Descubre la historia documentada de Tranquillo Bianchi (1892-1984), el cónsul italiano en Málaga durante la Guerra Civil Española, cuyo coraje desafió las lealtades ideológicas. Actuando bajo el régimen de Mussolini, Bianchi utilizó su inmunidad diplomática para rescatar y proteger a alrededor de 1.300 personas, tanto republicanos como nacionalistas, de la represión en los albores de la contienda y durante la trágica huida de "La Desbandá" de 1937. Un héroe humanitario cuya memoria es clave para entender la dimensión moral del conflicto. 

Tranquillo Bianchi: La Conciencia Humanitaria de la Guerra Civil

La Guerra Civil Española (1936-1939) fue un conflicto marcado por la polarización y la brutalidad, donde las acciones individuales de coraje y humanidad a menudo quedaron silenciadas. Entre estas, destaca la figura de Tranquillo Bianchi (1892-1984), cónsul de Italia en Málaga, cuyo historial se erige como una profunda paradoja: un diplomático al servicio del régimen fascista de Benito Mussolini que, en la práctica, se convirtió en un salvador de vidas, protegiendo a ciudadanos de ambos bandos del fusilamiento y la persecución.

El papel de Bianchi fue esencialmente de rescate humanitario, ejerciendo una diplomacia de facto contra la violencia desatada. Su determinación y coraje lograron salvar de la muerte a alrededor de 1.300 personas en la provincia de Málaga, un dato confirmado por investigaciones documentales.

La Paradoja Diplomática: rescates en el caos 

Tranquillo Bianchi, condecorado militar de la Gran Guerra y de profesión ingeniero, llegó a Málaga como representante de un gobierno que apoyaba activamente a los sublevados. Sin embargo, su actuación estuvo guiada por un imperativo ético que ignoraba las líneas ideológicas del conflicto.

Protección a perseguidos políticos y religiosos 

Desde el inicio de la contienda, la labor de Bianchi se centró en la protección de personas que buscaban refugio ante las oleadas de violencia. Mediante el uso de su inmunidad y el alojamiento en el consulado o en edificios bajo su protección, logró interceder y garantizar la vida de personalidades eminentes.

Un caso destacado fue el rescate del obispo de Málaga, Balbino Santos Olivera, junto con otros representantes del clero, quienes fueron protegidos por Bianchi de la represión inicial en la zona republicana. Su compromiso, no obstante, se extendió a personas consideradas "rojas" o de afiliación republicana, demostrando una neutralidad activa que trascendía las directrices de su propio gobierno.

La Humanidad Frente a "La Desbandá" 

El momento más crítico y de mayor despliegue humanitario para el cónsul Bianchi ocurrió durante la caída de Málaga en febrero de 1937. La toma de la ciudad por las tropas franquistas y los voluntarios italianos (Corpo Truppe Volontarie) desencadenó un éxodo masivo de población civil conocido como "La Desbandá" o la "Carretera de la Muerte" hacia Almería.

Mientras miles de refugiados (hombres, mujeres y niños) eran masacrados por los bombardeos aéreos y navales (en los que participaron fuerzas italianas), Bianchi redobló sus esfuerzos en la retaguardia de la recién tomada Málaga.

Su presencia diplomática fue un factor de mitigación en un entorno de represión, ofreciendo salvoconductos o intercediendo directamente ante las nuevas autoridades para proteger a aquellos que no pudieron huir o que eran detenidos en el asalto a la ciudad. Sus acciones contrastaron brutalmente con la participación militar italiana en la masacre de la población civil en la carretera Málaga-Almería.

El Rescate de una Memoria Histórica 

Tras la guerra, la figura de Tranquillo Bianchi fue silenciada durante décadas, un destino común para muchas historias de disidencia moral dentro de los bandos. Su legado fue recuperado y puesto en valor gracias a la investigación exhaustiva, principalmente la llevada a cabo por el pintor y escritor Antonio Olea Pérez.

El testimonio de Bianchi hoy se reconoce como una fuente crucial para la historia de Málaga y un ejemplo de que la lealtad a la humanidad puede anteponerse a la lealtad política, incluso en el contexto más oscuro de la guerra.