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lunes, 2 de mayo de 2022

La propaganda soviética en la Guerra Civil

Hablar de la Guerra Civil Española, desde el punto de vista de la comunicación es hacerlo de uno de los bancos de pruebas más importantes del siglo XX en lo que a propaganda de guerra se refiere. El aparato de propaganda jugó un papel decisivo, y la Unión Soviética, como máximo apoyo, en lo que a armamento se refiere, de la República española, también envió a varios de sus periodistas más destacados para defender los intereses soviéticos en plena Guerra Civil española. Dos nombres sobresalen por encima de todos: los de Mijail Koltsov e Ilia Ehrenburg, aunque también hubo otros como el corresponsal de la agencia Tass, Ovadi Sávich o el camarógrafo Roman Karmen, al que se deben buena parte de las imágenes que se conservan de la Guerra Civil. 

Mijaíl Efímovich Koltsov

El corresponsal del «Pravda», Koltsov, llegó a la Península el 8 de agosto de 1936, permaneciendo en ella hasta el 6 de septiembre de 1937. Nacido en Kiev en 1898 bajo el nombre de Mijail Fridliand, hijo de un zapatero judío, había combatido en el Ejército Rojo durante la Revolución Rusa de 1917. Estudio medicina y entre 1920 y 1922 se incorporaba a la redacción del «Pravda», hasta que fundó después el semanario «Ogokek» y dirigió la revista satírica «Kokodril», cuyo estilo humorístico plasmaría después en algunas de sus crónicas. Como corresponsal de éste medio, visitó numerosos lugares de Asia y de Centroeuropa, especialmente, Alemania, Hungría y Yugoslavia. La primera vez que pisó España fue en 1931, recién proclamada la República, desplazándose de Madrid a Bilbao y Sevilla, fruto de este viaje escribió artículos para Pravda, que se publicaron en ruso en 1933 como La primavera española.

Koltsov era un hombre menudo, inteligente y locuaz, a quien Ernest Hemingway, quien también estuvo en España como corresponsal de la agencia americana NANA, retrató bajo el nombre de Karlov en su célebre novela «Por quién doblan las campanas». Fue él quien advirtió a los dirigentes comunistas del peligro que suponía para los intereses de la República que los numerosos presos fascistas pudiesen alistarse en las filas nacionales si éstas ocupaban Madrid. En su entrevista con el Comité Central del Partido Comunista, instó a sus miembros a que se fusilase a los reclusos de las cárceles madrileñas, y su consejo fue seguido al pie de la letra, y centenares de presos fueron fusilados y enterrados en fosas comunes en Paracuellos del Jarama. Algunos autores creen que fue él la persona que se ocultaba bajo la identidad del supuesto ciudadano mexicano Miguel Martínez, el enigmático personaje que se atribuya la autoría intelectual del crimen.   

El propio Hugh Thomas no dudaba en afirmar que Koltsov era un agente personal de Stalin en contacto directo con el Kremlin. Visitó todos los frentes, incluso los del norte, participando en ofensivas contra el Alcázar de Toledo, y recogió todas sus experiencias en su «Diario de la Guerra de España», un libro importante para conocer detalles y protagonistas de la retaguardia y el frente, pero demasiado partidista.

Koltsov fue, en suma, un combatiente ruso más a través de sus artículos y reportajes, y en alguna ocasión incluso disparando un fusil. Koltsov recibió orden de regresar a Moscú en noviembre de 1937, donde corrió allí la misma suerte que los falangistas a los que tanto odiaba: murió fusilado en febrero de 1938. La envidia de su nuevo jefe Mejlis por el éxito cosechado por  Koltsov, que le hizo merecedor de la Orden de la Estrella Roja nada menos, pudo tener algo que ver en su trágico final. La otra versión, planteada por Boris Sopélniak, hace referencia a las acusaciones que venían, al parecer, de André Marty, la máxima autoridad de las Brigadas Internacionales, con las que tanto había colaborado. De repente, Koltsov se había convertido en un sospechoso situado en la órbita de la organización trotskista POUM. Era un traidor acusado de trotskista por su amistad con André Malraux.

Ilia Ehrenburg

Otro periodista soviético que jugó un papel propagandístico de primer orden en España fue Ilia Grigórievich Ehrenburg, que al llegar a nuestro país tenía cuarenta y cinco años. Ucraniano, y judio, aunque nunca se unió a la comunidad judía, muy parecido a Koltsov pero de personalidad muy distinta a la de aquel. Fue corresponsal durante la Primera Guerra Mundial en el frente francés y, al producirse la insurrección de octubre en su país, regresó a la Unión Soviética para establecerse después en Berlín, París y Bruselas.

Hizo una primera visita corta a España en 1926 y luego regresó en 1931 para una estancia más larga tras el colapso de la dictadura militar, recorriendo los pueblos y ciudades de España durante semanas a veces a lomos de un burro. Fruto de este viaje es España, república de trabajadores, un libro intenso y sutil, una visión inteligente y conmovedora de un país que quiere dejar atrás su atraso secular y su crónico aislamiento del exterior. En esa época, a comienzos de la década de los treinta, cuando Hitler empezaba a afianzar su poder en Alemania –Ehrenburg viajó a Berlín dos veces en 1931– y España estaba a punto de enfrentarse a su propia revuelta política, cuando Ehrenburg decidió abandonar su papel de escritor soviético independiente viviendo en París para convertirse en corresponsal soviético oficial. Viajó a Asturias durante la Revolución de Octubre de 1934 y alentó la campaña para presentar a los mineros como verdaderas víctimas de los enfrentamientos armados, entrevistando con algunos de ellos. 

En la primavera del 36 regresó a España, donde se reunió con socialistas, nacionalistas catalanes y muchos comunistas como el poeta Rafael Alberti y la representante del Partido Dolores Ibárruri, la Pasionaria. Con el estallido de la guerra regresó a España desde París como corresponsal de guerra, pero su periódico, Izvestia, no termina de decidirse, aún así cruza los Pirineos y pone en marcha su maquinaria propagandística en favor de los intereses comunistas y soviéticos que defendía. Visitó Madrid, Valencia, Toledo, y los frentes de Guadarrama y Aragón. 

Ehrenburg tiene la necesidad de trabajar por la causa republicana y pide a Moscú fondos con los que compra un camión en Francia, en el que lleva un proyector de cine y una máquina de imprimir. Recorre los frentes repartiendo folletos, publicando periódicos efímeros y proyectando películas rusas entre ellas, «Los marinos de Kronstat», que proyectaba cada vez que podía en su periplo por el frente de Huesca.

Estaba en contacto permanente con el embajador soviético Marcel Rosenberg (también víctima de las purgas), a quien informaba de todas las vicisitudes en Cataluña. Tras la batalla de Guadalajara, se instaló en el madrileño hotel Palace, convertido entonces en hospital. Se quejaba de lo mal que se comía allí y de la falta de calefacción, por lo que solía visitar el hotel Florida donde se alojaba Mijail Koltsov. Valentín González, apodado «El Campesino», le retrató así: «Este escritor judío-soviético se había pasado toda la guerra española viviendo en los más elegantes hoteles y viajando en los más lujosos automóviles, todo a costa del pueblo español». 

Décadas después, abatido por «una terrible ternura y melancolía», Ehrenburg seguía «aferrado a la emoción» cuando escribía sobre la Guerra Civil Española en sus memorias. No se hacía ilusiones sobre la política de Stalin y no intentaba romantizar la lucha antifascista española o en el resto de Europa. Fallecería en 1967 de muerte natural, algo insólito entre los ciudadanos soviéticos que participaron en la Guerra Civil , pues como el propio Ehrenburg recordaría que muchos de los representantes soviéticos no eran ni «diplomáticos ni soldados», sino miembros de la policía secreta de Stalin que desaparecían cuando eran llamados a Moscú.

Ovadi Sávich Gertsovich

Sávich llegó a España desde París en febrero de 1937, por consejo de I. Ehrenburg, y permaneció en ella hasta los últimos días de la resistencia republicana en la primavera de 1939. Llegó primero como corresponsal de Komsomolskaya Pravda (también desempeñó estas funciones en París), luego, después de la agencia TASS.

Savic llegó sabiendo francés y alemán y sin saber una sola palabra de español, pero pronto dominó el idioma hasta tal punto que se convirtió en uno de los mejores traductores de poesía en español y escribió activamente para las publicaciones de Moscú, siendo en los últimos meses el único corresponsal soviético. Escribió bajo el pseudónimo de José García describiendo a la gente, hablar de lo que le preocupaba, fantasear un poco y recordar un poco de literatura querida en su corazón; pero como corresponsal de TASS describía la situación política y militar, la lucha dentro de la coalición antifascista, las acciones de los anarquistas y los  trotskistas del POUM. 

En 1939, se vio obligado a regresar a la URSS, ya que a su esposa, que se fue a la URSS en 1936 con su madre moribunda, no se le permitió regresar. De su paso por España, y tras la muerte de Stalin, pudo publicar su libro Dos años en España, y se dedico a la traducción de poesía española.


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