Adsense

lunes, 14 de enero de 2013

Timoteo Pérez Rubio (1896-1977)

Es el responsable máximo de la evacuación de las obras de arte localizadas en Madrid, amenazadas por el asedio de los nacionales y por el fervor revolucionario, una labor que desempeñará con una gran eficacia


A Timoteo Pérez Rubio se le conoce por haber salvado el Museo del Prado. El pintor extremeño, que había nacido en la localidad badajocense de Oliva de la Frontera en 1896 y que se casará con la escritora Rosa Chacel, es el responsable de coordinar las labores de evacuación de las obras de la pinacoteca madrileña, iniciadas en noviembre de 1936, poco después de que comiencen los bombardeos sobre la capital, y que alcanzarán los casi tres años de Guerra, tres años en los que la colección pictórica más importante de España viajará de un lado a otro de la Península hasta recalar en Suiza.

Y es que la Sociedad de Naciones, con sede en Ginebra, viene presionando desde el principio de la contienda para que las obras del Prado así como las que, procedentes de diversos lugares, se refugiaban en los sótanos del Palacio de Villanueva, se pusieran a salvo fuera de Madrid. El 16 de noviembre de 1936, nueve bombas incendiarias caerían sobre el museo pese a las bengalas de señalización. Apenas nueve días antes, las mejores piezas habían comenzado su peregrinación hacia zonas más seguras de España, primero, y del extranjero, más tarde.

Treinta y seis camiones, cargados con un total de 2.000 cajas, trasladan desde el Museo del Prado los lienzos de Velázquez, Goya, Rubens o Tiziano. Según el cómputo de la pinacoteca, 353 pinturas, 168 dibujos, el Tesoro del Delfín, un buen número de tapices y parte de la colección particular del duque de Alba, partidario de Franco y afincado en Londres, salen de la capital. Obras del Palacio Real, del de Liria, de El Escorial y de varias iglesias y academias se cuentan entre las piezas evacuadas.

Su primer destino va a ser Valencia. Los castillos de Perelada y Figueras, cerca de los Pirineos, y la Mina de talco de La Vajol, en Gerona, suponen una segunda parada. Tras la caída de Barcelona, las obras pasan a Francia entre los días 4 y 9 de febrero de 1939, por caminos sometidos a las cargas de la Legión Cóndor y la Aviación italiana. Por último, pese a las presiones de Gobierno nacional, llegan finalmente, el 12 de febrero del mismo año, a la capital suiza, donde permanecerán bajo la protección de la Sociedad de Naciones durante unos siete meses.

Concluida la Guerra, José María Sert y el ensayista Eugenio d'Ors son los encargados de negociar las condiciones de devolución de las piezas a la dictadura franquista. Como resultado, tras celebrar en Ginebra una exposición del Prado, las piezas se repatrían con prisas y nuevos riesgos de deterioro o pérdida, al desencadenarse la Segunda Guerra Mundial. Atravesando buena parte de una Europa bombardeada por los alemanes, los tesoros del Prado cruzan Francia en trenes nocturnos. Algunos cuadros como El Jardín de las Delicias de El Bosco, originalmente en El Escorial, permanecerán desde entonces en el Museo del Prado.

Alberto Porlan ha narrado este angustioso periplo de ida y vuelta en un documental de reciente producción. El arquitecto José Lino Vaamonde, que colaboró con Pérez Rubio, ha escrito un texto biográfico. Y el historiador Arturo Colorado ha dedicado a él su volumen El Museo del Prado y la Guerra Civil. La prolija y abundante documentación sobre el tema y su principal responsable señala la importancia del mismo durante los años de Guerra y posteriores.

Igual de importante resulta para la República y sus gobernantes la salvaguarda del patrimonio artístico. Giral o Azaña destacarán esta misión. Así, a instancias del Ejecutivo, Josep Renau, director general de Bellas Artes, crea en abril del 37 la Junta Central de Salvación del Tesoro Artístico, a cuyo frente decide poner al entonces catedrático y subdirector del Museo de Arte Moderno, Pérez Rubio.

Con esta iniciativa, Pérez Rubio -al que el columnista Federico Jiménez Losantos describe como "hombre veraz, seco, austero y pintor notable"»- pasa a la Historia, según todos los testimonios, como ejemplo de integridad y efectividad. Durante todo el traslado de las obras del Prado, sólo se producirá un daño, en el bombardeo de Benicarló: La carga de los mamelucos, de Francisco de Goya, es parcialmente alcanzado.

Timo, como le llama su esposa Rosa Chacel, conoce a la autora de Estación, ida y vuelta o La sinrazón en las clases de Escultura de la Escuela de Bellas Artes durante el curso de 1915. Tiene entonces 19 años y llega de Extremadura, según su mujer, "con su traje de pana, de pana parda, traje de pastor", aunque "la rudeza campesina", para seguir con la cita "tomaba en él un aire que casi parecía pose".

El joven, exitoso y confiado, capaz de identificarse hasta casi el suicidio con el Julien Sorel de Rojo y Negro, se casará con la literata en 1922, para marchar poco después a Venecia, y deambular por distintas ciudades italianas, gracias a una beca de estudios, durante casi seis años.

Desde antes del nacimiento de su único hijo, Carlos, durante toda la década de los 20 Pérez Rubio entra en contacto con los movimientos pictóricos renovadores que se aglutinan en torno a la Sociedad de Artistas Ibéricos y, en 1932, el autor de El Paular, el pintor de paisajes atormentados y nítidos retratos, como es definido por algunos críticos, obtiene la primera medalla en el concurso de la Exposición Nacional de Bellas Artes.

En julio de 1936, el artista se alista como voluntario en las milicias republicanas, mientras su mujer -que ha pasado unos meses cooperando de enfermera- y su hijo permanecen exiliados en Francia y temporalmente en Greda, gracias al amparo del autor de Zorba el Griego, Níkos Kazantzakis, en su casa "tan al borde del mar, que las velas al pasar tapaban las ventanas".

Tras años de distanciamiento, Chacel -que quizás no perdona a su marido su reclusión en un sanatorio psiquiátrico berlinés en 1933- dedicará a Timo la obra Timoteo Pérez Rubio y los retratos de Jardín (publicado en España sólo en 1980), un recuerdo en el que apenas cabe el cariño, dedicado a "una persona que no tenía alegría, en la que siempre prevaleció el horror a la nada".

Tras la Guerra, por su filiación prorrepublicana, Pérez Rubio tiene que expatriarse. Tras un breve interludio en Ginebra y unos años en Buenos Aires, donde se gana la vida como retratista, reside en Brasil, donde las relaciones con su esposa se deterioran de día en día y donde su técnica pictórica se pone al servicio del reflejo de un nuevo paisaje. Expone con el patrocinio de Gabriela Mistral.

Muere en 1977, y aunque su serie Los retratos de Jardín se expone en la Biblioteca Nacional en 1996, sus restos mortales sólo regresan a su localidad natal, tras ser inhumados, el 13 de abril de 1999. Tres años antes, el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo le ha dedicado una importante retrospectiva, y ha fallecido su esposa, Rosa Chacel (en 1994). 

No hay comentarios:

Publicar un comentario