Hombre fuerte del aparato propagandístico de la Komintern, divulga un bulo de sublevación contra Franco en Tetuán para conseguir un golpe de efecto que varíe la postura de apaciguamiento de Francia en la Guerra
En la afamada película Casablanca (1942), rodada por Michael Curtlz en plena Segunda Guerra Mundial, aparece un personaje con unas características poco menos que mitológicas: luchador contra el nazismo, héroe de la resistencia checa, viajero por toda Europa en su huida de la Gestapo y, a la vez, defensor de los movimientos antifascistas de los países que visita. Víctor Lazslo es el prototipo de aventurero idealista que tan bien queda en todo filme romántico que se precie. Pero, ¿tiene el personaje de Casablanca un trasunto con la realidad?
Según Diana McLellan, investigadora de las relaciones mantenidas entre revolucionarios y artistas en la Alemania de entreguerras, Otto Katz, agente checo de la Komintern, es un héroe real en el que Curtiz bien podía haberse inspirado para su personaje. Pero no todo lo que rodea a Katz -personaje bastante enigmático, por otra parte- es tan heroico.
Otto Katz, nacido en Praga (Checoslovaquia) a finales del siglo XIX (1895), es uno de los principales responsables de la red de propaganda creada por la Komintern en los años 20 y dirigida por Willi Münzenberg, para difundir las ideas socialistas por todo el mundo, especialmente entre los grupos de intelectuales y artistas.
Al comenzar la Guerra Civil española, Katz, a caballo entre París y Madrid, monta la Agence Espagne, la agencia de noticias del Gobierno republicano. Al frente de la misma, cruza en repetidas ocasiones la delgada línea que separa la información de la propaganda. La más llamativa, y la que podía haber tenido consecuencias más importantes, sucede a principios de marzo de 1938, con la invención de un falso levantamiento del Ejercito de África contra Franco en Tetuán, con el objetivo de lograr la apertura de la frontera francesa al tráfico de armas para la República.
Pero las actividades propagandísticas de Katz no empiezan, ni mucho menos, en la Guerra Civil. Otto Katz había entrado una década antes en la red mundial, fundada por Münzenberg, de comités, asociaciones y publicaciones destinada a extender las ideas de la Revolución soviética, conocida como Innocents Clubs. Katz comienza a trabajar como ayudante. Posteriormente, asciende puestos en la organización -controlada primero por Lenin y después por Stalin- hasta convertirse en la mano derecha de Münzenberg. El escritor norteamericano Stephen Koch va más allá y afirma en su libro El fin de la inocencia que en España, Katz es el verdadero jefe de la maquinaria propagandística creada por Münzenberg.
En un principio Katz trabaja en Alemania, donde subvenciona a Bertold Brecht y mantiene una relación con la actriz Marlene Dietrich. Sus actividades, contrarias al régimen de Hitler, suponen un riesgo para la actriz y para él mismo, por lo que decide adoptar el nombre de André Simone y marchar a París.
De París salta a Ginebra, y de ahí a Londres. En Inglaterra, Katz pone en marcha el Left Book Club con la intención de difundir las bondades del régimen soviético y convertir el comunismo en la ideología de moda entre las capas intelectuales de la sociedad británica. Su cenáculo, al que pertenece un joven George Orwell, organiza campamentos, conferencias y rutas propagandísticas por la URSS, y Katz continúa explotando sus habilidades sociales, que le granjean colaboradores y contactos incluso entre los lores conservadores.
De Inglaterra salta a EEUU y llega a Los Ángeles (1935) bajo el apodo de Rudolphe Breda, donde funda la Liga Antinazi de Hollywood, a cuyo frente coloca a la escritora Dorothy Parker. Allí retoma su historia con Dietrich, de la que nace su hija. Ambos se mueven en un ambiente subversivo que les pone en el punto de mira del FBI.
Cuando estalla la Guerra Civil española, Katz abandona Estados Unidos y se desplaza al cuartel de la Komintern en París, desde donde planea la estrategia a seguir, consistente en vincular la causa republicana con el antifascismo internacional. El escritor Arthur Koestler, por entonces funcionario de la Komintern, desvela que Katz tergiversa informaciones y, a menudo, se inventa historias sobre las atrocidades del bando nacional.
En marzo de 1938, según cuenta Claud Clockburn, compañero de Katz en las labores de información y propaganda durante la Guerra y colaborador de Hugh Thomas en sus estudios sobre el conflicto, Katz le pide su colaboración para preparar un golpe de efecto que haga variar la postura de No Intervención del Gobierno francés de Léon Blum. En esos momentos, comenzada la ofensiva de Franco en Aragón, un importante cargamento de material bélico aguarda al otro lado de la frontera la autorización del presidente galo. La izquierda del Frente Popular francés presiona al Léon Blum para que deje pasar el cargamento, pero éste se muestra reacio a disgustar a sus aliados británicos.
Sin embargo, la perspectiva de una derrota plausible de Franco podía inclinar su decisión hacia las propuestas de la izquierda francesa y convencer al resto del Gabinete de que valía la pena abrir la frontera. Para ello, según los planes de Katz, sería conveniente poner en marcha el rumor de un levantamiento contra Franco en el Marruecos español, concretamente en Tetuán. Así, Clockburn y Katz preparan con todo lujo de detalles -algunos no muy reales- el relato de un testigo de los supuestos disturbios en la ciudad norteafricana. La falsa noticia tiene su efecto. El 17 de marzo, el Gobierno francés abre la frontera y las armas atraviesan los Pirineos. Sin embargo, la intervención francesa queda sólo en esto, y no entra abiertamente en el conflicto, como habrían deseado Katz y Clockburn.
Además, el descubrimiento del bulo causa un profundo disgusto en algunos sectores de la izquierda de toda Europa. El diputado laborista inglés R. H. Crossman llega incluso a calificarlo de "propaganda negra". Pero estas acusaciones no hacen mucha mella en Katz, quien, según Clockburn, carece de escrúpulos a la hora de mentir.
Después de concluir la Guerra, vuelve a América. Cuenta Richard Newbury que tras la firma del pacto germano-soviético (agosto de 1939), al que Katz se opone, el dramaturgo inglés Noel Coward le recluta para la Inteligencia británica. Sea o no verdad, Katz sigue trabajando para la Komintern. Cuando Alemania es derrotada por los aliados y se instaura un Gobierno comunista en Checoslovaquia, Katz vuelve a su país de origen. Su pasado le avala, y todo hace pensar que le espera un futuro prometedor en el régimen checo. Sin embargo, los rumores en torno a su condición de agente doble no sientan muy bien en los países satélites de la URSS.
En 1952, Otto Katz es detenido en Praga bajo órdenes de Stalin y, tras confesar actividades antisoviéticas, se abre un proceso en el que se le condena a morir ahorcado.
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