Quien será uno de los pilares culturales del primer franquismo pasa pronto de la vanguardia armada a la intelectual y es uno de los elegidos para formar parte del Servicio Nacional de Propaganda dirigido por Ridruejo
Recién constituido el primer Gobierno en Burgos, Pedro Laín Entralgo recibe la llamada del ministro del Interior. Serrano Suñer le propone formar parte del Servicio Nacional de Propaganda, a cuyo frente tiene previsto situar a Dionisio Ridruejo. Laín, falangista sin vocación política, decide aceptar el reto encomendado y se convierte en uno de los referentes del aparato de propaganda del primer franquismo. A su cargo estará la Sección de Ediciones. No tardará mucho en abandonar la política para dedicarse de lleno a la ciencia y la cultura desde la docencia y la investigación.
Pedro Laín Entralgo nace en Urrea de Gaén, Teruel, en 1908. Su padre era médico, liberal, republicano y no creyente, y su madre firmemente católica. Del primero heredará la vocación y el sentido conciliador, y de su madre las profundas convicciones cristianas. Estudia Medicina y Ciencias Químicas en Valencia y Madrid. En 1932 se traslada a Viena para estudiar Psiquiatría, pero regresa pronto a España. Dos años después se casa, y tiene una hija en noviembre de 1935.
Durante las semanas previas a la Guerra, Laín Entralgo prepara con entusiasmo su intervención en unos cursos de verano en Santander. Bajo la sombra de los rumores de un inminente levantamiento militar viaja a la capital cántabra para impartir sus lecciones sobre medicina y biología. Laín no podrá ofrecer ninguna de las conferencias previstas; el día 19 de julio de 1936 se suspenden los cursos con motivo del alzamiento militar.
Gran parte de lo que sabemos sobre la vida y los pensamientos de Pedro Laín lo debemos a Descargo de Conciencia, su obra autobiográfica, que salió a la luz en 1976. En ella revisa su pasado político y acontecimientos como éstos que le hicieron tomar una decisión: tenía que llegar a la zona donde había triunfado la sublevación y desde allí "reclamar a su mujer y a su hija", que estaban en Valencia. Así, un mes después llega a Pamplona. En el Hospital Militar se ofrece para trabajar como médico, pero es rechazado y enviado a las milicias. Es entonces, en agosto de 1936, cuando ingresa en Falange, convencido por un militante antiguo amigo suyo y sin saber mucho del partido. Laín recuerda que Falange era "la primera organización política a la que pertenecía". Se confiesa falangista convencido cuando llega a sus manos un folleto con tres discursos de José Antonio, que con los años se le revelaría utópico. Sin embargo, pocos días habrían de pasar para que Laín sufriera su primera crisis de conciencia en el seno de Falange: tiene que presenciar la ejecución de un joven anarcosindicalista condenado a muerte. Después de este suceso se promete a sí mismo "no volver a tomar un arma en su mano y aceptar la Guerra Civil como un mal inevitable"; sencillamente, dedicarse a otra cosa. Así empieza a colaborar con el diario Arriba España. Sus dudas volverán a manifestarse con la noticia del asesinato de su suegro en Sevilla a manos de sus correligionarios.
En la primavera de 1938 Laín se traslada a Burgos cuando Ramón Serrano Suñer, ministro del Interior, le propone formar parte del Servicio Nacional de Propaganda. Acepta estos planes no sin recordar una vez más su escasa aptitud y vocación políticas. Sin embargo, le seduce la idea de poder trabajar junto a Dionisio Ridruejo, a quien le iba a ser encomendada la dirección del aparato de propaganda. Laín acepta la Secretaría de la Sección de Ediciones y se integra en un nutrido grupo que sería denominado "guetto al revés". En Descargo de Conciencia relata orgulloso Pedro Laín uno de sus logros en esta etapa, "conseguir que los libros de Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez y Federico García Lorca apareciesen de nuevo en las librerías". Más tarde, la Sección de Ediciones se convierte en Editora Nacional.
Termina la Guerra y empieza a crecer en Laín, según él mismo cuenta, un sentimiento reconciliador, un deseo de que vencedores y vencidos trabajen en una misma causa: la reconstrucción de una España herida. En septiembre de 1939 se traslada definitivamente a Madrid con aspiraciones literarias y docentes y "sin esperanza en la patria superadora que la Falange originaria prometió". Aun así continúa su actividad política como Consejero Nacional del Movimiento y director de la Editora Nacional hasta mediados de los 40. Década en la que, como él mismo relata, va "despidiéndose con alivio de la aventura falangista" y empieza a construir definitivamente su propio yo. Aún en estos años es subdirector de la revista Escorial que dirige Dionisio Ridruejo, y director de la Residencia de Estudiantes.
Según su testimonio, nada hay en su conducta política de lo que tenga que avergonzarse, aunque sí se arrepiente de ciertas cosas en las que erró "por ingenuidad o por desconocimiento"; por ejemplo, su posición al lado de Italia y Alemania durante la Segunda Guerra Mundial.
Muchos catedráticos, entre ellos Diego Gracia Guillén y Agustín de Albarracín, discípulo y amigo suyo, le han definido como "humanista", «honesto en su vida y en su tarea y con un profundo sentido del deber que en muchas ocasiones le obligó a decir sí cuando debiera haber dicho no".
Autor de medio centenar de obras, algunas políticas, otras históricas, la mayoría científicas y literarias, Laín Entralgo va a ser, ante todo, un reconocido académico: en 1942, con 34 años, se incorpora a la Cátedra de Historia de la Medicina de la Universidad de Madrid, que no abandonará hasta su jubilación en 1978. En julio de 1951 acepta con reticencias el cargo de rector que le ofrece Joaquín Ruiz Giménez, al frente entonces del Ministerio de Educación Nacional. Un puesto que abandonará con un "profundo sentimiento de fracaso" después de casi cuatro años y medio, al verse truncados sus impulsos liberalizadores y de apertura intelectual. Es elegido miembro de la Real Academia Nacional de la Medicina en 1946. En 1954 ingresa en la Real Academia Española, de la que será presidente entre 1982 y 1987. Desde 1964 formó parte de la Real Academia de Historia.
De entre los múltiples premios recibidos por Laín a lo largo de su carrera destacan el Nacional de Teatro en 1970, el Premio Montaigne (1976) o el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 1989. Cuenta Agustín Albarracín que Laín le confesó haber rechazado del Rey Juan Carlos la concesión de un título nobiliario.
Sin embargo, el mejor y más gratificante de sus premios fue, sin duda, haber acabado "realizando su vida y trabajando en lo que deseaba". Pedro Laín Entralgo muere en Madrid a los 93 años, el 5 de junio de 2001.
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