Poeta y escritor, es nombrado responsable del aparato de Propaganda de los rebeldes, un cargo del que dimitirá tras la victoria nacional al considerar que los ideales falangistas han sido supeditados a la voluntad de Franco
En marzo de 1938 Dionisio Ridruejo, joven poeta y miembro de Falange Española desde su fundación, ocupa el cargo de responsable de Propaganda en el bando nacional, merced a un nombramiento hecho por recomendación directa de su amigo Serrano Suñer, a la sazón ministro del Interior. Con un presupuesto menor del necesario por la escasez de medios, y rodeado de un nutrido grupo de intelectuales, Ridruejo pondrá en marcha la rueda que difundirá las ideas del nuevo régimen en la España resultante tras la Guerra y será uno de los políticos civiles con más poder dentro del régimen franquista hasta febrero de 1941, cuando dimita de su puesto. En su mente empiezan a aparecer las dudas, lo que ve a su alrededor se aleja de los postulados falangistas que pensaba que debían regir la vida española.
Tras luchar con la División Azul en Rusia, vuelve a España lleno de interrogantes. Toma la decisión de escribir al Generalísimo para comunicarle la renuncia de todos sus cargos y su insatisfacción por el papel irrelevante que estaba jugando Falange en el nuevo régimen. Sus críticas no pasarán desapercibidas: será condenado a confinamiento por rebeldía en Ronda. A partir de 1942 iniciará una nueva etapa en lo que sería llamada la oposición consentida. Pese a estar en contra de la Dictadura, criticar abiertamente la falta de libertad y, a partir de los años 60, liderar la creación de movimientos políticos clandestinos destinados a democratizar España, el peso de su pasado hará que sea respetado y admirado en su papel de literato y poeta.
Los historiadores y sus biógrafos nunca han tenido muy claro si en realidad Ridruejo había sido un poeta que se había dedicado a la política, o un animal político con alma de poeta. En los dos terrenos hay argumentos para destacarle. Fue uno de los protagonistas de la poesía española del siglo XX dentro de la Generación del 35, y un político cuyo pensamiento tuvo especial importancia tanto en los años 30 dentro de Falange, como cuando pasó a la oposición luchando por la democracia. En una de sus últimas entrevistas, concedida en 1975 a la londinense BBC, ante la pregunta de si le gustaría ser recordado como político o como poeta, respondió de una forma que muestra a las claras cuál era su compromiso: "Si he de elegir entre el destino de un poeta cuyos versos serán repetidos dentro de cinco siglos o el de un ciudadano que ha ayudado a que sus vecinos hayan podido vivir un poco mejor, aunque parezca mentira, elijo esta última aspiración".
Ridruejo nace dentro de una familia conservadora castellana en Burgo de Osma (Soria), el 12 de octubre de 1912. Huérfano de padre cuando apenas tiene tres años, su educación se enmarca dentro de unos valores tradicionales y cristianos. Sus estudios los cursa en un colegio de maristas, para pasar, en el bachillerato, a un centro de los jesuítas en Valladolid, en todos los casos siempre como interno. Con 16 años escribe sus primeras poesías, las cuales suman cierto prestigio cuando en 1933 empieza a colaborar en las páginas de cultura del semanario Blanco y Negro.
En 1928 inicia sus estudios de Derecho en la Universidad de los agustinos de El Escorial (Madrid), aunque los concluye en Segovia, localidad donde en ese momento residía su familia. Un punto importante en su formación es el curso de Periodismo que Ángel Herrera Oria impartía a través del diario El Debate. Una parte esencial de los conocimientos enseñados se centraban en técnicas de propaganda y activismo político, muy necesarias en plena confrontación dialéctica como la que se vivía en la Segunda República, y se aleccionaba a los alumnos en una línea editorial próxima a la CEDA y, especialmente, de defensa de España y la Iglesia.
Con apenas 20 años cumplidos, Ridruejo empieza a dar sus primeros pasos en política. Junto a toda su familia, incluidas sus tres hermanas, ingresa en la recientemente creada Falange Española. Aunque no aspira a ocupar puestos de dirección, según él comenta en sus memorias, su don de palabra y su oratoria le hará ascender rápidamente. En sus escritos de aquellos años afirma que no consideraba Falange como un partido ni de derechas ni de izquierdas, sino simplemente fascista, al igual que lo eran todos sus afiliados.
En 1935 es nombrado jefe provincial dentro de la Universidad de Segovia, y el propio José Antonio Primo de Rivera le encarga la labor de organizar dentro del Ejército un grupo de militares simpatizantes con Falange, pero no obtiene mucho éxito. Cuenta que cuando conoció al fundador, éste empezaba a sentirse inseguro sobre si él seria la persona indicada para soportar en sus hombros el futuro del fascismo en España.
En junio de 1936, Ridruejo es ascendido a jefe absoluto de Falange en Segovia, y tras producirse el alzamiento, asume la propaganda de Falange en Castilla La Vieja. Su papel como gran orador le hace ser muy redamado para dar numerosos mítines en la retaguardia, hasta el punto de que en enero del 37 Manuel Hedilla -ya jefe provisional de Falange- le nombra jefe provincial de Valladolid.
Durante aquellos meses se muestra fiel al nuevo líder de Falange, lo cual le sitúa entre los viejos camisas que no están a favor del Decreto de Unificación ni con el nuevo partido único creado por Franco. Ridruejo desconfía de esta unión, y considera lo sucedido como un "golpe de Estado a la inversa", en donde el Estado se levanta contra sus partidos. Su papel empieza a ser el de interlocutor a través del cual el resto de líderes provinciales se intentan dirigir a Serrano Suñer, quien lidera la nueva Falange de facto. En esos meses nacerá una estrecha colaboración y una gran amistad que les acompañará el resto de sus días.
Así, cuando en el primer Gobierno de Franco de enero de 1938 Serrano Suñer es nombrado ministro, la primera persona en quien piensa para dirigir el aparato de Propaganda nacional es en Ridruejo. La censura en todo momento permanece en manos de los militares, así que sus campos de actuación serán la propaganda exterior, la de retaguardia y la de terreno enemigo. Para ello crea departamentos de radio, cine, teatro, música, artes plásticas, propaganda directa y en los frentes... planes muy ambiciosos cuando el presupuesto con el que cuentan apenas alcanzan las 180.000 pesetas mensuales (incluyendo salarios, carteles, material, artos públicos, películas, compañías de teatro...).
El detalle más importante de los casi tres años en los que está encargado de la propaganda nacional es la confección del equipo de intelectuales con los que llevará a cabo su tarea de total dirigismo cultural -en el sentido más autoritario posible- y una organización de instrumentos de comunicación públicos que cubriesen todos los campos.
El encargado de las ediciones es Pedro Laín (a la postre uno de sus más fieles amigos y su maestro a partir de entonces), y junto a él trabajarán Luis Rosales o Gonzalo Torrente Ballester. El teatro se lo encomienda a Luis Escobar. Y dentro del largo grupo de colaboradores que aportarán algo en aquel proyecto se puede añadir a Eugenio d'Ors, Agustín de Foxá, Manuel Machado, Edgar Neville...
En su autobiografía, Casi unas memorias, Ridruejo relata cómo nunca podrá llevar a cabo con libertad sus ideas o iniciativas, pues sus departamentos sufren una constante presión y censura militar. Al año de acabar la Guerra, intuye que comienza una etapa de gobierno militar, que no se trata de un periodo de transición. Sus ideales han triunfado, pero no observa los cambios en la sociedad que su falangismo desea. Por ello, en febrero de 1941 abandonará su puesto, dando inicio a unos meses que serán "los más contradictorios, desgarrados y críticos de mi vida".
Funda con su amigo Laín la revista Escorial con la que pretende acabar con el clima de intolerancia hacia los intelectuales que se vive en España e incluso mostrar una cierta comprensión hacia los perdedores. No obstante, aún sigue teniendo claro que la miseria en la que se ve atrapada España se debe a un complot anglo-francés, contra el cual sólo se puede luchar apoyando al fascismo europeo en guerra. Aprovecha la ocasión y se alista en la División Azul.
Cuenta que va a luchar cargado con todos sus prejuicios nacionalistas, pero que en verdad se trata de una excusa para huir de la contradicción y disgusto que la política española le está causando. Su campaña en Rusia le sirve para dejar a un lado su idealismo juvenil (acababa de cumplir 30 años), volver a España con la conciencia libre de recelos, y, tras su visita a Alemania, desconfiar de lo que el triunfo del nazismo podría significar.
Según relata, la represión alcanza proporciones absurdas, Falange está aborregada e incluso se vive un proceso de depuración interna: "Mi partido ya jamás podría imponer las reformas que España necesitaba".
Tras unos días de debate interior, se decide a escribir "al jefe del Partido (Franco) para mostrarle mi desafección a la causa en la que había estado implicado". En una histórica misiva dirigida al jefe del Estado con fecha 7 de julio de 1942, Ridruejo intenta limpiar su conciencia, defender la Falange con la que él había soñado, y criticar la labor de Franco. "Seguir viviendo silencioso como un elemento, aunque insignificante, del régimen, me parece un acto de hipocresía. (...) Llegué a pensar que, dentro del régimen, Falange terminaría por ser el instrumento del pueblo español para la realización histórica refundidora que habíamos pensado. Pero no ha resultado así y lleva camino de que no resulte nunca. (...) El régimen entero debería ser ocupado por auténticos falangistas y el jefe del régimen debería ser un auténtico jefe de esa Falange. Falange gasta estérilmente su nombre. Y he aquí la verdadera realidad del régimen: 1º. Fracaso del plan de gobierno y de la autoridad económica. 2º. Debilidad del Estado al utilizar una política excluyente de estilo conservador. 3º. Confusión y arbitrariedad de la justicia con los rojos. 4º. Conspiración incesante de los sectores reaccionarios. 5º. Olvido total de la verdad fundacional falangista...".
En total, cinco folios de durísimas críticas. Presentará su renuncia a todos sus cargos políticos y culturales -como la dirección de la revista Escorial- y pocos días después mandará otra misiva similar a Serrano Suñer. La respuesta no iba a tardar mucho en llegar y será fulminante: confinamiento en Ronda, Málaga. A través de orden gubernamental se le condenaba a residencia forzosa bajo vigilancia policial. A partir de ese momento iniciará la llamada oposición consentida.
Vivirá unos años confinado en Cataluña y Baleares, escribiendo en numerosas revistas y publicando varios libros. A finales de 1948 se le levanta la pena de destierro. En 1950 publica un libro recopilatorio de sus poesías llamado En once años, gracias al cual es galardonado con el Premio Nacional de Literatura. En 1951 es nombrado director de Radio Intercontinental de Madrid, y en 1954 es premiado con el galardón periodístico Mariano de Cavia.
Nunca había simpatizado con la política franquista, y a partir de 1955 empieza a hacer oposición directa. Se propone utilizar cualquier debate, cualquier tribuna a su alcance para comunicar sus ideas renovadoras. Detenido en 1957 tras una charla, a su salida de la cárcel funda de forma ilegal y clandestina el Partido Social de Acción Democrática. Con él planea conducir a la sociedad española hacia una futura convivencia democrática. Para ello no renuncia a contar con ningún sector de a sociedad del cual puedan surgir iniciativas que expresen el inconformismo y reclamen la libertad. Llama a la resistencia y protesta civil y, cuando sea posible, a que se asista a manifestaciones pacíficas, apelando además a la unión de todos los grupos políticos.
En 1962, participa al frente de su partido en un congreso del movimiento europeo en Múnich, donde se reúnen varias asociaciones de oposición a Franco. El acuerdo final expresa la necesidad de que España se integre en Europa, para lo cual deben transformarse sus organizaciones políticas en estructuras democráticas. En el manifiesto final se pide la garantía de los derechos de la persona, y en especial los de libertad individual, de opinión y la supresión de la censura gubernamental. Por primera vez, la oposición al régimen se organiza. La reacción franquista no se hace esperar. Quince de los 80 asistentes al Cotuberni de Múnich son desterrados y se moviliza a las bases falangistas para pedir la cabeza de los líderes. Los resultados en cuanto a cambios sociales, evidentemente, son nulos.
A Ridruejo se le da a elegir entre un nuevo confinamiento en Canarias o exiliarse. Elige el destierro en París. Hace un intento clandestino de volver en 1964, con el cual sólo consigue ingresar en Carabanchel. Sigue publicando libros de poemas y políticos. Profesor en varias universidades estadounidenses, también vive algunos meses en México, combinando estos años con algunas estancias en España. Su última aportación al mundo político es la creación en 1974 de la Unión Social-Demócrata Española. El 29 de junio de 1975 fallece de un ataque cardiaco en Madrid.
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