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domingo, 6 de enero de 2013

Luis González Ubieta (1899-1950

El hasta ahora jefe del Estado Mayor Central de la Armada republicana es nombrado jefe de la Flota. Pese a protagonizar éxitos como el hundimiento del 'Baleares', meses más tarde queda relegado a la plaza de Menorca

Cuando Luis González Ubieta es nombrado jefe del Estado Mayor Central de las Fuerzas Navales de la República el 29 de diciembre de 1936 cuenta con 37 años de edad. La Gaceta le define como "uno de los que más firmemente se han opuesto a los planes de los conspiradores". Este capitán de corbeta destaca por su carácter, cualidad muy importante si se tienen en cuenta las condiciones de inferioridad en las que se encuentra la Flota republicana.

El levantamiento le sorprende al mando del Artabro, un buque explorador de la Flotilla de Vigo que está en manos de los sublevados. Pocos días después del inicio del conflicto, el Artabro y el remolcador Cíclope, comandado por Miguel Buiza, pasan al bando republicano. Ambos capitanes comienzan así su escalada militar en la Marina republicana.

González Ubieta asume el mando de destructor José Luis Diez hasta que en los primeros días de agosto releva al teniente de navio Vicen:e RanVrez como jefe de a flotilla de destructores.


Su hermano Alvaro es ínterventor civil del vapor España número 3, que ha quedado en manos de los sublevados. La noche del 17 al 18 de agosto el barco se hace a la mar en Cartagena. Poco después torna con su cadáver y los de otros 146 marinos, consecuencia de un ataque propinado como venganza al bombardeo nacional del Jaime I.

La marcada personalidad castrense de Luis González Ubieta lleva al comisario general Bruno Alonso a decir que en su figura reaparece "el antiguo espíritu despótico". Pero ese espíritu resulta de gran utilidad para restablecer el orden entre sus filas. Y para misiones difíciles como la recuperación del Gravina, atracado en Casablanca para su reparación. El alférez del buque, Alberto Caso Montaner, era pro nacional, y su dotación estaba siendo tentada para que entregara el destructor a los sublevados. El 8 de noviembre, González Ubieta parte de Casablanca y arrumba hacia cabo San Vicente, en dirección opuesta a la perseguida, con lo que consigue eludir la vigilancia que la Marina y la Aviación franquistas mantienen en la cara occidental del Estrecho de Gibraltar. El 9 de noviembre Ubieta incorpora definitivamente al Gravina a la flotilla que se encuentra en Cartagena sin que se produzcan mayores incidentes.

Ya como jefe del Estado Mayor Central de las Fuerzas Navales de la República, González Ubieta decide concentrar sus efectivos en el Estrecho, quizás llegando a desatender el Frente Norte. "No hay que olvidar", dirá, "que en esta Guerra todos debemos poner algo de nuestra parte para ganarla y correr los riesgos naturales de la misma mientras no puedan evitársenos". De este periodo, el historiador Michael Alpert, en su estudio La Guerra Civil en el mar, culpa a González Ubieta de no percatarse de la inactividad del destructor y el submarino encargados de defender el frente cantábrico.

En el mismo sentido, Nikolai Kuznetsov, en Na dalekom meridiane, denuncia su falta de agresividad contra el enemigo cuando en octubre de 1937 sustituye a Buiza en la jefatura de la Flota. Sin embargo, consigue imponer disciplina en los efectivos que aún permanecen fieles a la República: destina a la brigada de fortificaciones a los individuos que perdieran su barco, algo demasiado frecuente en las filas republicanas y que no se había podido corregir con multas ni encarcelamientos.

A pesar de sus esfuerzos, cuando finaliza la Campaña del Norte y las acciones franquistas se intensifican en el Mediterráneo, González Ubieta, presionado por el Gobierno, necesita volver a reactivar a sus unidades y dotarlas de una mayor combatividad y disciplina.

El 6 de marzo de 1938 se produce un primer encontronazo entre ambas flotas, cuando dos cruceros y tres destructores republicanos se encuentran cerca de Ibiza con los navios franquistas Almirante Cervera, Baleares y Canarias, que protegen un convoy con material de guerra italiano. En el combate, los destructores republicanos lanzan una docena de torpedos, de los que uno impacta contra el Baleares. Poco después abandonan el lugar de batalla. Aunque unas horas más tarde se produce el hundimiento del crucero franquista con toda su dotación, González Ubieta tiene que dejar escapar a los otros dos ante la escasez de munición y la lentitud con la que navega el Méndez Núñez. A pesar de este éxito inicial, las operaciones de la Marina y la Aviación franquistas se intensifican, y los meses siguientes se saldan con numerosos hundimientos y apresamientos entre los republicanos.

Unos meses más tarde, la reorganización de los mandos lleva a González Ubieta a la base de Menorca, un destino sin importancia en el transcurso de la Guerra, pero que tras la caída de Cataluña y el establecimiento en Mallorca de la base de los sublevados se encuentra en una difícil situación. El crucero Devonshire fondea en Mahón bajo el mando del comandante inglés Muirhead-Gould, que baja a tierra para saludar a Ubieta e intentar acercar posturas con los nacionales. Cuando éste le devuelve la visita se encuentra al franquista Fernando Sartorius, conde de San Luis, en el interior del crucero, dispuesto a negociar la rendición de la isla. En estos días la situación se presenta complicada para el ya vicealmirante: la propaganda franquista merma la moral de las tropas menorquinas y se produce un levantamiento en la Ciudadela. Además, unos bombardeos asolan el casco urbano de la capital. La rendición se convierte ya en la mejor salida.

A pesar de ello, González Ubieta espera órdenes. Pero son los últimos días de la Guerra y el caos prolifera en el Gobierno y el Ejército. Cuando consigue hablar con Buiza de nuevo, jefe de la Flota, éste le otorga toda su confianza: "No dudaba de que sabría resolver el asunto con su probada hombría y lealtad". A Ubieta poco más le queda ya que pactar las condiciones de la derrota con el conde de San Luis: durante la noche del 8 al 9 de febrero, 452 personas son evacuadas a bordo del Devonshire y otras 70 en una embarcación menor, siendo llevadas hasta Marsella.

A partir de entonces, Luís González Ubieta se traslada a un exilio americano desde donde estudia las posibilidades con que cuenta para volver a España a través de una carta enviada a un jefe de la Armada. La respuesta es contundente: la postura de Luis Carrero Blanco, una figura ya muy influyente en la época, respecto a los marinos exiliados es inflexible.

En esta situación, a Ubieta no le queda más remedio que rehacer su vida en América. Se convierte en el segundo de a bordo de un carguero que cubre rutas entre puertos de California y América del Sur. Allí también logra ascender a capitán, y con este rango le sorprende la muerte en el mar, en 1950.

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