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sábado, 1 de noviembre de 2025

Banco de España: oro, poder y división

Descubre el papel crucial del Banco de España durante la Guerra Civil: el traslado del oro, la división institucional y su impacto en ambos bandos.

El Banco de España en la Guerra Civil: cuando el oro decidió el destino de una nación

En julio de 1936, España se partió en dos. Pero antes de que las balas silbaran en las calles, una institución clave ya se había fracturado: el Banco de España. Lejos de ser un mero observador, el banco central se convirtió en un actor estratégico cuyas reservas, decisiones y lealtades influyeron directamente en el curso del conflicto. Su historia durante la Guerra Civil es una crónica de oro, poder, lealtades enfrentadas y maniobras financieras clandestinas.

La fractura institucional del Banco de España

Horas antes del estallido de la sublevación militar, Pedro Pan Gómez, subgobernador del Banco de España, huyó a Burgos junto al político monárquico Antonio Goicoechea. Su objetivo: crear un banco central alternativo al servicio del bando sublevado. Este acto marcó la primera escisión institucional del banco.

Mientras en Madrid el gobierno republicano mantenía el control del edificio central y de la mayor parte de sus activos (aproximadamente el 65 % de los efectivos bancarios), en Burgos se constituyó un Banco de España paralelo, con sede en la capital de la Junta de Defensa Nacional. El gobierno republicano respondió cesando a Pan Gómez y nombrando a Julio Carabias Salcedo como nuevo subgobernador.

El oro de Moscú: la operación más controvertida

Uno de los episodios más decisivos —y polémicos— fue la evacuación de las reservas de oro del Banco de España. Bajo la dirección del ministro de Hacienda republicano Juan Negrín y con la autorización del gobernador Luis Nicolau d’Olwer, el gobierno decidió enviar 510 toneladas de oro (equivalentes a unas 2.202 millones de pesetas-oro) a la Unión Soviética en 1936.

Este oro se utilizó para comprar armamento a la URSS y a Francia, en un intento desesperado por sostener el esfuerzo bélico republicano. La operación, conocida como el "oro de Moscú", sigue siendo objeto de intenso debate histórico: para algunos, una medida de supervivencia; para otros, un saqueo que privó a España de su principal respaldo financiero.

Finanzas de guerra: dos bancos, dos monedas

La división del Banco de España trajo consigo una doble política monetaria:

  • En la zona republicana, el Banco de España mantuvo su sede itinerante: primero en Madrid, luego en Valencia y finalmente en Barcelona. Impuso un corralito inmediato tras el estallido de la guerra, limitando las retiradas a 2.000 pesetas.

  • En la zona franquista, el banco de Burgos financió la guerra mediante créditos internacionales, especialmente con Alemania e Italia, a quienes se pagó con divisas y oro. Además, creó un fondo secreto con billetes republicanos capturados, usados para operaciones de inteligencia y desestabilización en la retaguardia enemiga.

Este fondo, gestionado por un comité encabezado por el coronel José Ungría, permitió al bando nacional devaluar artificialmente la moneda republicana, dificultando sus compras en el extranjero y minando su credibilidad financiera.

Supervivencia y legado: del conflicto a la dictadura

Tras la victoria franquista en 1939, el Banco de España fue reunificado bajo control nacionalista, pero perdió autonomía frente al Ministerio de Hacienda. Se creó el Instituto Español de Moneda Extranjera, que asumió competencias clave como el control del cambio oficial de la peseta.

Durante la posguerra, el banco operó en un marco de autarquía económica, hasta que en los años 50, con figuras como Juan Sardá al frente de su Servicio de Estudios, comenzó a recuperar influencia técnica, preparando el terreno para la apertura económica de 1959.

Conclusión: más que un banco, un campo de batalla

El Banco de España no fue un mero testigo de la Guerra Civil. Fue escenario, botín y arma. Su oro alimentó la guerra, su división reflejó la del país, y sus decisiones marcaron el destino de millones. Comprender su papel permite entender no solo la dimensión financiera del conflicto, sino también cómo las instituciones económicas pueden convertirse en frentes de batalla ideológicos.