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miércoles, 22 de enero de 2014

Samuel Ros (1903-1945)

Escritor valenciano afín a la causa nacional y miembro del círculo íntimo de José Antonio, su pasión por Falange le convierte en asiduo colaborador de la prensa del partido llegando a dirigir varias de sus publicaciones

"¡Qué tragedia! Envejecían sus manos y no envejecían sus sortijas". Esta gregue­ría de Ramón Gómez de la Serna, gran amigo y men­tor del escritor valenciano Samuel Ros, parece estar dedicada al espíritu inquieto y, a veces, contradictorio de este joven escritor que tocó el género del humor gro­tesco, soñó con el romanticismo poético de la vida bohemia, disfrazó sus novelas con la sátira y rozó el estilo de prosa modernista, hasta que viró el rumbo de su vida deslumbrado por los valores e idea­les falangistas que, como simbólicas sorti­jas, representaron un gran compromiso social y político, una dedicación que le mantuvo activo hasta el final de sus días y desplazó a un segundo plano su voca­ción literaria.

No es extraño que Samuel Ros se sin­tiera atraído por los libros desde su infancia, ya que fueron sus mejores com­pañeros durante los años en los que, huérfano de padre, estuvo viviendo con su tío -terrateniente de la zona interior de Valencia- en una casona que conta­ba con una nutrida biblioteca.

Samuel Ros nace el 9 de abril de 1903, en Valencia. Sus padres, per­tenecientes a la clase más acomoda­da de la capital valenciana, propor­cionaron a su hijo una cuidada educación en un colegio jesuí­ta. Influenciado, posiblemente, por unas circunstancias de vida en las que la disciplina y la soledad ocupaban gran parte de su tiempo, Samuel Ros fue convirtiéndose, poco a poco, en un adolescente melancólico que aprendió a descargar, a través de la es­critura, sus iras y conflic­tos personales.


En 1920, con tan sólo 16 años, inicia un viaje que le lleva a conocer Inglaterra, Alemania y Francia, permaneciendo fi­nalmente en París hasta que se ve obliga­do a regresar a España para realizar el ser­vicio militar. Durante ese corto periodo castrense, escribe su primera novela, Las Sendas, que publica en 1923, año en el que se traslada a vivir a Madrid y co­mienza su carrera en Derecho. Tras su pa­so por la mili, se prepara para el servicio diplomático, pero el rotundo éxito de Bazar -su segunda novela, de corte vanguardista- le anima a abandonar la di­plomacia y seguir escribiendo. Comienza entonces su periplo por los cafés literarios, dando preferencia al café Pombo, en la madrileña calle de Carretas, donde forja una gran amistad con Ramón Gómez de la Serna. La clara influencia que éste ejerce sobre el joven Samuel Ros, se ve reflejada en su forma de escribir, que da paso a la publicación de una serie de cuentos en los que abundan el humor absurdo y surrea­lista, y el uso de las metáforas simbólicas y las greguerías tan propias de su amigo Gómez de la Serna.

Pero no toda la influencia de sus amis­tades es literaria. También los principios ideológicos tienen peso en su vida, por lo que Samuel Ros sustituye la tertu­lia de Ramón Gómez de la Serna, en el café Pombo, por el círculo de José Antonio Primo de Rivera en el café de la Ballena Alegre. Su cre­ciente amistad con Eugenio Montes -falangista combativo- le anima a tomar parte activa en el com­promiso social y político de Falange.

Su entusiasmo -hacia los ideales falangistas- y fervor político hacen que vaya perdiendo interés por la creación literaria, aunque no por ello deja de escri­bir, sino que da un giro hacia el periodis­mo político y se convierte en el más asi­duo colaborador de la prensa falangista.

Sin embargo, la muerte de su amante y correligionaria, Leonor Lapoulide, en julio de 1935, a consecuencia de un aborto, le hace retornar a la novela con un renovado sentimiento de existencialismo romántico y resignado que refleja en relatos como Los vivos y los muertos o Historia de dos lechugas enamoradas.

Al poco tiempo de estallar la Guerra, Samuel Ros se encuentra refugio en la embajada de Chile, donde coincide con Sánchez Mazas, situación que refleja en la novela Meses de esperanza y lentejas. Y es en abril de 1937, cuando Ros viaja a Chile en la función de delegado de Prensa y Propaganda del Estado nacional. También ejerce de director de coordinación del diario Voz de España y funda la revista España nueva.

En agosto de 1938, Samuel Ros regre­sa a San Sebastián, donde publica En ese momento, una singular novela al servicio de FET y de las JONS.

Al finalizar la Guerra Civil, es cuando Samuel Ros regresa a Madrid para for­mar parte del equipo de organización del diario Arriba. En noviembre de 1939, se le encarga un reportaje sobre el traslado de los restos mortales de José Antonio, el cual aparece, un año más tarde, publica­do como libro bajo el titulo A hombros de la Falange, de Alicante a El Escorial.

Otra de las facetas que Ros desarrolla una vez que finaliza el conflicto es la de autor teatral. Probablemente, su pasión por el mundo de las tablas viene de la relación que mantuvo con la actriz María Paz Molinero que, además, será la prota­gonista de varias de sus obras. Tras el estreno de su ópera prima, La felicidad empieza mañana, Ros le coge el gustillo a esto de dirigir y, en 1940, adapta una versión de la obra Aurora Clara Boothe, norteamericana, bajo el título de Mujeres, que goza de gran éxito entre la crítica de la época. Ese mismo año, el escritor falangista se hace cargo, en sus­titución de Manuel Halcón, de la direc­ción de la revista Vértice -publicación falangista fundada tres años antes-. Al éxito de Mujeres, le sigue el de En el otro cuarto -estrenada en noviembre-, Víspera (abril de 1941), La digestión del hambre (1942) u Otra vez vivir (1943).


Samuel Ros compagina la dirección teatral con la dirección de Vértice hasta 1943, momento en el que su antiguo amigo, José María Alfaro, lo sustituye al frente de la publicación, A partir de este momento es cuando su ánimo se derrumba y se suceden las depresiones. Ni siquiera el Premio Nacional de Literatura, que obtiene un año después por el conjunto de cuen­tos Con el alma aparte, consigue animarlo.

"En los relatos de Ros, tras la Guerra y tras su tragedia personal, se siente un elemento angustioso, una pesadumbre constante ante la muerte y ante el paso del tiempo. Preocupado por el destino, por el pasado y por el futuro, la suya es una continua búsqueda de trascendencia, que suele resolverse en el amor como plenitud, finalmente malo­grado e incompleto por la muerte de la amada. Ésta siempre desaparece en sus relatos y sólo tiene entidad como recuer­do, como angustia. Este Ros, lleno de in­terrogaciones, describe bien en sus cuen­tos sus experiencias angustiadas y sus sentimientos obsesivos", afirman los her­manos Carbajosa, Mónica y Pablo, en su libro La corte literaria de José Antonio.

El 6 de enero de 1945, Samuel Ros fallece debido a una complicada opera­ción de apendicitis. Su entierro, al que acude una amplia representación de la rama intelectual de la época, se con­vierte en una manifestación político- cultural del Régimen.

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