Escritor —periodista, ensayista, novelista y dramaturgo— y político socialista que evolucionó de la social-democracia a un socialismo moderado, pasando por el revolucionarismo pro soviético y el anticomunismo, cuñado de
Julio Álvarez del Vayo, fue consejero intelectual de
Francisco Largo Caballero y subsecretario de Trabajo cuando este último desempeñó dicha cartera al proclamarse la República.
Elegido diputado por el Partido Socialista en las Cortes Constituyentes (Bilbao), salió reelegido por el mismo partido (Madrid, capital) en las de 1933 y 1936.
Miembro de la Diputación Permanente de las Cortes en esta última legislatura y concejal del ayuntamiento de Madrid, pero ya en junio obtuvo acta de diputado, siempre por el PSOE, en las elecciones a Cortes Constituyentes. Su principal aportación parlamentaria fue un discurso en defensa del que sería artículo 1.º de la Constitución de 1931: “España es una república democrática de trabajadores”.
En febrero de 1932, tuvo que abandonar el cargo de subsecretario del Ministerio de Trabajo, por ser nombrado por el Gobierno republicano embajador de España en Berlín. Permaneció en el puesto hasta mayo de 1933, cuando presentó su dimisión para volver a la política española.
A su vuelta a España, Araquistáin inició una cruzada contra el socialismo reformista y contra la colaboración de la izquierda con la burguesía liberal. Su conferencia en la Casa del Pueblo de Madrid titulada
Una lección de historia: El derrumbamiento del socialismo alemán (29 de octubre de 1933) puede considerarse un compendio de las ideas que venía defendiendo desde su regreso de Alemania. Su radicalización política tuvo una influencia decisiva en el llamado “giro bolchevique” del socialismo español, protagonizado principalmente por
Largo Caballero, su mentor en el partido. En 1934 funda y dirige la revista marxista
Leviatán, verdadero laboratorio ideológico de ese nuevo socialismo insurreccional por el que aboga. En las elecciones de febrero de 1936 es elegido nuevamente diputado y en abril se hace cargo de la dirección del periódico
Claridad, órgano de las juventudes
caballeristas,publicación siempre en pugna con
El Socialista, diario del ala
prietista del PSOE. Por esas fechas,
Manuel Azaña, en una carta a su cuñado (10 de abril de 1936), atribuye al “araquistainismo” el haber envenenado al socialismo español con su radicalismo bolchevique.
Iniciada la Guerra Civil,
Azaña encargó la presidencia del Gobierno a
Largo Caballero (4 de septiembre de 1936), Araquistáin fue destinado como embajador a París, donde desempeñó un importante papel en la compra de armas para la República y en la participación española en la Exposición Universal.
Su correspondencia desde París con Largo Caballero y con el ministro de Estado, y concuñado suyo,
Álvarez del Vayo, muestra su punto de vista sobre la complicada situación política de la República y del gobierno del Frente Popular. En vísperas de la crisis de mayo de 1937, Araquistáin aconsejó a Caballero un entendimiento con “los rusos”, antes de que, según él,
Indalecio Prieto llegara a un pacto con ellos para desplazar a los
caballeristas del poder. La caída del gobierno de Largo Caballero motivó la renuncia de Araquistáin a la Embajada en París, su regreso a España —primero a Valencia, luego a Barcelona— y un giro completo en su posición política, marcado por un acérrimo anticomunismo. De ahí su violenta ruptura política y personal con sus amigos
Álvarez del Vayo y
Juan Negrín.
Con la caída de Cataluña en poder de
Franco en febrero de 1939, Araquistáin emprende un exilio sin retorno. Tras un fugaz paso por París, se instala en Londres. Desde el exilio inició un ajuste de cuentas en la prensa internacional con la política de
Negrín y de los comunistas, que respondieron acusándole de traidor a la República. Durante la Guerra Mundial trabaja como propagandista de la causa aliada, en estrecha colaboración con los servicios de propaganda británicos.
En la tesitura de la guerra fría mantuvo una denuncia constante del expansionismo soviético y un apoyo incondicional a Estados Unidos en su política de contención del comunismo. Fue partidario, desde fecha muy temprana, de un acuerdo del PSOE con los monárquicos de don Juan y de la búsqueda del apoyo norteamericano y británico a una alternativa razonable al franquismo, que excluyera expresamente a los comunistas.
En 1947, en un acto de las Juventudes Socialistas en Toulouse, presentó un balance muy crítico de la Segunda República en una conferencia titulada Algunos errores de la República española. Pese a sus posiciones heterodoxas en relación con la situación española, con la política de la izquierda y con la República en el exilio, la voz de Araquistáin fue siempre escuchada con atención entre los socialistas españoles, sobre todo entre los más jóvenes.
Autor de numerosos libros de viajes, novelas, obras escénicas, ensayos, etc., y de algunos otros relacionados más o menos directamente con la guerra española de 1936-1939: El comunismo en la guerra civil española (Imp. de Travailleurs Réunis, Carmaux, 1939), España ante la idea sociológica del Estado (UGT, París, 1953), España en el crisol (Un Estado que se disuelve y un Pueblo que renace) (Minerva, Barcelona, s.a.), La verdad sobre la intervención y laño intervención de España (Barcelona, s,a,), Mis tratos con los comunistas (Ed. de la Secretaría de Propaganda del Partido Socialista Obrero Español en Francia, Toulouse, 1939). Colaborador de los principales diarios y revistas españoles e hispanoamericanos. .
V. Cortes republicanas.
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