Al estallar la Guerra Civil no quiso sumarse a los sublevados —no obstante su condición de católico y estar conceptuado como persona de filiación derechista—, sino que, por el contrario, se puso, con las fuerzas a su mando, a disposición del Gobierno republicano, ateniéndose a las órdenes que recibieron por sus tres cadenas de mando: el consejero de Gobernación de la Generalitat, José María España, de quien dependían las competencias de orden público y seguridad; el general jefe de la división orgánica, Francisco Llano de la Encomienda, a quien debían obediencia los guardias civiles en su condición de militares; y el inspector general de la Guardia Civil, el general Sebastián Pozas, máxima autoridad del cuerpo al que pertenecían. La posición que tomó Aranguren contribuyó decisivamente a que Barcelona no cayese en poder de los rebeldes, cuando Goded le llamó por teléfono para exigirle que se uniera a la sublevación, cuya suerte ya se veía comprometida en las calles de Barcelona por la acción de las fuerzas de seguridad dirigidas por el comisario general de Orden Público de la Generalitat, Frederic Escofet, los guardias civiles de Aranguren y el apoyo de los milicianos, anarquistas y de otras ideologías, que se enfrentaron desde el principio a los rebeldes.
Goded, que necesitaba desesperadamente sumar a los guardias civiles a su causa, llegó a amenazar a Aranguren con fusilarle, pero éste mantuvo su promesa de fidelidad a la República, en cumplimiento de la ley, y que para Aranguren, de firmes convicciones religiosas, era un compromiso definitivo e inegociable.
Aranguren fue uno de los testigos de cargo en el proceso a que fueron sometidos los generales Goded y Fernández Burriel como consecuencia del alzamiento militar.
Durante la contienda mandó algún tiempo la 4.ª División Orgánica (Cataluña), cuyo cargo desempeñó más nominalmente que de hecho, dada la prepotencia del Comité de Milicias Antifascistas de Cataluña y la amplitud de funciones que asumió la Consejería de Defensa del Gobierno de la Generalidad catalana.
Después de los sucesos de mayo de 1937 pasó a desempeñar la comandancia militar de Valencia, en cuyo cargo continuó hasta el final de la guerra, negándose a abandonar España en los últimos momentos por considerar que se había limitado a cumplir con su deber. A la entrada de los nacionalistas en dicha ciudad fue detenido, sometido a un consejo de guerra. El auditor de guerra del tribunal militar territorial incorpora al sumario de la causa 1/39 que lo sentencia a muerte, como reo de rebelión militar por su actuación el 19 de julio de 1936 en su calidad de general jefe de la Guardia Civil en Cataluña, a las órdenes de la Generalitat y del gobierno y frente al alzamiento encabezado en Barcelona por el general Manuel Goded Llopis. El día siguiente, 21 de abril de 1939, a las cinco de la mañana, un pelotón acaba con su vida en el entonces llamado Camp de la Bota de Barcelona (el actual Fòrum).
V. Barcelona, alzamiento en.
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