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domingo, 7 de julio de 2019

Balance moral

Cada vez que un hombre se dice para sí, "¡hoy hace un año", ya sea triste o placentero el sabor que destila el recuerdo evocado, su espíritu, respetuoso con el ciclo de tiempo que por costumbre y tácita convención humana le invita a rememorar y rendir tributo al recuerdo que cumple un año en la soledad y el silencio del pasado, se recoge, vuelve hacia atrás, bucea y escudriña en la memoria, y como si la vida se parase y diese un salto sobre ella misma, revive, analiza, saborea y juzga el acontecimiento que ha hecho decir a sus labios "hoy hace un año". 

¿Cuántos españoles habrá que hoy, 18 de julio, no se hayan dicho al saltar de la cama, o al pisar la calle o el encontrarse con alguien... "¡hoy hace un año!"... ¡Un año ya! ¿De qué? No hace falta decirlo, porque está en el ánimo de todos y todos recordamos lo mismo, cada cual con su cliché propio, con sus recuerdos personales, con sus impresiones vividas, con los juicios, temores, anhelos, entusiasmos o dudas que acaso no se exteriorizaron en palabras y quedaron almacenados en el secreto de su espíritu. 

¡Un año! Fueron los destinos de España los que se pusieron en juego con aquella divisa de "Fe ciega en el Triunfo" que resonó en el solar hispano como golpe de clarín encargado de despertar las conciencias de los buenos hijos de la Patria envilecida, despedazada, manchada de lágrimas, de lutos y de sangre, que agonizaba entre las manos de una cuadrilla de desalmados que se decían españoles y eran internacionales, que se llamaban demócratas y eran ególatras y laicos, que se consideraban civilizados y eran viles destructores de cuanto la cultura y la civilización hispana habían amontado durante siglos en la santa tierra en que nacieron. 

Y entonces, en una isla famosa por el mundo entero por su clima, por sus flores y por sur cumbres, tierra española la más alejada del corazón de España, marcada por el destino como ruta de galeones y carabelas y la única en el orbe que infligió su sola derrota a Nelson, surgió un hombre, tomó el camino de África, saltó luego a España y paso a paso fue barriendo la tierra, abriendo surcos, sembrando semillas de hidalguía, de lealtad, de fe, de decoro, de virtud, de cuanto en fin nos había hecho grandes, poderosos, respetados y dignos en la Historia y que acaso por eso perseguían los ruines y malvados amos que como excrecencias se habían encaramado a lomos de la Patria. 

Una «estela de luz iba quedando por donde quiera que pisaba el Caudillo en su marcha triunfal por las tierras andaluzas, extremeñas y castellanas, y otro chorro de luz venía a su encuentro desde el Norte marcando el paso del nunca bastante llorado General Mola :y esa luz ante la que huían asalariados, ateos, iconoclastas, sádicos y blasfemos, iba bañando las tierras de España ganadas al Anticristo, y las iba exorcizando, redimiendo, limpiando de lacras y de inmundicias, cual si al cruzar por ellas el Caudillo las fuese bautizando de nuevo, dándoles paz y fe, bienestar y decencia, justicia y trabajo. 

Aún quedan sombras en el solar hispano, que un año es poca cosa para limpiar con luz miles de leguas de tierra, cientos de pueblos y millones de gentes; pero, no importa, el Caudillo está en marcha y la antorcha que lleva su puño providencial no se apagará hasta llegar a los rompientes de la Costa Brava y hasta las arenas negras.de las playas levantinas. 

¿Es posible que aún quede un solo tinerfeño que no sienta muy adentro el orgullo inmenso de saber que fue de aquí, de este hogar isleño rodeado del Mar Hispano, de donde salió el Caudillo con la antorcha en alto para redimir a España? ¿Es posible que a la sombra de este grandioso Teide que cobijó los anhelos y los entusiasmos santos del Caudillo, viva alguien que no se dé cuenta de la suerte gloriosa que cupo a esta isla y a sus hijos? 

¡Mas vale pensar y decir que no, que no hay ninguno!

La Gaceta de Tenerife : diario católico de información: Año 8923 Número - 1937 julio 18

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