Adsense

sábado, 15 de junio de 2019

El poder de las milicias


Serios, así se muestran los ros­tros de los representantes políticos de la Generalítat el 18 de julio de 1936. Amplias discusiones y largas reuniones deben determinar la gobernabilidad de un terri­torio en guerra. Los teléfonos suenan el 20 de julio de 1936. El presidente, Huís Companys, ha convocado una reunión con distintos líderes de la CNT y la FAI donde les propone formar un gobierno en el que la representación política esté de acuerdo con el poder de facto desplegado en las calles de toda Cataluña.

En consecuencia, la CNT convoca un Pleno extraordinario el 21 de julio por el cual decide formar parte de este Comité de Milicias Antifascistas, que se constituye ofi­cialmente ese mismo día y en el que se pretende aglutinar fuerzas contra el golpe de Estado, coordinándolas política y mili­tarmente. Se trata así de solventar la nece­saria mezcla entre Gobierno y revolución, en un momento en el que ambas deben hacerse compatibles.

Según el periodista y escritor Bumett Bolloten «El Comité se convirtió inmedia­tamente en el verdadero órgano ejecutivo de la región. Su poder descansaba no en la desvencijada maquinaria estatal, sino en la milicia revolucionaría y en las briga­das de policía, y en los innumerables comi­tés que surgieron en Cataluña durante los primeros días de la revolución»

Este organismo se forma con todas las fuerzas políticas representativas de la Cataluña republicana. No obstante, se basa realmente en el poder de los anar­quistas y en las personalidades de Jaume Miravitlles (ERC) como secretario general, Diego Abad de Santillán (FAI) como encar­gado de las milicias y Juan García Oliver (CNT) como coordinador militar, unos car­gos a los que hay que sumar el de Josep Tarradellas (ERC), encargado de industrias de guerra, y que en estos momentos se convierte en el personaje clave de la Esquerra Republicana para mantener un cierto control sobre las pretensiones revo­lucionarias de los libertarios.

Según el historiador Walther L. Bernecker «la composición extraordinaria­mente heterogénea y los objetivos com­pletamente divergentes, e incluso contra­dictorios, de las organizaciones unidas en el Comité condujeron desde un principio a graves diferencias de opinión en su seno».

A la altura de agosto de 1936 las incau­taciones y las colectivizaciones de fábricas llevadas a cabo por los anarcosindicalistas son un hecho y el Comité de Milicias comienza a coordinar las respuestas militares y políticas para el nuevo contexto social.

En el plano militar, el Comité asume la formación de una fuerza armada para vencer en el Frente de Aragón. Desde el 6 de agosto se comien­za a llamar a filas a las quintas de los años 1934, 35 y 36. A los dos meses el Comité cuenta con unos 22.000 milicianos, y para finales de año suman ya alrededor de 40.000.

En paralelo, se adoptan distintas medi­das políticas que vienen a corroborar el giro revolucionario tomado en Cataluña en el verano de 1936. La obra legisladora comienza con un decreto que suspende a los concejales de los partidos políticos contrarios al Frente Popular. A esta medida se suman otras medidas generales con el objetivo de beneficiar a las clases trabaja­doras: se redactan decretos que obligan a la implantación de la jornada laboral de 40 horas semanales, el aumento de los salarios en un 15%, la bajada automática de los alquileres entre un 25% y un 50% y la aceptación de todas las demandas sindicales planteadas con anterioridad al 19 de julio. La sindicalización de la vida cotidiana y la economía son los dos ele­mentos que mejor definen este nuevo momento, al menos en el plano civil.

Las distintas variables que afectan al conflicto armado comienzan a tener peso. Una de ellas es el hecho de que el con­cepto revolucionarlo de los órganos de coordinación puede cercenar las posibili­dades de recibir armamento de las demo­cracias europeas. De este modo y para dotar de una imagen exterior más seria al Gobierno catalán y componer un Ejército en el que se recuperen la disciplina militar y la jerarquía, el 27 de septiembre de 1936 se crea el consejo de la Generalitat, que a todos los efectos viene a sustituir al Comité Central de Milicias Antifascistas.

Un nuevo Gobierno, bajo el mando de Josep Tarradellas hace que el centro de poder en Cataluña sufra un giro definitivo. Pero a pesar de ello, el poder real sigue estando en las organizaciones sindicales de base, por lo que esta medida no queda totalmente acabada hasta que se reforma la base de poder del Comité Central, los Comités revolucionarios locales. Esa refor­ma se decreta el 9 de octubre, cuando los Comités revolucionarios son sustituidos

por los consejos municipales regulares. La moderación que plantean las fuerzas políticas contrarias al proceso revolucio­nario llega en el mes de octubre, momento decisivo para equilibrar todas las balanzas de poder.

El 25 de ese mismo mes se consigue fir­mar un pacto entre CNT, UGT, FAI y PSUC en el que estas organizaciones se compro­meten a la formación de un mando único que coordine la acción de todas las unida­des combatientes, la creación de las mili­cias obligatorias y refuerzos de la discipli­na. Asi se dibuja una nueva coyuntura en la que la figura del miliciano quedaría sustituida por la del soldado, una nueva concepción que había llegado de la mano del decreto de militarización de 21 de octubre, y que obligaba a todas las mili­cias a quedar encuadradas en un nuevo Ejército regular.

No hay comentarios:

Publicar un comentario