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lunes, 4 de agosto de 2014

Alemania (ayuda a la España nacionalista).

La ayuda del III Reich a los militares españoles sublevados en julio de 1936, y en especial la prestada personalmente al general Franco, no se hizo esperar. El 22 de dicho mes, es decir, cuatro días después de que se iniciase la Guerra Civil, el coronel Juan Beigbeder -que se hallaba destinado en Marruecos, se puso en contacto, por encargo de dicho general, con el agregado militar de la Embajada alemana en París, general G. Kuhlemthal- con el que le unía una estrecha relación de amistad- en demanda de diez aviones de transporte "con la máxima capacidad de asientos", aviones que adquirirían unas empresas comerciales alemanas operantes en España y que habrían de se conducidas a Marruecos por pilotos de la mimas nacionalidad. 

Por otra parte, al día siguiente, o sea, el 23, el capitán Francisco Arranz Monasterio -destinado igualmente en el Protectorado- partía con destino a Alemania, acompañado de dos significados miembros del Partido Nacional-socialista -Adolf Langenheim y Johannes Bernhart-,  portando una carta del citado Franco dirigida al Führer alemán en que ratificaba la  petición de ayuda hecha a través del aludidado Beigbeder. Era más que evidente que para que Franco pudiese llevar a cabo sus planes- transportar a la Península el ejército destacad en Marruecos, ejército que, como se vería en muy poco tiempo, iba a constituir la columna vertebral de las fuerzas rebeldes- el envío de tales aviones tenía carácter tan urgente como primordial.
"Gracias a la celeridad con que actuaron Göring y Canaris -escribe Peter Elstob en La Legión Cóndor. España 1936-39 (Ed. San Madrid. 1973)-. Bernhardt y  Langenheim compareciero ante Hitler antes de que el Ministro de Guerra o el de Asuntos Exteriores pudiese hacer llegar al Füher tales recomendaciones, y, como ha señalado Albert Speer, quienquiera qe lograse asestar en la mente de HItler su versión particular de un asunto tenía virtualmente ganada la partida, poruqe Hitler le desagradaba en extremo alterar sus opiniones después de expresarlas en público. Göring recordó al Füher que, a cambio de los aviones, Alemania obtendría de España los minerales que tanto necesitaba, y Canaris le informó de que Francia había decidido ya enviar ayuda al Gobierno español. Con eso bastaba para inclinar la balanza. HItler decidió que unos cuantos JU-52 de transporte volaran cuanto antes a Marruecos, mientras otros se enviaban por mar. Surgirió entonces Göring que se le dotara de una escolta de cazas, pues de lo contrario serían muy vulnerables incluso par a los lentos cazas de las Fuerzas Aéreas de laRepública. Hitler accedió a que los acompañaran seis HE-51, o, más bien, dada la enorme distancia, a que se dispusiera su envío inmediato por mar. 

Ante el evidente entusiasmo del Führer, el general Von Blomberg cedió. Otorgado el beneplácito de Hitler a la petición de Franco, su puesta en práctica fue instantánea. Las razones que impulsaron a Hitler a acceder a la petición de Franco no parecen estar muy claras. «Hitler explicó posteriormente -escribe Hugh Thomas en La guerra civil española (Ed. Urbión, Madrid, 1979)- que había ayudado a Franco para distraer la atención de las potencias occidentales hacia España, para que Alemania pudiera continuar su rearme sin ser observada. Pero, en 1941, Hltler dijo: De no haber sido por la amenaza de que el peligro rojo arrollase a Europa, yo no habría intervenido en la revolución española. La Iglesia habría quedado destruida. añadía no sin fruición. El Führer pensaba además que un triunfo nacionalista en España establecería una potencia fascista atravesada entre las comunicaciones marítimas de Inglaterra y Francia, lo cual añadiría una razón estrategica para la intervención. En 1937, el Führer dio todavía otra explicación: Alemania, que importaba las tres cuartas partes de sus minerales, necesitaba el mineral de hierro español, y otros minerales, y un gobierno nacionalista mantendría o aumentaría las ventas a Alemania, mientras que un gobierno izquierdista tal vez no... 

Canaris, que probablemente fue consultado muy pronto, recordando su experiencia de la Primera Guerra Mundial, sin duda creía que los submarinos alemanes, en caso de guerra, no podrían repostar si las bases españolas no estaban en manos amigas. Hitler, igual que Mussollini, también se sintió halagado cuando Franco le solicitó su ayuda, y ser tratado por otro país, por tanto, como si fuera indispensable, por primera vez desde su ascenso al poder, tres años antes. 

El papel desempeñado por Bernhardt y, en menor medida, por Langenheim, muestra que la política que se adoptó fue la del partido nazi, no la del Ministerio de Asuntos Exteriores. Este fue el esquema de las primeras decisiones nazis: escepticismo entre los diplomáticos de carrera, compartido por el ejército; acción independiente apoyada por los alemanes en el país de que se tratara; decisiones rápidas de Hitler, que, al conducir a los primeros éxitos, hacían parecer absurda la prudencia de los diplomáticos y los generales. La puesta en marcha de la ayuda alemana a Franco dio lugar al nacimiento de una serie de organismos burocráticos, disfrazados algunos de ellos de compañías mercantiles. «El secretarlo de Estado del Ministerio del Aire -dice Hugh Thomas (op. eit.)-, Erhard Milch, creó un departamento en el Interior del Ministerio del Aaire alemán, la unidad especial (Sonderstab) W, bajo dirección del general Wilberg, encargada del reclutamiento de voluntarios y del envío de material de guerra. Además se crearon dos compañías subsidiarias, a través de las cuales se enviarla material de Alemania a España, y que se encargarían de recibir todo el dinero en efectivo o las materias primas que España enviara a cambio. Estas compañías eran HISMA (Compañía Hispano-Murroquí de Transportes), que estaba enteramente bajo la dirección de Bernhardt, con el respaldo de Franco, y KOWAK (Rohstoffe-und Wuren-Etnkaufsgcsellschaft). Si un comerciante alemán deseaba vender algo a España, primero tenia que venderlo a KOWAK; HISMA se encargaba de venderlo en el mercado de la España rebelde. Se organizó una flota mercante, y se ordenó a la marina de guerra que le proporcionase la debida protección. No tardaron en enviar a Marruecos veinte Junkers 52 (el sólido avión de transporte o bombardero de la Luftwaffe): los primeros Junkers llegaron el 29 de julio. Algunos motores de estos fueron renovados especialmente para que pudiesen llegar a España, aunque sólo la mitad se transportó por aire, mientras que la otra mitad llegó por mar.

Al mismo tiempo, se organizó un grupo turístico (Reisengescllschafts-union) para enviar alemanes a España bajo la dirección del comandante Alexander von Scheele, un veterano de la Primera Guerra Mundial que había emigrado al Chaco y había regresado hacía poco tiempo. Los hombres salieron de Hamburgo para Cádiz el 29 de julio con los Heinkel y la mitad de los Junkers en el Usamoro. Milch fue a despedirlos personalmente. Llegaron el primero de agosto. Después vinieron algunos ingenieros, otros técnicos y algunos cazas más. Posteriormente, Scheele se convirtió en el Jefe militar de la HISMA; Bernhardt, en el director general en Sevilla; y el coronel Von Thoma, en el jefe de las fuerzas de tierra y los tanques, que empezaron a llegar al cabo de un mes. Von Thoma y sus oficiales vinieron en parte para entrenar a los españoles, y en parte para adquirir ellos experiencia de combate. Encontró -dice él- a los españoles rápidos para aprender, y rápidos para olvidar. En adelante, durante más de dos años, cada semana saldrían de Alemania para España cuatro aviones de transporte. Y zarparían barcos de transporte a un ritmo medio de uno cada cinco días. 

Un estudio a fondo de la cuestión permite, hoy, establecer con todo detalle las distintas fases por las que atravesó tal ayuda. La primera fue la operación Feuerzauber, consistente, según Robert H. Whealey -«La intervención extranjera en la guerra civil española», en Raymond Carr, Estudios sobre la República y la guerra civil española (Ed. Sarpe. Madrid. 1985)- en el envío de seis aviones de combate destinados a proteger a otros veinte de transporte, operación que debía durar dos o tres semanas, pues se suponía que el general Franco conquistaría Madrid en ese espacio de tiempo, a cambio de lo cual Alemania recibiría determinadas materias primas, especialmente minerales. La segunda, la operación Otto, que se redujo a la entrega, a finales de septiembre de 1936, de un cargamento de armas. «Del 29 de julio al 11 de octubre -dice el citado Whealey (op. cit.)-, los alemanes transportaron 13523 soldados del Ejercito de Marruecos y 270100 kg de material de guerra de África a Andalucía.» La tercera y mas importante operación fue, sin duda, el reconocimiento diplomático del Gobierno nacionalista de Burgos, que de esta forma se vio jurídica y políticamente consolidado ante el concierto internacional. Con la cuarta operación, la operación Winterübung Hansa, se puso en marcha, a  primeros de noviembre de 1936, la Legión Cóndor, dotada de aviones, carros de combate, artillería antiaérea, equipos de señalización y otros pertrechos bélicos, muchos de los cuales eran totalmente desconocidos en el ejército español. «En conjunto -escribe el repetido Whealey-, entre julio de 1936 y marzo de 1939, los alemanes enviaron a las fuerzas nacionalistas 110882 toneladas de armas, por un valor de 540 millones de RM (Reichsmark), equivalentes a 250 millones de dólares. Hitler nunca reconoció públicamente durante la guerra su ayuda a Franco.» La asistencia alemana tuvo, como es lógico, su debida contraprestación. 

El Gobierno de Franco se obligó, primeramente, a informar a Alemania de las negociaciones de carácter económico que en el futuro pudiera llevar a cabo con otros países, concediendo al III Reich el trato de nación más favorecida. Posteriormente suscribió un documentó en virtud del cual se establecía el intercambio mutuo de materias primas, alimentos y productos manufacturados, obligándose el Gobierno nacionalista a pagar los envíos de material de guerra con un 4 % de interés anual. Las relaciones entre Burgos y Berlín marcharon más bien que mal, a pesar de lo cual tropezaron en ocasiones con graves dificultades, y en más de una ocasión estuvieron a punto de romperse. Cuando Alemania concedió al Gobierno de Franco un crédito de diez millones de marcos mensuales, no había, al parecer, dice Hugh Thomas (op. cit.), «indicios de que los españoles pensaran pagar estas deudas». Y añade a continuación: «Los financieros alemanes empezaban a temer que los ingleses compraran el hierro español. Funcionarios de HISMA y ROWAK, bajo la influencia de Bernhardt, centraron su atención en el proyecto de Montana, que debía asegurar a Alemania el suministro de minerales españoles a ritmo acelerado. El proyecto tenía por objeto dar a los alemanes el control de 73 minas españolas. El nuevo embajador alemán, barón Von Sthorer (que sucedió al impopular Faupel), declaró que lo que mis convenía a Alemania en España era una penetración profunda en la agricultura y la minería. La primera cuestión quedaba resuelta de modo automático puesto que, ocurriera lo que ocurriera, España tendría que encontrar un mercado para sus productos. Pero el control de la minería presentaba más dificultades. Todos los esfuerzos diplomáticos militares y culturales de los alemanes se orientarían a este objetivo. Habría que forzar la situación -agregó- si no pudiera lograrse por medios razonables. El día 9 de octubre, un decreto de los nacionalistas anulaba todos los títulos otorgados sobre las minas desde el comienzo de la Guerra Civil. Los alemanes preguntaron con ansiedad cuál era verdadero significado de aquella medida. Nicolás Franco (que por entonces se hallaba todavía cerca del poder) respondió que sólo un gobierno español con plenitud de poderes estaría capacitado para cerrar un negocio de la envergadura del proyecto Montana. Por el momento no se hizo nada. Göring y Bernhardt se impacientaban . La impaciencia se tornó en suspicacia cuando Gran Bretaña, rival en tiempos de paz y probable enemigo en tiempos de guerra, procedió a intercambiar agentes diplomáticos con Franco, por razones comerciales...».

Resumiendo la cuestión, cabe decir: 1.º Que la ayuda que la Alemania de Hitler prestó al bando nacionalista durante la Guerra Civil, sobre todo en el terreno militar, fue un elemento que contribuyó decisivamente al triunfo del ejército rebelde. 2.° Que el Gobierno de Franco pagó, hasta donde pudo, la deuda contraída con Alemania. 3.° Que, en todo caso, el general Franco y su Gobierno salvaguardaron la integridad presente y futura del territorio nacional, sin constituir hipotecas limitativas de la capacidad de decisión o de la libertad de maniobra.

V. Legion condor

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