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jueves, 7 de enero de 2021

Parte de Guerra Republicano (7 de enero 1938)

Batalla de Teruel.

Ejército de Tierra
 
Levante.—Esta mañana se presentó, en una de nuestras guardias dentro de ia plaza de Te­ruel, un emisario que era portador de una comunicación escrita a lápiz, incluso el membrete, y que decía así: «Cruz Roja Española. Teruel.—El que suscribe, Delegado Presidente de este Comité Local de la Cruz Roja Española, espera de su caballerosidad que atenderá al portador del mensaje que acompaña, garantizando su entrada y salida. Teruel, 7 de enero de 1938. Le saluda atentamente el Delegado Presidente: Jesús Viñas.» «Sr. Jefe de las fuerzas de 84 Brigada Mixta del Gobierno de la República». El mensaje aludido en el oficio que queda copiado decía así: «Cruz Roja Española. Teruel.—Las Autoridades de la Cruz Roja Internacional proponen en cumplimiento de un deber al Sr. Mayor de la 84 Brigada Mixta lo siguiente: l.° Los heridos que se encuentran en el hospital de la Asunción, serán evacuados, si así expresamente lo desean. Las Autoridades gubernamentales se comprometen a darles el trato humanitario exigido por las leyes internacionales. 2,° Las mujeres, niños y ancianos que expresamente lo deseen serán igual­mente evacuados, comprometiéndose las Autoridades de las fuerzas del Gobierno a dejarlas marchar libremente a sus domicilios o darles pasaporte para el extranjero, si así lo desean. El objeto de ambas medidas es alejar a la población no combatiente de las molestias de la lucha y evitar las deficiencias de asistencia a nuestros heridos. En espera de que será debidamente atendida la petición que le hago, le queda muy agradecido el Presidente Delegado, Jesús Viñas. Teruel, 7 de enero de 1938.—Sr. Mayor de la 84 Brigada Mixta. Teruel.»
 
Tras una consulta telegráfica al ministro de Defensa Nacional, se contestó al mensaje en los siguientes términos:
 
«Se accede a los deseos manifestados por el delegado de la Cruz Roja Internacional rela­tivos a la evacuación de heridos, enfermos, mujeres, niños y ancianos, comunicando al jefe de las fuerzas rebeldes que la evacuación deberá hacerse exclusivamente por el acceso del edificio a la plaza del Hospital y en grupos sucesivos no mayores de seis personas.
2.° Que durante la evacuación no se suspenderán las hostilidades más que en el sector donde circulen los evacuados, no habiendo, por lo tanto, tregua general.
3.° Deberá efectuarse en un plazo no mayor de dos horas, a partir de las catorce de hoy.
4.° El itinerario a seguir por los evacuados lo fijará el jefe de las fuerzas leales al Gobierno de la República.
5.° Cualquier agresión que parta del reducto faccioso será reprimida enérgicamente.
6.° Se rechaza la parte de la propuesta relativa a la marcha al extranjero. Nuestro proceder con la población civil y los prisioneros y evacuados, hasta ahora, de Teruel, los solícitos cuidados que nuestros servicios sanitarios y de asistencia social prodigan a cuantos llegaron heridos, enfermos o depauperados, son garantía de un comportamiento igual con quienes tan tardía­mente han de evacuar ahora la plaza. Los hechhos demuestran el engaño de que sois víctimas y esperamos que la noble conducta y el valor de que os ha dado pruebas el Ejército Popular Español os hará ver la esterilidad de vuestra absurda resistencia. La propuesta de evacuación de no combatientes se os hizo ya antes de que pudierais empezar a sufrir los horrores del asedio. Si la hubierais atendido habríais evitado muchas víctimas inocentes. Aunque las leyes de guerra nos relevan a acceder a vuestra propuesta, nuestros sentimientos humanitarios nos imponen el deber de no desoírla.»
 
A las dos y media de la tarde, y en virtud de haber quedado aceptada por nosotros la propuesta en los términos que quedan transcritos, empezó la evacuación, saliendo en los pri­meros momentos más de 500 personas, cuyo estado era lamentabilísimo. Algunos de los eva­cuados sufrieron desmayos víctimas de la inanición y todos ellos pedían angustiosamente agua pues sufrían la tortura de la sed. El ministro de Defensa Nacional estimó inadmisible la condición de que los evacuados que lo desearan marcharan al extranjero, pues, merced a tal procedimiento, serían muchos los responsables que así eludirían la acción de la justicia.
 
NOTA FACILITADA POR EL MINISTERIO DE DEFENSA NACIONAL

Las baterías de la Defensa Especial Contra Aeronaves que actúan en Teruel para proteger a nuestras tropas han derribado en el curso de las operaciones en aquel sector los siguientes aparatos enemigos:


Diciembre.—Día 19: Entre Campillo y Bezas, al noroeste de Rubiales, un avión de bom­bardeo.
Día 21: Entre el Alto de Celadas y Caudete, dos de bombardeo.
Día 23: En los alrededores de Concud, uno de bombardeo.
Enero.—Día l.°: Entre Concud y Alto de Celadas, dos cazas y en la carretera de Teruel a Sagunto otro de la misma clase.
Día 2: Al noroeste de Celadas, uno de caza.
Total de aparatos enemigos derribados por la D.E.C.A.: ocho.
 
OTROS PARTES
 
Parte de las operaciones desarrolladas durante el día de hoy en el exterior de Teruel.
 
A media mañana, el enemigo inició un ataque en los Altos de Celadas, siendo rechazado de modo completo. Reiteró el ataque en el mismo lugar por la tarde, y también se le rechazó. En la parte del llano pretendió avanzar a fuerza de fortísima protección de su artillería y sus aviones, pero tampoco logró ganar un metro de terreno. En cambio, nuestra ofensiva en el sector de la Muela de Teruel, ofensiva proseguida también hoy con mucho brío, nos sirvió para ganar excelentes posiciones en dirección a la Muela y hacia la cota 1.011, Nuestro avance allí consistió que dos compañías de las Brigadas Navarras, tan predilectas del mando faccioso, se pasasen íntegras a nuestras filas, siendo el número total de hombres que se nos rindieron 230. A tan brillante resultado cooperó de manera eficacísima nuestra aviación.
 
Durante toda la tarde, y por haberse prorrogado el plazo de dos horas que para la eva­cuación de enfermos, mujeres, niños y ancianos habíamos concedido, sigue saliendo gente de Teruel, incluso muchos soldados. A las nueve de la noche se rindieron el jefe de la Plaza, teniente coronel Rey D’Harcourt y 1.500 personas, en gran parte combatientes que se hallaban dentro del hospital. Subsisten en la ciudad algunos focos rebeldes cuya rendición acaso esté muy próxima.
 
NOTA DEL MINISTERIO DE DEFENSA NACIONAL
 
Poco después del anochecer, un avión faccioso procedente de Palma de Mallorca arrojó varias bombas, la mayor parte de ellas incendiarias, sobre Barcelona, produciendo pequeños incendios que fueron rápidamente extinguidos y causando algunas víctimas, cifradas hasta el momento de cerrar este parte en siete muertos y siete heridos. Sobre Sagunto aparecieron a las trece horas cinco aparatos enemigos, contra los cuales rompieron el fuego nuestras baterías, observándose en seguida que uno de los aviones perdía altura y velocidad por haberle alcanzado los disparos. Poco después se le vio caer al mar, donde más tarde se recogió una puerta de cabina acribillada de impactos. El aparato se hundió con sus tripulantes.
 
AMPLIACION DEL PARTE OFICIAL
 
Ejército de Tierra
 
Levante.—La lucha dentro de la ciudad no se interrumpió más que en la zona señalada para la evacuación, donde ésta continuó sin cesar durante toda la tarde, pues se prorrogó indefi­nidamente el plazo de dos horas que se había concedido.
 
El general Rojo, que se trasladó a la plaza para resolver las dificultades que surgieran en la recogida de tanta gente, sintetizó sus impresiones al ministro de Defensa Nacional en los siguientes términos: «La evacuación que he presenciado constituye una inmensa tragedia. La gente sale materialmente extenuada, a todos se les puede considerar como enfermos. Nuestras tropas acogen con cariñosa solicitud a los evacuados.» El coronel Ibarrola autorizó a uno de los médicos militares que salía con un grupo de heridos a volver al reducto faccioso de donde procedía para informar a quienes allí quedaban del nobilísimo comportamiento del Ejército Republicano. A las seis de la tarde el número de evacuados pasaban de 2.000. Minutos antes de las nueve de la noche el coronel D’Harcourt, que asumía la jefatura de los facciosos en la plaza pidió comunicación telefónica con el jefe del Ejército de Levante, general Sarabia, a quien ofreció su rendición y la de las tropas por él mandadas. Como el general republicano y el jefe faccioso se entendiesen deficientemente por teléfono, el general Hernández Sarabia autorizó a Rey D’Harcourt a trasladarse al cuartel general, a fin de comunicarse con más fa­cilidad por teletipo. En tanto, el general Rojo daba cuenta por teletipo de esta novedad al ministro de Defensa Nacional, pidiéndole órdenes sobre las condiciones a que debía ajustarse la rendición ofrecida. Cuando el ministro comenzaba a dictarlas, el general Rojo participó lo siguiente: «Mientras nosotros hablábamos, lo ha hecho Hernández Sarabia con Rey D’Harcourt, quien, desde luego, se ha rendido con toda su gente, que suma en total 1.500 hombres entre combatientes y personas civiles. Son los que estaban en el hospital, subsistiendo el foco rebelde de Santa Clara, sobre el cual se considera D’Harcourt sin jurisdicción porque desde el día 23 estaban aislados los dos núcleos y no sabe si quien ejerce el mando en el otro lado responderá a su requerimiento.»
 
Seguidamente, el general Hernández Sarabia comunicó al ministro lo que sigue: «Cuantos estaban en el Hospital al mando del coronel Rey D’Harcourt se han rendido a discrección, fiados en mi palabra de que el Ejército republicano respeta a los prisioneros, atiende a los heridos y enfermos y asiste a la población civil, garantizando las vidas de todos dentro de las leyes de la República.» El ministro de Defensa Nacional contestó al general Hernández Sarabia con estas palabras: «Aunque las condiciones establecidas verbalmente por usted ofrecieran alguna discrepancia con respecto a las que yo iba a formular, las acepto plenamente como si fueran mías. Ahora bien: el jefe del Ejército de Levante ha dado su palabra de honor, y es preciso que todas las voluntades se concuerden en el cumplimiento de la palabra empeñada. Asegurando a toda costa a los prisioneros contra cualquier acto de violencia y tomándose cuantas medidas sean indispensables para que el compromiso sea rigurosa y exquisitamente cumplido.»
 
El jefe del Gobierno, que concurría a la última parte de esta conferencia telegráfica, dictó el siguiente mensaje: «Mí cordial enhorabuena a los generales Rojo y Hernández Sarabia y al Ejército de Levante. Suscribo lo dicho por el ministro de Defensa, y espero que se adoptarán todas las medidas para que los prisioneros sean tratados con consideración, y los heridos y enfermos, adecuadamente atendidos.»
 
Por orden del ministro de Defensa Nacional salen a media noche para Teruel el inspector general de los Servicios Sanitarios del Ejército de Tierra, doctor Bejarano, y varios médicos más, a fin de organizar la hospitalización de heridos y enfermos. El ministro de la Gobernación dispuso que de Valencia se trasladasen a Teruel tres Compañías de Guardias de Asalto que, libres del apasionamiento de la lucha, se encarguen de custodiar a los prisioneros. El ministro de Defensa Nacional telegrafió al comandante militar de Valencia ordenándole la inmediata habilitación de edificios como hospitales provisionales.
 
Las noticias de media noche dicen que en Teruel se verifica con todo orden la salida de la gente que había en el reducto del hospital, realizándose esta operación bajo la vigilancia de las fuerzas de asalto. La cifra total de personas que había en aquel reducto, combatientes o no, oscila entre 2.000 y 2.200. Del Santa Clara se han evadido treinta soldados, incluso los que montaban la centinela. La actitud de nuestras tropas hacia los prisioneros es de respeto y con­miseración.
 
Ejército del Aire
 
A las ocho y media, una veintena de aparatos de gran bombardeo, protegidos por escuadrillas de caza, actuaron intensamente sobre el aeródromo de Calamocha y este pueblo. También bom­bardearon Calatayud. A las nueve y quince, y en servicio de cooperación a las operaciones de tierra que se realizaban en el frente de Teruel, una escuadrilla bombardeó la barriada de la Guea, mientras otras tres lo verificaban contra las baterías enemigas emplazadas a lo largo de la rambla de San Blas. Se les hizo intensísimo fuego antiaéreo, a consecuencia del cual fueron derribados dos aparatos, cuyos tripulantes se lanzaron en paracaídas, resultando uno de ellos muerto y el otro herido. Una escuadrilla ametralló a la misma hora las posiciones enemigas de la Muela de Teruel. Desde las doce y diez hasta las catorce, 40 aparatos de caza ametrallaron las posiciones enemigas y los caminos al este de Celadas
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