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domingo, 14 de abril de 2019

El juego del PNV en la guerra


En la Guerra Civil “los de arriba” lucharon por sus propios intereses y se olvidaron de los ideales que teóricamente defendían, mientras cientos de miles de ciudadanos morían. La aparición de nuevos documentos certifica lo que los más críticos ya habían dicho: el PNV jugó con unos y otros para intentar salvar su existencia. Las negociaciones que llevaron a cabo sus dirigentes a varias bandas concluyeron dando la espalda a sus ideales… ¿o no?
La Guerra Civil partió las cuatro provincias vascas en dos. Por un lado, Guipúzcoa y Vizcaya, y por otro Álava y Navarra. Sin embargo, aquellas cuatro estaban dominadas política y culturalmente por el PNV, de fuerte raigambre independentista, lo que tenía que haber situado a aquellas provincias del lado de la República, pero el marcado carácter católico, las situó más próximas a los nacionalistas. La situación se solucionó separando con una trinchera a ambos bandos tras las primeras arremetidas, encabezadas por Mola. Sin embargo, en Burgos -en donde habían situado los sublevados su capital- confiaban en las cuatro provincias tomarán partido por los nacionalistas ya que esperaban que el fuerte sentimiento religioso y conservador del PNV acabaría siendo determinante, pero no fue así en los primeros meses del conflicto, aunque finalmente las cuatro provincias vascas cayeron, tras varios años de lucha, del lado de los nacionalistas debido a la decisión del PNV de rendirse, en lo que fue calificado de traición.
EL PACTO DE SANTOÑA
El apoyo italiano a los sublevados -y al PNV- fue determinante para una decisión que no satisfizo a todos, aunque bien es cierto que el bombardeo de Guernica marcó un antes y un después en las negociaciones, ya que aquella brutalidad -fue el primer ataque aéreo masivo de la historia, apoyado y ejecutado por aviones italiano- situó lejos la posibilidad de un acuerdo.
Del seno del PNV salieron posteriormente los movimientos abertzales, que tuvieron que justificar la decisión de los suyos de aliarse con Franco, tras la decisión del líder del PNV, José Antonio Aguirre, de situar a hombres -entre los que estaban los míticos gudari- del lado de los “insurrectos”, progresando hacia Cantabria y Asturias, que habían caído del lado de los nacionales.
El llamado Pacto de Santoña hizo que los republicanos se retirarán hacia Cantabria y Asturias, u aunque las condiciones de la rendición no fueron admitidas por Franco lo cierto es que en menos de un año las cuatro provincias vascas cayeron del lado de los rebeldes, que finalmente ganaron la guerra.
Franco siguió calificando de traidores a las dos provincias cuyas gentes no se sumaron a él y no asumió los fueros y privilegios que tenían las otras dos, que acabarían siendo las más beneficiadas después del conflicto. Ahí nace el por qué Álava y Navarra son consideradas más sumisas que Guipúzcoa y Vizcaya más rebeldes: merced a sus potentes recursos económicos -basados en la minería y en una industria muy desarrollada- aquellas dos provincias constituían un botín más que importante para ganar la guerra.
El mencionado Pacto de Santoña fue la piedra angular que marco el fin. Como tal se conoce el acuerdo que firmó el PNV con los mandos italianos que habían salido en apoyo de Franco. Precisamente, en Santoña se habían concentrado los batallones vascos tras la caída de Bilbao en manos de los insurrectos.
EL INTERLOCUTOR DE LAS NEGOCIACIONES: EL VATICANO
Para entonces, con la mediación del Vaticano ya se estaban llevando a cabo negociaciones ara que las provincias vascas se situaran junto a Franco. “tengo el honor de expresar a vuestra excelencia que los generales Franco y Mola, interrogados expresamente por este asunto, han hecho conocer ahora a la Santa Sede las condiciones de una eventual rendición inmediata de Bilbao: se empeñan en conservar intacto Bilbao, facilitarán la salida de todos los dirigentes, la completa garantía de que Franco respetará personas y cosas, libertad absoluta para los milicianos que se rindan con las armas… El Santo Padre exhorta a vuestra excelencia a tomar en atento y solicito examen dichas proposiciones con el deseo de ver finalmente cesar el sangriento conflicto”, se leía en un telegrama que mandaron desde el Vaticano, que poco después del inicio del conflicto se tornó en mediador entre ambos sectores, aunque el posicionamiento de la Iglesia fue claro y se colocó junto a los sublevados. La negociación había comenzado.
En el lado legal estaba el presidente del Consejo de Ministros, Largo Caballero, que siguió de cerca las negociaciones. Desde siempre se ha especulado con la posibilidad de que el líder del PNV, José Antonio Aguirre, fuera traidor o no. La investigación que ha dado a conocer Carlos Olazabal Estecha, que ha tenido acceso a todos los documentos, certificaría la traición de Aguirre, demostraría la existencia de acuerdos y negociaciones incluso antes de la guerra. Según esos documentos, esas negociaciones secretas se dieron antes del alzamiento y certificarían la traición. Los documentos certificarían que la posición del PNV, cuya cúpula, a espaldas de los suyos, tenía claro desde el principio su adhesión a Franco en contra de los que siempre se había pensado y dicho.
LOS TÉRMINOS DEL PACTO
En esos documentos se certificaría el posicionamiento a favor de Franco y Mola por parte del PNV. Como mucho, puede pensarse que los nacionalistas se mostraban neutrales ante la conspiración. Los documentos certifican que, desde el inicio de la guerra, incluso antes, esas negociaciones existían y que el PNV compartía los deseos del Vaticano, pese a que unos y otros sabían perfectamente de los beneficios que tenía para el País Vasco el reciente estatuto de foralidad que se había adoptado poco después del comienzo de la guerra entre Aguirre y Mola, y que situaba al País Vasco en una posición más beneficiosa que otras regiones.
Las negociaciones alcanzaron un punto de inflexión cuando, en el invierno de 1937, el cardenal Gomá propone en el nombre del Vaticano una iniciativa que se remite al PNV con la propuesta de la rendición de Bilbao y de los nacionalistas, oferta que el PNV siempre negó haber recibido. Ahora se sabe que dicha propuesta es real y se parece mucho a lo que paso. En dicho texto, el Vaticano promete al País Vasco mantener los privilegios conseguidos anteriormente. La caída de Bilbao y la no destrucción de las infraestructura económicas abrieron las puertas a un acuerdo de futuro que en principio fue llamado Pacto de Bilbao, que no deja se algo así como el anticipo del Pacto de Santoña.
EL ACUERDO DEFINITIVO
El 23 de agosto de 1937 uno de los negociadores viaja desde Santander a Biarritz para ejecutar el acuerdo. Horas después, el propio Aguirre aterrizó en Biarritz en otro avión. Fueron horas tensas, en las que unos y otros no cumplieron todos los puntos del acuerdo. La documentación que se encontraba en Italia, y que había estado perdida desde la Segunda Guerra Mundial, refleja hora a hora todo lo que ocurrió y los intercambios de pareceres y de opiniones de Franco y Mussolini.
Los documentos parecen confirmar que no había mucha sinceridad cuando se dice que los batallones vascos se rindieron in extremis en el Pacto de Santoña. Todo parecía mucho más prosaico, circunstancia que los documentos vienen a confirmar. Incluso como el propio Olazabal sostiene, “hubo elementos del PNV que financiaron el alzamiento de Franco”. El discurrir de los hechos reforzó las tesis anteriores: “Había miedo a la violencia anarquista en Guipúzcoa y al poder del socialismo en Vizcaya. Incluso llegó a proponerse que el País Vasco se convirtiera en una suerte de protectorado. El PNV de Guipúzcoa pacto sublevarse si lo hacían los carlistas, y mantenerse neutral y asegurar el orden público si lo hacían los militares. Cumplió en Álava y Navarra, pero no en Vizcaya y Guipúzcoa. El PNV quería salvar las vidas de sus dirigentes en el exilio, la libertad de sus soldados y el reconocimiento del Estatuto. Franco no aceptó la autonomía política, pero si permitió la huida de sus dirigentes. Solo tres oficiales del PNV fueron fusilados en la guerra. Franco se tomó ciertas licencias en el nacionalismo vasco para acabar antes con la guerra, mientras que el Vaticano y monseñor Gomá querían salvar a los nacionalistas católicos”.
La Guerra Civil sacó a relucir las ambiciones de los poderosos. Mientras tanto, la gente moría en nombre de unas ideas en las que no creían lo que alzaban la voz para defenderlas.

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