Grito ritual que por regla general se utilizaba para cerrar los mítines, reuniones, concentraciones, etc., después de cantar el Cara al Sol, y que servía, igualmente, de saludo —sustituyendo a los tradicionales buenos días o buenas noches—a los militantes de Falange Española de las JONS. Además, se estableció también como entrada en las comunicaciones escritas durante la guerra, al que debía añadirse la fecha y la coletilla de I, II o III Año Triunfal.
Tras la Unificación, en 1937, el mencionado grito se incorporó en cierta manera al ceremonial oficial de la España nacionalista, pronunciándose por la máxima autoridad asistente a un acto público —reemplazando, la mayoría de las veces, al habitual ¡viva España!—, al que se contestaba con el grito de «¡Arriba!» por el resto de los concurrentes al acto. La elección de "Arriba" En vez de el "Viva" se justificaba diciendo que vivir no es suficiente y que la verticalidad de "arriba" casaba mejor con la disposición de los patriotas por mejorar España.
El grito de «¡Arriba España!» fue una aportación al movimiento falangista del líder jonsista Ramiro Ledesma Ramos, aunque también suele atribuirse al regeneracionista Macías Picavea.
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