Hemos aclarado el concepto de «Imperio» y vamos hoy a desgranar el de «Unidad de destino».
Todos los que han leído y escuchado a la Falange, han oído repetir a lo largo de artículos y discursos la idea de la «Unidad» como una consigna inquebrantable.
El Fascio, es ante todo, unidad en su origen y en sus símbolos representa el «haz» unido, la gavilla atada según lo concibió Mussolini con el abolengo de los Lictores y el haz de flechas como lo creó José Antonio.
En su expresión gráfica, el Fascio es «Unidad». Y esto, ¿por qué?
Porque todo lo que es eterno y vital, es uno. La vida en su esencia es una síntesis, una unidad; la muerte es una antítesis, una separación, una disgregación; es la disociación entre los elementos orgánicos.
En el campo majestuoso del espíritu, tenemos una sola alma.
En el ámbito recóndito y misterioso de la materia, tenemos un solo corazón; y, a su vez, corazón y alma están íntimamente ligados dentro de esa síntesis maravillosa que se llama la vida.
En el campo social y político, la Unidad lleva al Imperio, a la grandeza a la voluntad y al mando; la voluntad imperial es una voluntad unitaria.
Abramos la historia. Europa ha sido más grande cuando ha sentido mejor la idea de la unidad. Es el sacro Romano Imperio; son las Cruzadas y será un día la idea unitaria de la lucha contra el Comunismo lo que salvará la civilización occidental.
Por esto, todos los Fascíos son unitarios y las Confederaciones y Federaciones y los regionalismos políticos, han sido barridos allí donde el Fascio impera.
Por eso en octubre del 34, el mayor delito contra una Patria y una Historia, no fue la revolución asturiana, sino la sublevación catalana.
En Asturias, se atentó contra un régimen económico, en Cataluña, se quiso disgregar una Patria, para en el vacío una historia y una vida, lo primero puede perdonarse, lo segundo, es una monstruosidad biológica, no puede perdonarse ni olvidarse.
Tenemos formado el sentido genérico de la «Unidad» en la Falange, y ahora es preciso que lo hagamos específico con el calificativo del Destino.
Proclamamos la unidad de destino, que se comprende mejor, cuando decimos Unidad de fines.
Creemos ciegamente en la Unidad de Destino, dentro de la Patria entre todos los que la formamos y dentro del Mundo, entre todas las Patrias.
Llegamos a la elaboración de esta idea señera por la Unidad de origen, la unidad de redención y la hermandad.
Todos tenemos el mismo origen, todos hemos sido redimidos, todos hermanos, y sí esto es así, ¿cómo sería posible que no tuviéramos el mismo destino?
Por ello, no admitimos en la Patria, Regiones con destino distinto; su destino, es uno; no admitimos, en el mundo. Patrias con destinos opuestos.
De esta disquisición ideológica, se extrae, camaradas de la Falange, una importantísima consecuencia practica:
No admitimos la lucha de clases porque es la afirmación antíbiológica de la diversidad de destinos; todos los hombres, todos los pueblos, todas las clase, tenemos unidad de destino, tenemos un último, idéntico y mismo, tenemos un destino universal; creemos en esta unidad de destino, porque creemos en lo vital y en lo eterno.
¡¡ARRIBA ESPAÑA!!
Imperio : Diario de Zamora de Falange Española de las J.O.N.S. Año I Número 7 - 1936 Noviembre 05
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