Sin que lo blasfemo de la frase les queme los labios y les muerda en las entrañas la vienen repitiendo un día y otro día: -«El Pueblo -dicen- está con nosotros, porque sabe que somos la salvaguarda de sus libertades.
¡El pueblo!...¡Qué entenderán por pueblo los que, cobardemente, miserablemente trafican con su dignidad!...
El Pueblo -así, con mayúsculas -el auténtico Pueblo español, el de la Fe en el alma y la Patria en el corazón; el que canta en los campos, curvados sobre los senos fecundos de la madre tierra; él que ora ante los altares y busca la paz y el Amor en la comunidad de los hombres libres y en la santidad del hogar dignificado por el trabajo; el Pueblo, ese Pueblo escarnecido, cuya libertad pretendíais vender a una nación podrida por todos los vicios, roída por todas las concupiscencias y manchada por el fango de todos los crímenes: ese Pueblo, del que queríais hacer una inmensa caravana de seres hambrientos, para que, azuzado por la desesperación, hiciera posible el triunfo de vuestros criminales egoísmos: el que llegó a soportar pacientemente vuestras tiranías y vuestras infamias, el genuino Pueblo español, no está, no puede estar ni jamás estuvo con vosotros. Le asquea, le repugna vuestro contacto. Fué vuestra víctima, y los que saben mantener firme la dignidad, podrán morir sujetos al potro de todas las torturas; pero jamás besar la mano que empuña el látigo...
Pudisteis un tiempo esclavizarlo, acallar sus gritos de protesta con falaces promesas, en unos casos, por el terror en otros; pero cuando lo juzgabais insensibilizado, ganado para vuestra causa, ese Pueblo, que creíais vuestro, se sacudió la humillante tutela y en gesto de suprema arrogancia insospechado, por vosotros -jamás los conocisteis- os volvió la espalda y tornando por los fueros de
su dignidad, os arroja del suelo español como se echa a los traidores: a punta de bayoneta. Antes os había marcado con el hierro de su maldición eterna.
Os sigue -cierto- una masa; pero os sigue engañada, alucinada por el brillo -reflejo de oropeles- de sueños de imposible realización; y, dentro de ese conglomerado, sin ligazón ideológica posible,
imponiéndoos su vergonzosa tutela, está vuestro pueblo: el del pistolero a sueldo, el del sádico repugnante, el que ultraja y viola mujeres indefensas, y roba, y destruye y mata y saquea a la siniestra luz del incendio cobarde. Ese es vuestro pueblo, porque supisteis modelarlo a imagen y semejanza vuestra. El otro, no, porque el otro, el nuestro, es noble, y es abnegado, y es creyente y es digno... Y es España, esta España que os maldice y os lapida; esta España, que entre los profundos dolores de la hora presente, el mayor, el que más siente, el que más la tortura, el que con mayor fuerza le atenaza
el alma es el de haber dado vida a hijos como vosotros.
Que no hay nada más perverso, más repulsivo ni más indigno que azotar el rostro de la Madre, que traficar con su libertad y con su honor, que escarnecer su fe y manchar su nombre. Y eso, todo eso es lo que vosotros habéis hecho con esta España buena.
Imperio : Diario de Zamora de Falange Española de las J.O.N.S. Año I Número 2 - 1936 Octubre 30
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