De profundas convicciones católicas, este escritor francés. Premio Nobel de Literatura, decide apoyar al bando republicano exigiendo una paz negociada y criticando la postura adoptada por la Iglesia ante el conflicto español
"Los franceses no saben aún que el mismo espíritu que triunfa en Austria ha triunfado ya en España (.,.). El pavoroso sincronismo de la entrada de Hitler en Viena y de la victoria de los aviadores italo-alemanes en la frontera alemana no les ha abierto los ojos", escribía François Mauriac dos años después del inicio de la Guerra Civil española. Así, unía su voz a otros escritores católicos franceses en un llamamiento del Comité por la Paz Civil y Religiosa en España. La batalla entre católicos a favor y en contra del levantamiento atravesó las fronteras españolas al inicio del conflicto.
Nacido en Burdeos en 1885, este poeta, ensayista y periodista es para algunos historiadores el último gran cronista político del siglo. Tras alcanzar renombre como escritor de ficción, se lanza, en los años 30, desde las páginas de Le Fígaro primero y de L'Express más tarde, a la denuncia de todas las formas de totalitarismo sin abandonar su óptica católica.
Como novelista, el telón de fondo de sus creaciones tiene las tonalidades de su infancia en el suroeste francés. Criado en una familia profundamente conservadora y religiosa, sus obras quedarán marcadas por una religiosidad que le lleva a considerarse un "católico que escribe".
Antes de la Primera Guerra Mundial, Mauriac contaba ya entre sus publicaciones con dos libros de poesía y otras tantas novelas. Dado de baja por enfermedad, el escritor no participará en ningún combate y los años siguientes serán los más prolíficos literariamente hablando. Influido inicialmente por Proust, Gide e incluso por Freud, destacan de este periodo El beso al leproso (1922), Genitrix (1923), y El desierto del amor (1925).
Será en la década de los 30 cuando el autor inicie su particular combate político, alejándose de las posiciones más conservadoras de su juventud. En los días de la ocupación alemana, participa en la Resistencia intelectual. En 1943 publica -bajo el seudónimo de Forez- Le cahier noir, una especie de diario de guerra.
Con la liberación, su crédito político se ve redoblado. En 1952 -año en el que gana el Nobel de Literatura- condena la represión de la insurrección marroquí y es designado presidente del Comité Francia- Magreb. Reconocido igualmente por sus ensayos, en uno de ellos afirma: "No son nuestros libros los que sobreviven, sino nuestras pobres vidas las que subsisten en las historias que narramos en ellos. Mi mayor dicha consiste en estar solo en mi terraza, tratando de adivinar la dirección del viento por los olores que trae y lo que temo no es ser olvidado después de mi muerte, sino más bien que no se me olvide lo suficiente".
En sus últimos años, el autor de Le mystére Frontenac descubre la figura del general De Gaulle, un hombre de Estado conforme a sus deseos y de quien publica, en 1964, su biografía. Ambos fallecen seis años más tarde.
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