Intelectual de origen francés pero afincado en España, desde los primeros compases del alzamiento se decide por la causa republicana. Esto le llevará a codirigir la realización de un filme sobre el conflicto civil español
"¿Para qué vamos a subir si ya están muertos? ¡Para darles las gracias!". Este es uno de los muchos diálogos que aparecen en la película Sierra de Teruel el proyecto que, por encargo del Gobierno republicano, filman los intelectuales franceses André Malraux y Max Aub en plena Guerra Civil. Basada en la novela L'Espoir, de Malraux, este rodaje supone la primera incursión de Aub en el cine, iniciando así una relación que se prolongaría durante años. Por esta experiencia Aub anota en sus Diarios: "Se puede ser lo que no se es (ni Malraux ni yo éramos cineastas) si uno se entrega sin reservas a lo que se hace".
De padre alemán y madre francesa, Max Aub Mohrenwitz nace en París en 1903 y 11 años más tarde se instala con su familia en Valencia (1914), ciudad de la que queda prendado desde el mismo instante en que pisa su suelo. Aquí estudia en la Alianza Francesa, en el instituto público Luis Vives y en la Escuela Moderna, el único centro laico de la ciudad. Al poco de instalarse en la capital, comienza a esbozar sus primeros versos en castellano. En este sentido, es significativa su frase: "Se es de donde se estudia el bachillerato".
Despierto y dialogante decide no estudiar Derecho y seguir los pasos de su padre, viajando por el país como comercial. Esta actividad y su naturaleza inquieta contribuyen a que entre en contacto con el mundo cultural y de vanguardia de la época, así como con la España de provincias, de la que queda fascinado.
A esta primera época de su vida se la conoce como su ciclo valenciano. Es entonces cuando Aub escribe piezas experimentales como El desconfiado prodigioso, Una botella, El celoso y su enamorada, Espejo de avaricia y Narciso.
En 1923, con 500 pesetas ganadas en la lotería, viaja por primera vez a Madrid, donde conoce al poeta y crítico literario Enrique Diez Cañedo, con quien mantendrá una larga amistad. Max Aub lee poemas en el Ateneo, expresa interés por autores como José Ortega y Gasset y entra en contacto, a través de la tertulia del Café Regina, con intelectuales como Dámaso Alonso, Julio Álvarez del Vayo o Manuel Azaña. Es por estas fechas cuando se inicia en la lectura de escritores como Federico García Lorca, Guillaume Apollinaire, Ramón Gómez de la Serna... Ya en 1924, año en el que se nacionaliza español, conoce en París al pintor Joan Miró y a varios autores como Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, José Bergamin, Francisco Ayala y Gerardo Diego, entre otros. Es en esta época cuando se embarca en la lectura de clásicos como Cervantes, Calderón de la Barca o Lope de Vega, y le crece el entusiasmo por escritores como Pió Baroja o Miguel del Unamuno.
En 1925, publica Los poemas cotidianos, con prólogo de Diez Canedo y, en la Revista de Occidente, extractos de Geografía, una de sus narraciones más poéticas. Al año siguiente, contrae matrimonio con Perpetua Barjau Martín, Peua.
Para Aub, la preparación y presentación de sus propios libros es una obsesión, siendo la faceta de tipógrafo -asi llega a definirse- una cualidad fundamental en su trabajo. En 1928, publica Narciso, y es entonces cuando su personalidad se define en torno a dos cuestiones: de un lado, su sempiterno compromiso ideológico, de fidelidad a sus principios -en noviembre de 1929 ingresa en las filas del PSOE en Valencia-; de otro, el sentimiento de derrota respecto a los objetivos marcados con España.
Para Max Aub, 1933 es un año de mucha actividad: publica Fábula verde, escribe artículos para el periódico Luz de Madrid y realiza un viaje a la URSS para asistir a unos festivales de teatro. De 1934 a 1936 dirige la compañía de teatro universitario El Búho, en Valencia. Asimismo, publica Luis Alvarez Petreña y Yo vivo y, en 1935, escribe Jácara del avaro.
Sus últimos años de peregrinación por España -a caballo entre Madrid, Valencia y Barcelona- son los de la Guerra Civil. En 1936. estrena las obras de teatro El agua no es del cielo y Las dos hermanas. Además, dirige el periódico socialista Verdad y se incorpora a la Alianza de Escritores Antifascistas para la Defensa de la Cultura. Desde diciembre de 1936 hasta julio de 1937 trabaja de Agregado Cultural de la embajada de España en París junto al embajador Luis Araquistáin. Este mismo año actúa de subcomisario en la Exposición Universal de París. En función de su puesto, encarga, por orden del Gobierno republicano, el Guernica al pintor malagueño Picasso y, en julio de 1937, colabora en la organización el II Congreso de Intelectuales Antifascistas en Valencia y Madrid, aparte de ejercer de secretario general del Consejo Nacional de Teatro, cuyo director es Antonio Machado.
En agosto de 1938 comienza el rodaje de la película Sierra de Teruel, y un año más tarde se ve obligado a salir del país con su familia aunque con la idea de regresar pronto. Permanece un año en París, donde escribe Campo cerrado, el primer libro de su ciclo El laberinto mágico, sobre la Guerra Civil. Entretanto, tramita cómo huir a México, pero en marzo de 1940 es delatado y acusado de comunista. Tras pasar por varías prisiones, es deportado al campo de concentración de Djelfa (Argelia), donde permanece nueve meses. Por fin, consigue la autorización para viajar a México pero en Oxuda -ciudad fronteriza entre Marruecos y Argelia- es nuevamente arrestado. Finalmente, consigue escapar y en octubre de 1942 llega a Veracruz. Según varios autores, es durante este viaje cuando escribe las obras El puerto y La vida conyugal.
De 1942 a septiembre de 1946, Max Aub divide su actividad entre la docencia, el periodismo y el cine, aunque sin abandonar su labor de escritor, publicando en 1943 San Juan, y otras obras posteriores como El rapto de Europa o Siempre se puede hacer algo (1946), en la que aborda el éxodo del pueblo judio.
Su habilidad hizo que se codeara con la élite cultural y política del país. Y, ya superados los problemas económicos y familiares, establecida la relación en todos los órdenes con el país y nacionalizado mexicano -"ciudadano mexicano, escritor español", se solía autodenominar-, y habiendo adquirido prestigio como intelectual comprometido, se dispone a entrar en una nueva fase vital, caracterizada por una serie de viajes que marcarían su quehacer hasta su muerte. De éstos, vinculados al compromiso político y a su defensa del español, destacan los dos últimos regresos a España. El primer reencuentro se produce en 1969, convirtiéndose en el viaje de una confesión de 30 años de dolor. Los tres meses que permanece en suelo español son suficientes para expresar con amargura un encuentro materializado en el diario La gallina ciega. Acechándole la muerte, Aub regresa a España en 1972, año de su fallecimiento, ya de vuelta en México. Termina así un viaje vital que tuvo como finalidad justificar su identificación con una patria de la que fue un peregrina.
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