El miércoles llegó a esta ciudad el gran escritor falangista Rafael Sánchez Mazas, escapado ayer del campo rojo. Sánchez Mazas ha superado con magnífico espíritu las penalidades de una odisea donde los sufrimientos morales dominaban los padecimientos físicos. Últimamente, el día 30, fue fusilado en unión de otros cincuenta españoles. Milagrosamente pudo esconderse después de la primera descarga, resultando indemne.
Hemos saludado emocionados a Rafael Sánchez Mazas. Llega a Barcelona después de dos años y medio dé prisión. Entre un grupo de amigos que gozaban de la presencia del resucitado, Sánchez Mazas explicó cómo pudo escaparse de los rojos.
Sánchez Mazas era uno de los encarcelados del SIM y a la entrada de nuestras tropas en Barcelona se lo llevaron los rojos con otros dos grupos de presos.
En Collel, como a los rojos les estorbaban los prisioneros, decidieron deshacerse de ellos y fusilarlos. En grandes grupos fueron colocados para el fusilamiento, y se les disparó con fusil ametralladora. A la primera descarga cayó el primer grupo. Casi todos los prisioneros cayeron como hombres sin vida. Sánchez Mazas se arrojó al suelo, dándose perfecta cuenta de que las balas de sus verdugos le habían respetado. Entonces Rafael, dando un gran salto, se lanzó a correr a campo traviesa, perseguido y dibujado por los disparos de los rojos. Así ganó un pequeño bosque, cayendo en un profundo hoyo a pocos metros de franqueado. Allí se mantuvo quieto, seguro de que pronto sería alcanzado y vería sobre sí los fusiles de sus perseguidores. Pero pasaron unos minutos y Sánchez Mazas sintió los tiros de gracia que se daban a los fusilados de su grupo en el campo que quedaba atrás. Después vino el ojeo en el bosque para buscarle. Una lluvia torrencial que descargaba en aquel momento hizo que los milicianos no insistieran en su persecución y se dedicaran a disparar sus armas contra el ramaje y la espesura.
Oscurecía. Sánchez Mazas, ya de noche, empezó a salir de su escondite arrastrándose con gran sigilo. El cauce alborotado de un pequeño torrente facilitaba su camino y orientaba su huida. Así pasó varios kilómetros y llegó a un pequeño campo donde cayó en una zanja y perdió sus gafas, encontrándose casi imposibilitado para la evasión. Rodeó un pueblo y llegó hasta una masía donde había buena gente. Allí contó su caso de evadido de los rojos y la mujer que habitaba la masía le dijo que por allí pasaban constantemente en retirada muchos milicianos y que debía ir de masía en masía acercándose a las vanguardias españolas que no estarían lejos. Le pareció a Sanchez Mazas oportuno el consejo y durmiendo con la luz del sol y andando de noche, fue recorriendo masías hasta que llegó a una de buena familia y le dejaron dormir en el pajar por la noche y de día se iba al monte.
En dicha masía, los buenos payeses le facilitaron la comida a las siete de la mañana y a las siete de la noche. Desde aquí sé decidió a dar el último paso hacía su liberación.
Se despidió de sus bienhechores y desconocidos amigos y en el mente se encontró con tres evadidos de los rojos qué le recibieron con regocijo.
Pronto hubo explicaciones. Sánchez Mazas se dio rápida cuenta de quiénes se trataba y les expuso claramente sus razonamientos. Sólo quedaban dos caminos. «O me entregáis a los rojos y vosotros vais a correr mí suerte, o pasáis conmigo a los españoles.» Desde aquel momento Sánchez Mazas contó con tres guías y tres prisioneros qué le entregaron sus pistolas, Pasado un aeródromo rojo, la bandera española que flameaba al viento señaló a nuestros fugitivos la llegada a las vanguardias nacionales.
Se me recibió con extraordinario entusiasmo. Hablé a los soldados y di entonces mi primer ¡Arriba España! He llegado a Barcelona y me veo entre casi todos mis mejores amigos. Y vengo a mi España, más joven que nunca, a trabajar por ella, sin pensar ya en esta pequeña peripecia de mí vida.
Labor Año VI Número 435 - 1939 febrero 13
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