Reportera gráfica húngara, próxima al ideario republicano, pasa a engrosar la lista de fotógrafos que cubren el conflicto tras recibir un encargo de la CNT para realizar un álbum de instantáneas sobre la Guerra
"Con la Guerra de España nace la comunicación visual de los sucesos". Esta frase del periodista italiano Furio Colombo y otras similares se repiten, frecuentemente, para indicar que la Guerra Civil española fue el primer conflicto que conoció una amplia y moderna cobertura fotográfica. Ya habían sido fotografiadas diferentes guerras, desde las de Crimea y Secesión estadounidense a la Primera Guerra Mundial, pero en el conflicto del 36 se unieron diversos factores: el desarrollo de las cámaras ligeras, del fotoperiodismo de los años 20, y de las grandes revistas ilustradas, Todo esto permitió la configuración de una estructura de comunicación visual sin precedentes, de modo que se ha podido afirmar que, así como la de Vietnam fue la primera guerra televisiva, la Guerra Civil española fue la primera guerra fotográfica de la Historia,
Por otra parte, son muchos los fotógrafos nacionales y extranjeros que estuvieron presentes en el conflicto: desde Robert Capa y Gerda Taro, a David Seymour o Walter Reuter, entre otros muchos. En 1937, se suma un nombre más ala lista de reporteros gráficos: el de Kati Horna,
Esta fotógrafa de origen húngaro aterriza en España tras recibir un encargo del Comité de Propaganda exterior de la CNT para realizar un álbum fotográfico, Con este propósito y con su cámara bajo el brazo, se traslada a la Península y viaja por Aragón, Valencia y Cataluña. Sus instantáneas de la Guerra se centran en ofrecer información de lo que sucede en la vida cotidiana, tanto en el frente de batalla corno lo que ocurre en la retaguardia, Sus imágenes sirven de testimonio para conocer la vida de la población civil: el día a día de las mujeres en.los pueblos, la reconversión de las iglesias en improvisados almacenes, las ruinas que asolan las ciudades tras los bombardeos... Su objetivo se centra en la mirada humana, en su contacto con el desamparo y la miseria provocada por una guerra que está fraccionando un país ajeno, pero que ella siente como propio.
Katia Horna nace en 1912, en Hungría. A los 19 años se traslada a Alemanía, donde entra en contacto con la intelectualidad de izquierdas, a través del grupo del dramaturgo y poeta Bertolt Brecht. Su trabajo como fotógrafa viene marcado por el conocimienio de la obra de su compatriota el pintor Moholy-Nagy, que por entonces reside en Alemania, donde es profesor de la escuela Bauhaus; y sobre todo por el fotógrafo Jósef Pécsi, en cuyo taller de Budapest Horna trabaja en 1932. Pronto comienza su carrera como reportera gráfica: primero como ayudante de la agencia alemana Dephot (Deutsche Photodienst) y, tras su traslado a París, en 1933, colaborando para la agencia francesa Agence Photo. Allí publica dos de sus primeros trabajos: El mercado de las pulgas (1933) y Los cafés de París (1934). Precisamente, es en París donde Horna entra en contacto con un grupo surrealista francés, asistiendo a las reuniones que este gremio solía celebrar en el Café des fleurs.
Aunque nunca fue una militante política, su estancia en España se desarrolla próxima al ideario republicano, manteniendo un especial contacto con la CNT-FAI, De hecho, trabaja como reportera para diversas publicaciones anarquistas: Umbral y Tierra y libertad, fundamentalmente, además de otras como Libre Studio, Mujeres libres y Los paraguas, esta última registrada en la sede de la CNT en Barcelona.
A diferencia de-otros fotógrafos que trabajan en la Guerra Civil, Horna no da difusión internacional a sus imágenes, ni las integra en ninguna agencia. Sencillamente, al finalizar el conflicto reúne sus negativos -unos 270- en una caja de metal, que lleva consigo a Francia. Esta colección se dará a conocer en 1979, cuando se la vende al Ministerio de Cultura español, que la adquiere con fines de investigación. Actualmente se conserva en el Archivo Histórico Nacional de Salamanca.
A través de su colaboración con la revista Umbral, en 1938 Horna conoce al que sería su marido, el pintor andaluz José Horna, que por entonces trabaja como dibujante del Estado Mayor de la República, para más tarde ingresar en el Ejército del Ebro y cubrir la retirada de civiles catalanes a tierras francesas a través de los Pirineos.
Finalizada ya la contienda, Kati y José Horna huyen a París y, desde allí, en octubre de 1939, emigran definitivamente al país que va a suponer su cenit como fotógrafa: México. Allí, mientras entra en contacto con surrealistas mexicanos, como Remedios Varo o Leonora Carrington, Horna continúa desarrollando su trabajo fotográfico como colaboradora de la revista Todo. Es en esta publicación donde expone su último trabajo realizado en París, en julio de 1939: Lo que va al cesto. El proyecto es una especie de premonición de lo que su autora piensa que pronto ocurrirá en Europa: todo tipo de objetos -libros, fotos, mapas, monedas, símbolos...- terminarán siendo barridos y alojados en el cesto de la basura, como pasará con la humanidad por el enfrentamiento bélico mundial. A partir de aquí, Horna desarrolla su carrera profesional rodeada de la cultura mexicana. Desde 1944 trabaja corno fotógrafa de la revista Nosotros, aunque sigue realizando reportajes, como Títeres en la penitenciaría o La Castañeda, ambos de 1945. En la revista de la Universidad de México, para la que colaborará de 1958 a 1964, realiza varios trabajos, entre los que destaca Los dulces de de la ciudad (1963). En 1958 pasa a dirigir el departamento de fotografía de la publicación Revista Mujeres. Desde 1962, colabora con los escritores mexicanos Salvador Elizondo y Juan García Ponce en la revista S.nob, donde publica varios cuentos visuales, como Oda a la necrofilia, Impromtu con arpa o Paraísos artificiales. También en esos años hace teatro, fundamentalmente como fotógrafa de las obras dirigidas por el director chileno de origen ruso Alejandro Jodorowsky: La sonata de los espectros (Strindberg, 1961), Penélope (Leonora Carrington, 1961) o La ópera del orden (Jodorowsky, 1962).
Gracias a su amistad con el polifacético Mathias Goeritz, director de la Escuela de Diseño en la Universidad Iberoamericana, Kati Horna pasa a impartir clases de fotografía (1958-1964), labor que continuará en la Escuela de Diseño y Artesanías (1965-1968) y más tarde en el Taller de Fotografía de la Antigua Academia de San Carlos, desde 1973 hasta su muerte. Kati Horna fallece en México en el año 2000.
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