Titular de Gobernación en el primer Ejecutivo de Juan Negrín, su vida transcurre eclipsada por la figura de Indalecio Prieto, cesando en su cargo ministerial tras la destitución de éste en Defensa Nacional, en abril de 1938
El 6 de abril de 1938, en el Ministerio de Gobernación, el ex titular de la cartera, el vizcaíno Julián Zugazagoitia Mendieta, presenta al personal funcionario a su sucesor, Paulino Gómez, al que él mismo ha recomendado. Días antes, dimite de su cargo para salir del Gobierno junto a su amigo Indalecio Prieto, hasta entonces ministro de Defensa, a quien el presidente del Gobierno, Juan Negrín, ha incitado, a dimitir. Zugazagoitia intenta mediar entre ambos, pero la crisis en el Gobierno ya no tiene marcha atrás. Piensa que con su dimisión en la política podrá retomar su trabajo periodístico; sin embargo, en plena conversión con Gómez recibe una llamada de Negrín. El presidente le informa de que tiene pensado ocupar personalmente el puesto de Prieto, pero que el Ministerio de Defensa es de tales dimensiones que ha decidido contar con él, pidiéndole que acepte la Subsecretaría General de tal Ministerio.
En un principio, Zugazagoitia renuncia al cargo. Es un hombre fiel a la República dispuesto a aceptar cualquier otro cargo para el que estuviese capacitado, pero no se ve apto para afrontar tan alto mando rodeado de militares. "La obligación de dar órdenes me intimida" llega a comentar. A pesar de ello, y ante la insistencia de Negrín y Prieto, acepta.
Durante escasos meses, es el número dos del Ministerio, trabajando codo con codo junto al general Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor Central del Ejército republicano. En ese periodo de tiempo aporta su punto de vista, dialogante y moderado, pero eso no es bien visto por numerosos compañeros del Partido Socialista.
A lo largo de toda su vida es un hombre comprometido con sus ideas, pero cuando comprueba que no puede aportar más, dimite, centrándose en su puesto en la Diputación Permanente de las Cortes.
Julián Zugazagoitia Mendieta nace en Bilbao, el 5 de febrero de 1899, en el seno de una familia obrera. Su padre, Fermín, metalúrgico de profesión, es uno de los miembros más destacados y concienciados dentro del recién creado Partido Socialista Obrero Español (1880). Con apenas 15 años, Zugazagoitia Ingresa en las Juventudes Socialistas de Bilbao, de las cuales en 1920 ya es su presidente. Allí tiene la ocasión de conocer a Tomás Meabe -fundador de las Juventudes Socialistas de España (JSE) en 1903- y Emilio Beni -director del semanario La lucha de clases-, dos de las personas que más le influencian en sus primeros pasos dentro de la política.
Zugazagoitia participa en la gran huelga de 1917, tras cuyos incidentes es detenido e ingresa varios días en prisión.
Gracias a Beni comienza a colaborar en su semanario, donde tiene su primer contacto con la que va a ser su profesión: el periodismo. Dotado de gran vocación intelectual, en 1920 comienza a trabajar en El Liberal, revista propiedad de Indalecio Prieto, amigo y mentor dentro de la política y el periodismo. Ya en 1921, pasa a dirigir La lucha de clases. Tres años después, escribe un artículo contra un médico bilbaíno en El Liberal por el cual es condenado a tres años de destierro. Esos años los aprovecha para escribir, viajar a Madrid y Barcelona y conocer el funcionamiento de las organizaciones obreras.
En 1925, conoce a Pablo Iglesias -fundador del PSOE-, del que termina escribiendo una biografía, titulada Una vida heroica. Un año antes, hace lo propio con su amigo Tomás Meabe, publicando Una vida anónima. En esos años, también escribe algunos libros de carácter social a los que imprime un fuerte componente humanista. Desde niño es un lector compulsivo y un gran conocedor de la literatura rusa. Todas estas influencias aparecen claramente reflejadas en dos de sus obras: El Botín (1929) y El Asalto (1930).
Antes del estallido de la Guerra Civil, Zugazagoitia vive su época dorada en el periodismo, que compagina con su actividad política. Durante estos años inicia colaboraciones en numerosas publicaciones, como Nueva España, Gaceta literaria y El Socialista, periódico de Madrid y órgano de expresión del PSOE unido históricamente al sector de Prieto -director interino del diario desde abril de 1932-, y en octubre, ya dentro del Congreso Nacional del PSOE, Zugazagoitia es nombrado oficialmente director del diario, puesto que ocupa hasta bien avanzada la Guerra Civil. En él se encarga de renovar todo el aparato mediático del partido, convirtiéndolo en una referencia dentro de la clase obrera y aumentando enormemente su tirada.
En las elecciones municipales de abril de 1931, que dan lugar a la proclamación de la República, es elegido concejal en Bilbao, y nombrado teniente de alcalde. Poco después, en las elecciones de junio, obtiene un acta de diputado por Badajoz. Sin embargo, su carrera política se ve frenada en 1933, ya que se presenta a las elecciones por Vizcaya y las listas del PSOE salen derrotadas. No obtiene lugar en el Parlamento durante el bienio radical cedista.
En esta etapa, sus editoriales reflejan fielmente la evolución del partido. Inicialmente la postura de defensa de la República es firme, para luego pasar a una desconfianza en el sistema y en el parlamentarismo, lo cual hace que se una a aquellos que tienen una visión más revolucionaria del socialismo. De este modo, en 1934, llama desde las páginas de El Socialista a la "revolución" en los días previos a la revuelta asturiana. Es detenido y procesado en un consejo de guerra por el delito de auxilio a la rebelión. Curiosamente, su auto de procesamiento desaparecería años después, pues algunos historiadores indicaron que el juez instructor al mando del caso fue el mismo que años después volvería a juzgarle.
Tras permanecer casi dos años en prisión, es liberado y vuelve a ser elegido diputado en las elecciones en las que el Frente Popular consigue la victoria, en febrero del 36. Son meses de gran tensión dentro del socialismo por las luchas internas que existen por el poder, reflejadas en sus medios impresos. Zugazagoitia también destaca en su denuncia contra los militares conspiradores y las tentaciones golpistas, con nombres incluidos, lo cual le hace ganarse más enemigos si cabe. Ese será otro de los factores que no le ayudarán en el juicio tras el conflicto, pues su nombre aparece en la lista negra de numerosos militares.
En su novela, Guerra y vicisitudes de los españoles, en la que narra los acontecimientos que se suceden entre 1936 y 1939 en España de una forma autobiográfica e imparcial pese a ser escrita a los pocos meses del fin de la contienda, escribe cómo tuvo noticia del alzamiento. Se encontraba en la redacción de El Socialista cuando Prieto llegó con las primeras noticias. Todos se miraron sabiendo que el momento que sospechaban había llegado "porque Prieto no podía mentir en algo así". Al día siguiente, redactó las octavillas que fueron lanzadas por encima de las tapias del cuartel de la Montaña, indicando a los que allí se habían rebelado las normas a seguir si se rendían. La promesa que hace a los sublevados, de que sí se rinden contarán con un juicio justo, hace que varios de sus camaradas lo acusen de blando.
En esos días, Zugazagoitia pasa por momentos personales duros al comprobar el clima de represión indiscriminada que se vive en Madrid. Así lo refleja en los editoriales. En sus escritos de agosto aboga por no imitar a los fascistas. "La conducta de los rebeldes no puede servirnos de ejemplo ni de disculpa. ¿Acaso no estamos en el deber de probar que somos distintos? El derecho a la victoria tenemos que conquistarlo no con palabras, sino con actos, y ninguno tan eficaz como el respeto de las vidas de nuestros rehenes y prisioneros", llega a manifestar.
En todo momento intenta imponer una actitud de concordia, pero se ve solo en muchos momentos, como en el II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, celebrado en Valencia en julio de 1937 y del que es uno de los promotores.
La crisis gubernamental de mayo, dos meses antes, le sorprende recorriendo el Frente del Norte, y a su llegada se entera de que Negrín ha sido el elegido para dirigir el nuevo Ejecutivo en vez de Prieto. Pero aún queda más sorprendido cuando descubre que él ha sido nombrado ministro de Gobernación. Según algunos autores, tiene que leerlo en varios periódicos para comprobar que no es una broma.
Dentro del Ministerio, centra su actividad en dos premisas básicas: por un lado, seguir las directrices que Prieto le marcó, lo cual le llevaría sólo a crearse problemas y enemigos; y por otra parte, intentar hacer política con sus valores de humanidad y sentido de la justicia. Para ello, durante sus 11 meses en el cargo se dedica a hacer centenares de intercambios de presos políticos. Su planteamiento es que, antes de que ambos bandos maten a cientos de encarcelados en una espiral de sangre y venganza, lo mejor es el cambio para evitar en la medida de lo posible el sufrimiento. Además, facilita a muchos personajes del franquismo salvoconductos para pasar a la zona sublevada, y negocia con diferente suerte el intercambio de presos como Fernández Cuesta, Sánchez Mazas y Wenceslao Fernández Flórez.
Su momento de mayor tensión es la destitución del director general de seguridad, Antonio Ortega Gutiérrez, alto cargo del PCE, que desempeña un importante papel en la detención y desaparición de Andreu Nin. Zugazagoitia ha estudiado los métodos de trabajo de la Gestapo, y sabe que sí la idea aireada por los comunistas de que Nin era un agente secreto hubiera sido real, la Gestapo, una vez detenido, en lugar de ayudarle a escapar habría acabado directamente con su vida para que no hablara. Ante la presión de los comunistas, Negrín no acepta el cese, por lo cual Zugazagoitia amenaza con dimitir. El presidente termina destituyendo a Ortega Gutiérrez.
Siguiendo las directrices de Indalecio Prieto, Zugazagoitia toma algunas decisiones polémicas que le hacen ganarse la enemistad de muchos socialistas, sobre todo de Largo Caballero y Julián Besteiro. Eso llevará a que su memoria sea ignorada en su partido durante varias décadas, pues desde 1943 a 1972 el PSOE está guiado por seguidores de ese sector al que él se ha enfrentado. En la lucha contra el grupo de Largo Caballero, al que los prietistas llaman los anarcosindicalistas, se pone del lado de su amigo y protector. En octubre de 1937, destituye a la dirección del sector caballerista de la Federación Socialista valenciana, además de cerrar sus periódicos, La correspondencia y Adelante. Asimismo, reconoce a la dirección de la UGT puesta por el partido, y prohibe el congreso extraordinario que Largo Caballero convoca para renovar la cúpula del sindicato. Sin embargo, su error más inexplicable es el de ordenar un férreo control policial contra el propio Largo Caballero. Todo esto, propagado por la prensa comunista, hace que los pocos apoyos que tiene se reduzcan y, ante la salida de Prieto del Gobierno en la crisis de la primavera del 38, termina dimitiendo de su puesto.
Pese a ello, y por sorpresa, es nombrado secretarlo general de Defensa, ya que sigue siendo un hombre de total confianza para el presidente Negrín. Tras unos meses en ese puesto, es elegido, junto a Prieto de nuevo, para formar parte de la Diputación Permanente de las Cortes. De esta forma, en los últimos meses del conflicto acompañará al resto de miembros del Gobierno y del Parlamento en su huida hasta Figueras, desde donde pasan a Francia una vez que son conscientes de que la Guerra Civil está perdida.
Durante pocos meses, continúa siendo parlamentario en el exilio hasta que decide trasladarse a París. Allí, es muy crítico con la actitud de los republicanos que residen en el país vecino, pues denuncia que nadie quiere ayudar al prójimo y que todos se limitan a pensar en sí mismos.
Estando en París, escribe su visión de la Guerra Civil, que en un principio se edita en Buenos Aires (1940) con el título Historia de la Guerra de España para ser reeditado años más tarde como Guerra y vicisitudes de los españoles. En su prefacio, Zugazagoitia escribe que "descuento que nadie me agradecerá la ausencia de recuerdos polémicos en sus páginas, aunque éste me parece su mérito, pero será su desgracia. No gustará a nadie. Es todavía temprano para permitirse el lujo de la imparcialidad".
Tras la ocupación nazi de París, es detenido por la Gestapo -el 27 de julio de 1940- y todos sus papeles son confiscados. Luego, es encarcelado y devuelto a España junto a otros líderes de izquierda en una campaña puesta en marcha por Falange Exterior Española.
Después de unos meses encerrado en una cárcel madrileña, es juzgado en un consejo sumarísimo, el 21 de octubre de 1940. Algunos autores indican que quienes le juzgan en 1940 habían formado parte del tribunal que hizo lo propio en 1934, y que su nombre estaba subrayado en la lista de numerosos militares por sus denuncias hechas en los meses previos a la Guerra, por lo que su muerte tiene un alto componente de venganza personal.
Julián Zugazagoitia es fusilado en la madrugada del 5 de noviembre de 1940, en la tapia de un cementerio de Madrid. Se termina así con la vida de, según lo han denominado muchos, una de las mejores plumas del periodismo español del siglo XX.
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