Político catalán con una dilatada carrera,
participa en el Pacto de San Sebastían, en el Gobierno de la Generalitat
presidido por Macià y en la defensa del Estatuto de Nuria, y acabará siendo
fusilado por orden de Franco
Al grito de “¡Viva Cataluña libre!” Manuel Carrasco i Formiguera es ejecutado el 9 de abril de 1938,
como respuesta de Franco a una noticia publicada en L'Osservatore Romano donde el político catalán condena los
bombardeos nacionales sobre la ciudad de Barcelona que, según el diario del
Vaticano, han causado la muerte a cientos de inocentes.
Un año antes, el 5 de marzo de 1937, cuando
emprende su viaje de vuelta con su familia desde Francia en el vapor Galdanes,
es apresado por el buque Canarias. Carrasco i Formiguera es enviado al
penal de Burgos, mientras que su mujer y seis de sus ocho hijos que viajaban
con él son trasladados a otras prisiones.
Doctor en Filosofía y Letras, nace en
Barcelona en 1890. Es en la Ciudad Condal donde se especializa en Derecho
Mercantil y llega, incluso, a impartir clase de esta materia en la Alta Escuela
de Estudios Comerciales de la Mancomunidad de Cataluña. Tras unos años dedicado
a la docencia, en 1928 publica una obra de divulgación llamada Normas del comerciante.
Ya como director
del periódico L´estevet, semanario nacionalista con gran éxito entre la
juventud catalana, se decreta su ingreso en la prisión de Burgos durante seis
meses, tras el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera -13 de septiembre de
1923-. El motivo no es otro que la publicación de unas caricaturas contra la
actuación militar española en Marruecos.
Posteriormente,
Carrasco i Formiguera es confinado a una prisión en Tamarit de Llitera
(Aragón), al negarse tanto él como sus compañeros de la Junta Jurídica catalana
a dejar de editar la Guía Jurídica de Cataluña, para la que colabora.
Tras este periodo,
sigue ejerciendo su lucha contra la Dictadura desde la clandestinidad,
colaborando con publicaciones como Cataluña comercial, La Rambla de Cataluña
y El Temps.
Pero si por algo
destaca Carrasco i Formiguera es por su dilatada carrera política.
A los 30 años es elegido concejal del
Ayuntamiento de Barcelona por la lista de la Lliga Regionalista. Militante
desde su juventud en los movimientos catalanistas, se incorpora al partido
Acción Catalana (1922), fundado por los políticos Rovira i Virgili y Nicolau
d'Olwer, con una doctrina más progresista y radical que las Juventudes de la
Lliga, grupo del que se escinden.
Como portavoz de este partido, participa en
agosto de 1930 en el Pacto de San Sebastián -acuerdo por el cual se constituye
un Comité revolucionario, presidido por Niceto Alcalá Zamora, que funcionaría
como Gobierno provisional de la Segunda República-.
Cuando el 14 de abril de 1931 se proclama la
República, pasa a formar parte del recién creado Gobierno catalán, constituido
por Francesc Macià, primero como consejero de Comunicaciones, y luego en
Sanidad y Beneficencia.
Posteriormente, en julio de ese mismo año, es
elegido diputado por la provincia de Gerona. Ya en Madrid, destaca por su
defensa del Estatuto de Nuria (1931) -aprobado un año después por referéndum y
donde se reconocía el derecho a la autodeterminación y al catalán como lengua
oficial- así como por la especial atención que presta a la Iglesia católica y a
distintas congregaciones religiosas.
Las diferencias con su partido, a raíz de la
cuestión religiosa, le hacen abandonarlo e incorporarse a Unión Democrática de
Cataluña, partido del que llega a ser uno de sus más relevantes dirigentes.
Tras el alzamiento nacional del 18 de julio
de 1936, y el consiguiente golpe fallido de Manuel Goded en Barcelona,
Carrasco i Formiguera se mantiene fiel a la República y a la Generalitat.
Consigue el cargo de asesor jurídico de la Consejería de Finanzas del Gobierno
de Cataluña, y con el nombramiento de Tarradellas como coriseller en cap
(septiembre de 1936), su actividad se intensifica. Según Josep M. Bricall, su
papel como asesor es muy significativo, llegando incluso a acompañar a Tarradellas
a París para redactar el contrato de compra de una fábrica que se instala en
Cataluña,
Al considerar que su condición de católico
practicante puede llegar a ponerle en peligro, decide trasladarse a Bilbao como
delegado del Gobierno catalán en el País Vasco, ya que es amenazado de muerte
por los anarquistas desde el periódico Solidaridad Obrera.
Tras una primera estancia en Bilbao, de
diciembre de 1936 a febrero del año siguiente, regresa a Barcelona para dar al
Gobierno cuenta de su misión, recibir nuevas instrucciones y preparar el viaje
con su familia. Al llegar al aeropuerto
del Prat, unos milicianos le reconocen y tiene que huir a Francia, donde días
después se reúne con su mujer e hijos. Tras emprender el viaje de vuelta desde
Bayona, son capturados por el buque Canarias, apostado en:
las costas guipuzcoanas. Reconsideraron la opción de establecerle en Francia:
Tarradellas, incapaz de garantizar su seguridad en España, le propuso
instalarse en Perpignan o Toulouse para seguir trabajando para la Consejería,
pero Carrasco declinó la oferta argumentando que “no quería vivir como tantos
otros, entregado a la buena vida bajo el pretexto de estar realizando importantes
misiones para la República”. Su admiración por el pueblo vasco, sobre todo por
su capacidad para impedir la persecución religiosa que tanto se sufría en
Cataluña, fue lo que le llevó finalmente a aceptar la misión.
La importancia que Manuel Carrasco i
Formiguera tiene para el bando sublevado, y en: especial para
Franco, llega a entenderse cuando se conoce que su familia es canjeada por la
del general nacional López Pinto. Su sentencia de muerte se firma el día 28 de
agosto de 1937, y la orden de cumplimiento el 8 de abril de 1938, y el sábado
de Pascua, 9 de abril, es fusilado.
De nada le sirvió su catolicismo y su defensa
de la Iglesia en las Cortes durante la II República Tampoco causaron el más
mínimo efecto las peticiones de perdón por parte de numerosos eclesiásticos
próximos al régimen de Franco.
Anteriormente se ha negociado con Mariano
Ruiz Funes, embajador de la República en Bruselas, el canje de Carrasco i
Formiguera por 10 oficiales nacionales apresados. Pero cuando el ministro de
Estado por entonces, el ex presidente José Giral, recibe esta propuesta por vía
del embajador, Carrasco i Formiguera ya ha sido fusilado. Durante su estancia
en prisión, tanto el Vaticano como una serie de grupos católicos luchan por
impedir su ejecución, pero es inevitable. Acompañado en sus últimos momentos
por el jesuíta Ignacio Romaña, éste da cuenta de que Carrasco i Formiguera
escribe a Lluís Companys para pedirle que bajo ninguna circunstancia se tomen
represalias por su muerte.
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