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viernes, 19 de diciembre de 2014

Carrasco i Formiguera (1890-1938)

Político catalán con una dilatada carrera, participa en el Pacto de San Sebastían, en el Gobierno de la Generalitat presidido por Macià y en la defensa del Estatuto de Nuria, y acabará siendo fusilado por orden de Franco

Al grito de “¡Viva Cataluña libre!”  Manuel Carrasco i  Formiguera es ejecutado el 9 de abril de 1938, como respuesta de Franco a una noticia publica­da en L'Osservatore Romano donde el político catalán condena los bombardeos nacionales sobre la ciudad de Barcelona que, según el diario del Vaticano, han cau­sado la muerte a cientos de inocentes.

Un año antes, el 5 de marzo de 1937, cuando emprende su viaje de vuelta con su familia desde Francia en el vapor Galdanes, es apresado por el buque Canarias. Carrasco i Formiguera es enviado al penal de Burgos, mientras que su mujer y seis de sus ocho hijos que viajaban con él son trasladados a otras prisiones.

Doctor en Filosofía y Letras, nace en Barcelona en 1890. Es en la Ciudad Condal donde se especializa en Derecho Mercantil y llega, incluso, a impartir clase de esta materia en la Alta Escuela de Estudios Comerciales de la Mancomuni­dad de Cataluña. Tras unos años dedicado a la docencia, en 1928 publica una obra de divulgación llamada Normas del comerciante.

Ya como director del periódico L´estevet, semanario nacionalista con gran éxito entre la juventud catalana, se decreta su ingreso en la prisión de Burgos durante seis meses, tras el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera -13 de septiembre de 1923-. El motivo no es otro que la publicación de unas caricaturas contra la actuación militar española en Marruecos.

Posteriormente, Carrasco i Formiguera es confinado a una prisión en Tamarit de Llitera (Aragón), al negarse tanto él como sus compañeros de la Junta Jurídica catalana a dejar de editar la Guía Jurídica de Cataluña, para la que colabora.

Tras este periodo, sigue ejerciendo su lucha contra la Dictadura desde la clandestinidad, colaborando con publicaciones como Cataluña comercial, La Rambla de Cataluña y El Temps.

Pero si por algo destaca Carrasco i Formiguera es por su dilatada carrera política.

A los 30 años es elegido concejal del Ayuntamiento de Barcelona por la lista de la Lliga Regionalista. Militante desde su juventud en los movimientos catalanistas, se incorpora al partido Acción Catalana (1922), fundado por los políticos Rovira i Virgili y Nicolau d'Olwer, con una doctrina más progresista y radical que las Juventu­des de la Lliga, grupo del que se escinden.

Como portavoz de este partido, participa en agosto de 1930 en el Pacto de San Sebastián -acuerdo por el cual se consti­tuye un Comité revolucionario, presidido por Niceto Alcalá Zamora, que funcionaría como Gobierno provisional de la Segunda República-.

Cuando el 14 de abril de 1931 se pro­clama la República, pasa a formar parte del recién creado Gobierno catalán, cons­tituido por Francesc Macià, primero como consejero de Comunicaciones, y luego en Sanidad y Beneficencia.

Posteriormente, en julio de ese mismo año, es elegido diputado por la provincia de Gerona. Ya en Madrid, destaca por su defensa del Estatuto de Nuria (1931) -aprobado un año después por referéndum y donde se reconocía el derecho a la auto­determinación y al catalán como lengua oficial- así como por la especial atención que presta a la Iglesia católica y a distintas congregaciones religiosas.

Las diferencias con su partido, a raíz de la cuestión religiosa, le hacen abandonarlo e incorporarse a Unión Democrática de Cataluña, partido del que llega a ser uno de sus más relevantes dirigentes.

Tras el alzamiento nacional del 18 de julio de 1936, y el consiguiente golpe falli­do de Manuel Goded en Barcelona, Carrasco i Formiguera se mantiene fiel a la República y a la Generalitat. Consigue el cargo de asesor jurídico de la Consejería de Finanzas del Gobierno de Cataluña, y con el nombramiento de Tarradellas como coriseller en cap (septiembre de 1936), su actividad se intensifica. Según Josep M. Bricall, su papel como asesor es muy significativo, llegando incluso a acompañar a Tarradellas a París para redactar el contrato de compra de una fábrica que se instala en Cataluña,
Al considerar que su condición de cató­lico practicante puede llegar a ponerle en peligro, decide trasladarse a Bilbao como delegado del Gobierno catalán en el País Vasco, ya que es amenazado de muerte por los anarquistas desde el periódico Solidaridad Obrera.

Tras una primera estancia en Bilbao, de diciembre de 1936 a febrero del año si­guiente, regresa a Barcelona para dar al Gobierno cuenta de su misión, recibir nue­vas instrucciones y preparar el viaje con su familia.  Al llegar al aeropuerto del Prat, unos milicianos le reconocen y tiene que huir a Francia, donde días después se reúne con su mujer e hijos. Tras emprender el viaje de vuelta desde Bayona, son cap­turados por el buque Canarias, apostado en: las costas guipuzcoanas. Reconsideraron la opción de establecerle en Francia: Tarradellas, incapaz de garanti­zar su seguridad en España, le propuso instalarse en Perpignan o Toulouse para seguir trabajando para la Consejería, pero Carrasco declinó la oferta argumentando que “no quería vivir como tantos otros, entregado a la buena vida bajo el pretex­to de estar realizando importantes misio­nes para la República”. Su admiración por el pueblo vasco, sobre todo por su capaci­dad para impedir la persecución religiosa que tanto se sufría en Cataluña, fue lo que le llevó finalmente a aceptar la misión.

La importancia que Manuel Carrasco i Formiguera tiene para el bando sublevado, y en: especial para Franco, llega a enten­derse cuando se conoce que su familia es canjeada por la del general nacional López Pinto. Su sentencia de muerte se firma el día 28 de agosto de 1937, y la orden de cumplimiento el 8 de abril de 1938, y el sábado de Pascua, 9 de abril, es fusilado.

De nada le sirvió su catolicismo y su defensa de la Iglesia en las Cortes durante la II República Tampoco causaron el más mínimo efecto las peticiones de perdón por parte de numerosos eclesiásticos próximos al régimen de Franco.

Anteriormente se ha negociado con Mariano Ruiz Funes, embajador de la República en Bruselas, el canje de Carrasco i Formiguera por 10 ofi­ciales nacionales apresados. Pero cuando el ministro de Estado por entonces, el ex presidente José Giral, recibe esta propuesta por vía del embajador, Carrasco i Formiguera ya ha sido fusilado. Durante su estancia en prisión, tanto el Vaticano como una serie de grupos católicos luchan por impedir su ejecu­ción, pero es inevitable. Acompañado en sus últimos momentos por el jesuíta Ignacio Romaña, éste da cuenta de que Carrasco i Formiguera escribe a Lluís Companys para pedirle que bajo ningu­na circunstancia se tomen represalias por su muerte.

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