Escritor valenciano afín a la causa nacional y
miembro del círculo íntimo de José Antonio, su pasión por Falange le convierte
en asiduo colaborador de la prensa del partido llegando a dirigir varias de sus
publicaciones
"¡Qué tragedia! Envejecían sus manos y no
envejecían sus sortijas". Esta greguería de Ramón Gómez de la Serna, gran
amigo y mentor del escritor valenciano Samuel Ros, parece estar dedicada al
espíritu inquieto y, a veces, contradictorio de este joven escritor que tocó el
género del humor grotesco, soñó con el romanticismo poético de la vida
bohemia, disfrazó sus novelas con la sátira y rozó el estilo de prosa
modernista, hasta que viró el rumbo de su vida deslumbrado por los valores e
ideales falangistas que, como simbólicas sortijas, representaron un gran
compromiso social y político, una dedicación que le mantuvo activo hasta el
final de sus días y desplazó a un segundo plano su vocación literaria.
No es extraño que Samuel Ros se sintiera
atraído por los libros desde su infancia, ya que fueron sus mejores compañeros
durante los años en los que, huérfano de padre, estuvo viviendo con su tío
-terrateniente de la zona interior de Valencia- en una casona que contaba con
una nutrida biblioteca.
Samuel Ros nace el 9 de abril de 1903, en
Valencia. Sus padres, pertenecientes a la clase más acomodada de la capital
valenciana, proporcionaron a su hijo una cuidada educación en un colegio jesuíta.
Influenciado, posiblemente, por unas circunstancias de vida en las que la
disciplina y la soledad ocupaban gran parte de su tiempo, Samuel Ros fue convirtiéndose, poco a poco, en un adolescente melancólico que aprendió a descargar, a
través de la escritura, sus iras y conflictos personales.
En 1920, con tan sólo 16 años, inicia un viaje que le lleva a conocer
Inglaterra, Alemania y Francia, permaneciendo finalmente en París hasta que se
ve obligado a regresar a España para realizar el servicio militar. Durante
ese corto periodo castrense, escribe su primera novela, Las Sendas, que publica en 1923, año en el que se traslada a vivir a Madrid y comienza
su carrera en Derecho. Tras su paso por la mili, se prepara para el servicio diplomático, pero el rotundo éxito de Bazar -su segunda novela, de corte vanguardista- le anima a abandonar la diplomacia
y seguir escribiendo. Comienza entonces su periplo por los cafés literarios,
dando preferencia al café Pombo, en la madrileña calle de Carretas, donde forja una gran amistad con Ramón Gómez de la
Serna. La clara influencia que éste ejerce sobre el joven Samuel Ros, se ve
reflejada en su forma de escribir, que da paso a la publicación de una serie de
cuentos en los que abundan el humor absurdo y surrealista, y el uso de las
metáforas simbólicas y las greguerías tan propias de su amigo Gómez de la
Serna.
Pero no toda la influencia de sus amistades es literaria. También los
principios ideológicos tienen peso en su vida, por lo que Samuel Ros sustituye
la tertulia de Ramón Gómez de la Serna, en el café Pombo, por el círculo de
José Antonio Primo de Rivera en el café de la Ballena Alegre. Su creciente
amistad con Eugenio Montes -falangista combativo- le anima a tomar parte activa
en el compromiso social y político de Falange.
Su entusiasmo -hacia los ideales
falangistas- y fervor político hacen que vaya perdiendo interés por la creación
literaria, aunque no por ello deja de escribir, sino que da un giro hacia el
periodismo político y se convierte en el más asiduo colaborador de la prensa
falangista.
Sin embargo, la muerte de su amante y
correligionaria, Leonor Lapoulide, en julio de 1935, a consecuencia de un
aborto, le hace retornar a la novela con un renovado sentimiento de existencialismo romántico y resignado que refleja en relatos como Los vivos y los muertos o Historia de dos lechugas enamoradas.
Al poco tiempo de estallar la Guerra,
Samuel Ros se encuentra refugio en la embajada de Chile, donde coincide con
Sánchez Mazas, situación que refleja en la novela Meses de esperanza y lentejas. Y es en
abril de 1937, cuando Ros viaja a Chile en la función de delegado de Prensa y
Propaganda del Estado nacional. También ejerce de director de coordinación del
diario Voz de España y funda la
revista España nueva.
En agosto de 1938, Samuel Ros regresa a
San Sebastián, donde publica En ese
momento, una singular novela al servicio de FET y de las JONS.
Al finalizar la Guerra Civil, es cuando
Samuel Ros regresa a Madrid para formar parte del equipo de organización del diario Arriba. En noviembre de 1939, se le
encarga un reportaje sobre el traslado de los restos mortales de José Antonio,
el cual aparece, un año más tarde, publicado como libro bajo el titulo A hombros de la Falange, de Alicante a El
Escorial.
Otra de las facetas que Ros desarrolla una
vez que finaliza el conflicto es la de autor teatral. Probablemente, su pasión
por el mundo de las tablas viene de la relación que mantuvo con la actriz María
Paz Molinero que, además, será la protagonista de varias de sus obras. Tras el
estreno de su ópera prima, La felicidad
empieza mañana, Ros le coge el
gustillo a esto de dirigir y, en 1940, adapta una versión de la obra Aurora Clara Boothe, norteamericana,
bajo el título de Mujeres, que
goza de gran éxito entre la crítica de la época. Ese mismo año, el escritor
falangista se hace cargo, en sustitución de Manuel Halcón, de la dirección de
la revista Vértice -publicación
falangista fundada tres años antes-. Al éxito de Mujeres, le sigue el de En el otro cuarto -estrenada en
noviembre-, Víspera (abril de
1941), La digestión del hambre
(1942) u Otra vez vivir (1943).
Samuel Ros
compagina la dirección teatral con la dirección de Vértice hasta 1943, momento en el que
su antiguo amigo, José María Alfaro, lo sustituye al frente de la publicación,
A partir de este momento es cuando su ánimo se derrumba y se suceden las
depresiones. Ni siquiera el Premio Nacional de Literatura, que obtiene un año
después por el conjunto de cuentos Con
el alma aparte, consigue animarlo.
"En los relatos de Ros, tras la Guerra y
tras su tragedia personal, se siente un elemento angustioso, una pesadumbre
constante ante la muerte y ante el paso del tiempo. Preocupado por el destino,
por el pasado y por el futuro, la suya es una continua búsqueda de trascendencia,
que suele resolverse en el amor como plenitud, finalmente malogrado e
incompleto por la muerte de la amada. Ésta siempre desaparece en sus relatos y
sólo tiene entidad como recuerdo, como angustia. Este Ros, lleno de interrogaciones,
describe bien en sus cuentos sus experiencias angustiadas y sus sentimientos
obsesivos", afirman los hermanos Carbajosa, Mónica y Pablo, en su libro La corte literaria de José Antonio.
El 6 de enero de 1945, Samuel Ros fallece debido a una complicada operación
de apendicitis. Su entierro, al que acude una amplia representación de la rama intelectual de la época, se convierte en una manifestación político- cultural
del Régimen.
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