Estadista británico de corte conservador, rehuye el enfrentamiento armado permitiendo el expansionismo de la Alemania nazi y el rearme, actitud que, en plena Guerra Civil, disipó las esperanzas republicanas
Uno de los personajes clave en el momento
histórico en que sucede la Guerra Civil española es sin duda Arthur Neville
Chamberlain. Con la ingrata labor de dirigir la política del Reino Unido en los
años más conflictivos del siglo XX, entre 1937 y 1940, ninguno de sus esfuerzos
por mantener la paz en el marco internacional se vio recompensado.
Chamberlain se convierte en un equilibrista
de la política, un auténtico trapecista del diálogo y la contención cuya estrategia
pacificadora podría haber resultado exitosa si el enemigo hubiera sido otro distinto
a la enloquecida maquinaria nazi. Al final, su política del apaciguamiento, como él
mismo la denomina, terminó por devorarle. La Historia le convirtió en culpable
-sobre todo a los ojos de los republicanos españoles-, cuando Chamberlain fue
quizás una víctima más.
Nace en el seno de una familia de políticos
en 1869. Su padre fue el líder del Partido Liberal Unionista y su hermanastro
Austen ministro de Exteriores (1924- 1929), desde cuya posición se haría merecedor
del premio Nobel de la Paz en 1925.
Tras pasar por varios cargos menores, Chamberlain consigue un puesto
como diputado conservador en 1918. Entre 1924 y 1929 realiza importantes reformas
sociales como ministro de Sanidad. Su brillante trayectoria continúa en 1931
desde la titularidad de la cartera de Economía, en plena crisis económica que
consigue atajar aplicando una política de protección a la industria que
equilibra la balanza comercial y de empleo.
Llega a su
cénit en 1937, toma el relevo de Stanley Baldwin al frente del Gobierno
británico. Su mandato de tres años estuvo marcado por
la crispada situación internacional. La experiencia británica en la Primera
Guerra Mundial le llevo a intentar mantener la paz a cualquier precio.
Político de la vieja escuela, el primer ministro estaba convencido de que
podría calmar la agresividad de los dictadores europeos por la vía
diplomática. Estaba dispuesto a conceder, negociar y, en lo que a España
tocaba, dejar pasar.
El primer momento crítico de su mandato no obstante llega en
septiembre de 1938. Hítler amenaza con anexionarse la región de los Sudetes en
Checoslovaquia, provocando una crisis internacional. El propio Chamberlain deja
entrever en el Parlamento británico la posibilidad de la guerra. Antes de que
la situación estalle, se convoca una cumbre en Múnich a la que acuden los
dirigentes de Italia (Mussolíní), Alemania (Hitler), Francia (Daladier) y Reino
Unido (Chamberlain). En esta reunión a cuatro bandas Hitler se sale con la suya
y pocos días después Alemania ocupa los Sudetes.
Por su parte, Chamberlain regresa al Reino
Unido como el gran pacificador. A su llegada a Inglaterra, en el aeropuerto
de Heston enarbola en alto un documento con el compromiso de Hitler de
utilizar medios pacíficos y proclama: "Por segunda vez en nuestra historia, un
primer ministro británico regresa de Alemania trayendo la paz con honor. Es la
paz para nuestro tiempo".
Las ansias imperialistas de Italia y
Alemania suponían una fuerza desproporcionada para el apaciguado Chamberlain. Sirvan como
ejemplo estas palabras de Mussolini tras la visita del primer ministro
británico a Roma en enero de 1939: "Estos hombres no son ya de la pasta de los
Francis Drake o de los otros aventureros que conquistaron el Imperio. Son los
hijos cansados de una larga serie de generaciones ricas. Y perderán el
Imperio". Eran dos formas distintas de entender la política y el mundo.
En España, los republicanos tildan de
hipócrita a Chamberlain. Se preguntan cómo puede autoprodamarse defensor de la
paz por un lado, mientras por el otro permite el levantamiento de Franco sin
mover un dedo. De ahí que cuando el dirigente inglés visite Roma a principios
de 1939 las esperanzas de las fuerzas republicanas son mínimas. Tras la cumbre
bilateral, el fracaso se confirma. El ministro de Exteriores italiano, el conde Ciano, escribe
en sus diarios: "La visita se mantiene sustancialmente en tono menor, porque
tanto el Duce como yo estamos
escasamente convencidos de su utilidad. (...) La conversación se ha
desarrollado con tono cansado. Las cosas de que hemos tratado no eran las más
importantes y, tanto en ellos como en nosotros, se reconocían fácilmente las
reservas mentales". Más que avanzar hacia la paz, da la impresión de que
Chamberlain se agarra a ella como a un clavo ardiendo mientras Alemania e
Italia lo calientan".
El 1 de septiembre de 1939 Alemania invade
Polonia. Chamberlain no responde en un primer momento, ya que busca la ayuda de
Francia. Durante ese día y el siguiente las presiones son constantes.
Finalmente, una vez que Francia se compromete a actuar junto a Inglaterra,
Chamberlain declara la guerra a Alemania el 3 de septiembre: "Esta mañana el embajador
británico en Berlín ha entregado en mano al Gobierno germano una nota
certificando que, si antes de las 11 de la mañana no se han comprometido a
retirar sus tropas de Polonia, entre nosotros habrá un estado de guerra. Os
tengo que decir ahora que no ha habido respuesta, y que consecuentemente este
país está en guerra con Alemania".
Los primeros
meses de la contienda fueron relativamente tranquilos y los enfrentamientos se
redujeron a las zonas marítimas. Cuando en abril de 1940 Alemania invade
Noruega, Chamberlain envía una expedición como respuesta y fracasa estrepitosamente. El primer ministro pierde el apoyo de muchos de sus compañeros en el
Parlamento y el 10 de mayo se ve obligado a dimitir, recomendando a Winston
Churchill como sucesor. Durante el verano la salud de Chamberlain se deteriora.
Muere de cáncer el 9 de noviembre de ese mismo año.
Durante los meses que transcurren entre su dimisión y su muerte, incluso
en los años siguientes, la figura de Chamberlain es duramente criticada. De
alguna manera, se le culpa del estallido de la guerra (uno de los primeros escritos
sobre él tras su dimisión se tituló Culpable). Pero con el tiempo y adoptando una visión más amplia de los hechos,
los historiadores han tenido en su poder otro tipo de valoraciones a la hora de
juzgar su labor. En la mayor parte de los casos, se valora positivamente su
incansable defensa de la paz como algo natural, así como sus éxitos previos a
la Presidencia del país desde su puesto en el Ministerio de Sanidad y Economía.
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