Paradigma
del dictador genocida por antonomasia, el Führer' se convierte en una pieza
clave en la Guerra Civil por su colaboración con el general Franco, al que más
tarde reclamaría el favor'en la Segunda Guerra Mundial
El Gobierno de Adolf Hitler, o Reich de los mil años, duró sólo 12,
pero fueron suficientes para que este dictador encarne aún hoy la figura del
mal.
Alemán, aunque nacido en Austria en 1889,
arrastra a Alemania, y a medio mundo, a la mayor guerra de la Historia de la
Humanidad entre los años 1939 y 1945 y lleva a cabo un genocidio contra los
judíos. Su pensamiento es el
paradigma del nacionalismo extremo, la exaltación de la raza y el
expansionismo, ideología que logra imponer en su país, primero desde la
legalidad y luego por la fuerza. Durante la Guerra Civil española actúa como
aliado de las tropas del general Franco, y una vez que éste alcanza la
victoria, a punto está de involucrar al nuevo Estado franquista en la guerra
que aterrorizaría al mundo por su magnitud.
En 1933, el parlamento alemán concede
plenos poderes sobre la nación al desde hace pocos meses canciller Adolf
Hitler, un cabo sin estudios metido a política y ex convicto por un intento de
golpe de estado. Su partido Nacional Socialista, conocido como partido Nazi,
pasa a dominar todas las esferas de la política, la sociedad y el Ejército. En
definitiva, un país entero se confía a Adolf Hitler y a la radical ideología
del partido, que propugna fundamentalmente la superioridad de la raza aria, a
la que dicen pertenecer.
Es durante la Primera Guerra Mundial, a
la que acude voluntariamente tras no conseguir el ingreso en la Academia de
Bellas Artes de Viena, cuando comienza a desarrollar el nacionalismo extremo y
el antisemitismo que dominan su persona y el espíritu del partido Nazi. Durante la
guerra, donde es condecorado con una cruz de hierro al valor, culpabiliza a
los judíos de la derrota alemana, por su supuesta actitud de boicot y
derrotismo en la retaguardia.
Después de unos años de provocaciones y
peleas con otras formaciones políticas y grupos sociales, Hitler remata la creciente
agresividad del partido y organiza una revuelta en 1923, conocida como el Putsch de Múnich, contra las autoridades del Gobierno Federal de Baviera, para
tomar después el resto de Alemania al estilo de su admirado Mussolini. Las fuerzas
del orden, sin embargo, aplastan la rebelión y casi todos los dirigentes del
partido, incluyendo a Hitler, y al enigmático Rudolf Hess, acaban en la cárcel. Durante el presidio escribe, ayudado por Hess Mi lucha, un libro a la par autobiográfico
y manual ideológico del partido. Sale sin cumplir la pena en su totalidad y redirige la estrategia del partido hacia la legalidad alcanzando en menos de
cinco años plenos poderes sobre la nación, aunque sin duda despliega una
considerable habilidad política,
la única y verdadera estrategia que sigue entre 1932 y 1935 es la del terror;
primero con la sociedad, más tarde con el resto de partidos políticos y por
último con sus propios camaradas. De
hecho, afirma que "el terror es el
arma política más poderosa".
Hitler, sin embargo, no se muestra como
un gran estadista; sus iseas son pueriles, fijas y en exceso simples. En
realidad, aparte de la pureza de la raza, su política se reduce a la expansión
del Tercer Reich. En la intimidad, Hitler se comporta de forma austera en
comparación con otros líderes nazis. Su personalizad oscila entre el
ensimismamiento y la cólera.
Al estallar la Guerra Civil española, el Führer comienza a colaborar con el bando
nacional a pesar de haber firmado el acuerdo de no intervención junto a italíanos, soviéticos, ingleses y franceses. La presencia del Tercer Reich en
la Guerra se concreta en un primer momento con el envío de material bélico y después con una escuadra de aviación denominada Legión Cóndor.
Franco es desde el comienzo del alzamíento militar en España el que entabla relación con los alemanes,
aunque nunca directamente con el propio Hitler. Por otra parte, no parece que
éste ni el partido Nazi apreciaran mucho al general español, primero porque es un
militar que simpatiza con el clero y la monarquía, a los que Hitler aborrece,
y segundo, porque prefiere a los falangistas. Según uno de los biógrafos de
Franco, George Hills, Hitler accede a ayudar a los nacionales a petición del
mariscal Göring para probar la aviación en campo de batalla y porque pretende
sacar partido de las minas españolas para la industria de guerra. En cualquier
caso, las relaciones nunca serán del todo cordiales; la lucha por la soberanía
de las minas y el momentáneo abandono de la Legión Cóndor en la primavera del
38 son puntos clave del desencuentro.
Adolf Hitler es ya por entonces una
celebridad política en el ámbito mundial. Alemania, además, asombra al mundo
con su modelo de eficiencia y recuperación -entre ellos a los falangistas y
especialmente a Serrano Suñer-. Son los tiempos de los espectaculares
desfiles y las exhibiciones de grandiosidad y poder. En la España nacional, al
margen de las relaciones diplomáticas, Hitler es un ejemplo que dignifica la
patria alemana.
En marzo de 1938, fuerza la anexión de
Austria -el denominado Anschluss- nación
que considera parte del mismo Estado alemán, y meses más tarde su voraz
expansionismo muerde Checoslovaquia. Las grandes potencias claudican por
última vez antes de la Guerra en la Conferencia de Munich por medio de un
acuerdo de paz que Hitler viola al año siguiente con la invasión de Polonia,
Contento con los resultados diplomáticos, el turno les llega a los judíos. La
tristemente conocida como Noche de los
cristales rotos, el 9 de noviembre de 1938, es el comienzo del calvario
que sufre el pueblo judío en los siguientes siete años.
Dos años más tarde, en Hendaya, Adolf Hitler se reúne por primera y
única vez con el general Franco. Los nazis reclaman del jefe del Estado
español, a quien han ayudado a ganar la Guerra Civil, la intervención en el
conflicto mundial que arrasará Europa hasta 1945. Franco llega tarde a la cita
y durante horas se discuten los pormenores, las contrapartidas y los
compromisos. Lo cierto es que por voluntad propia de Franco o por falta de un
acuerdo en las concesiones coloniales sobre Marruecos, España no entra en la
guerra y se mantiene neutral. Hitler sale de la reunión en un estado colérico
y pronuncia la conocida frase "antes de volver a hablar con este hombre dejo
que me saquen dos muelas". No obstante, el Führer está en su máximo apogeo, su Ejército aplasta Europa, domina Polonia,
Checoslovaquia, Bélgica, Dinamarca, Luxemburgo, Finlandia, Francia, Austria y
Grecia. Su superioridad militar se mantiene hasta el verano de 1942. Menos de
tres años después, en abril de 1945 las tropas soviéticas están haciendo
añicos la capital de su imperio. Enloquecido, se dispara un tiro junto a su
reciente esposa, Eva Braun, para evitar su responsabilidad ante los
Tribunales.
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