General nacional, será uno de los militares que conduzca la contraofensiva franquista en el Ebro, lo que le valdrá, junto a otras intervenciones, la admiración y el respeto de compañeros y superiores, incluido el propio Caudillo
La historia de Juan Vigón, general del Ejército de Franco y ministro del Aire con éste una vez acabada la Guerra Civil, es la del ascenso -en buena medida, similar al de su hermano Jorge-desde los estudios iniciales de la técnica aplicada a la guerra hasta la oportunidad de plasmar en el campo de batalla lo aprendido, que le valdrá el reconocimiento y la admiración de todos los que combaten con él, tanto sus compañeros como sus superiores, incluidos el general Mola y el mismo Francisco Franco.
Juan Vigón es uno de los conductores de los contraataques nacionales en la Batalla del Ebro. Como jefe de Estado Mayor del Ejército del Norte, y a las órdenes del general Fidel Dávila, dirige uno de los ataques más violentos contra las posiciones republicanas. En la ofensiva, lanzada un mes después del inicio de la batalla, pone en práctica su capacidad para planear y ejecutar minuciosamente las operaciones bélicas. Al mando de las divisiones 74ª, 82ª y 102ª, intenta romper la línea republicana del Frente de Villalba de los Arcos.
Después de tres días de lucha salvaje, avanzando palmo a palmo y con grandes bajas, Vigón logra desalojar a la 16ª División republicana del vértice de Gaeta. Pero allí queda detenido. Durante dos meses, sus tropas chocan contra la desesperada resistencia de los republicanos, sufriendo grandes bajas y logrando un avance mínimo. Sólo a principios de noviembre, con el apoyo de nuevos refuerzos, romperá Vigón el frente, empujando a un Ejército republicano extenuado por el esfuerzo y las bajas.
Su camino hasta la Jefatura del Estado Mayor del Ejército del Norte está cuajado de reconocimientos, debidos casi siempre a su afán perfeccionista y su inteligencia. Juan Vigón Suerodíaz nace en 1880 en la villa asturiana de Colunga y es hijo de una familia pudiente y destacada de la localidad.
Junto a su vocación militar, su capacidad para el estudio y sus inquietudes científicas le llevan a elegir el arma de Ingenieros, en la que ingresa con el grado de teniente tras pasar por la Academia de Guadalajara. A diferencia de muchos de sus colegas de la época, Vigón continúa formándose después de salir de la Academia. Así, ingresa en la Escuela Superior de Guerra, de la que sale diplomado en Estado Mayor en 1911, y hace un curso en la Escuela de Guerra de París.
Sus aptitudes son advertidas por el rey Alfonso XIII, que le nombra su ayudante a principios de la década de los 20. Posteriormente, pasa a encargarse de la educación del infante Juan de Borbón. Pero llega abril del 31, y con él la proclamación de la República. El entonces coronel Vigón no acata el nuevo régimen, por lo que aprovecha la ley de Azaña para solicitar el retiro.
A partir de entonces, se dedica a administrar las propiedades de su familia y a criar a sus hijos en Caravia, cerca de su pueblo natal. Su vida transcurre plácidamente entre el estudio y las charlas en el casino local, hasta que la Revolución asturiana del 34 le saca de su retiro para ponerse a las órdenes del Gobierno de Alejandro Lerroux. Vigón interviene en el sangriento aplastamiento de la rebelión minera, lo que le coloca en el punto de mira de los militantes de izquierda. Después del fin de la revuelta vuelve a su casa de Caravia, pero ya comprometido con la derecha, en una época en la que la neutralidad política es poco menos que imposible.
Cuando el Frente Popular sube al poder, abandona España, en previsión de posibles represalias, y se afinca en Buenos Aires, donde pasa a ocuparse de sus negocios. Pero en julio del 36, los ecos de la sublevación empiezan a llegar al río de la Plata y el coronel Vigón decide unirse a la misma. Emprende así el viaje hacia Lisboa, y de allí pasa a España, donde se pone a las órdenes del general Emilio Mola. Sus primeras intervenciones armadas tienen como escenario Guipúzcoa, provincia de la que es nombrado comandante militar en septiembre de 1936 y en la que combate junto al general José Solchaga.
Como oficial de Estado Mayor, Vigón forma parte del grupo de militares que componen el núcleo de poder de Franco en Salamanca. Allí, como representante del sector monárquico -y, en palabras de Hugh Thomas, germanófilo- de los sublevados, departe por las noches con Franco y otros oficiales sobre la marcha de la Guerra. Su prestigio es tal que se llega a decir que, a finales del invierno de 1937, convence a Franco de que abandone su obsesión por apoderarse de Madrid y se centre en la conquista de las provincias cantábricas.
En marzo de 1937 toma parte en la campaña del Norte, codo con codo con el general Mola, quien le nombra jefe de Estado Mayor de su Ejército. La admiración de Mola por Vigón le lleva a calificarle como "la luz de mis ojos, mis pies, mis manos, mi masa encefálica". Algunos historiadores, como Manuel Tuñón de Lara, defienden que es Vigón el inspirador del bombardeo aéreo de Guernica, aunque otros autores, como Thomas, lo consideran ideado por los alemanes. Sea como fuere, consigue varias victorias en las ofensivas sobre Vizcaya, Santander y Asturias, dirigiendo a la agrupación de Brigadas Navarras, que le valen el ascenso a general. Una vez liquidado el frente cantábrico, participa, siempre con el Ejército del Norte, en las batallas de Teruel y el Alfambra. Tras ellas, llega su mencionada intervención en la Batalla del Ebro, para, ya en la última fase de la Guerra, intervenir en la campaña de Cataluña, en la que concluyen sus acciones bélicas.
Después del final de la Guerra, es nombrado jefe del Alto Estado Mayor. En 1940, sustituye al general Juan Yagüe como ministro del Aire. Al frente de este Ministerio, inicia los estudios sobre energía nuclear en España y funda el Centro de Energía Nuclear en Madrid. Desde su posición de consejero permanente de Franco, se preocupa de impulsar la investigación científica en España. Llega a ser director de la Escuela Superior del Ejército, presidente de la Junta de Investigaciones Nucleares y vicepresidente del Consejo de Economía Nacional.
Juan Vigón es reconocido durante la posguerra como una de las figuras más sobresalientes del nuevo Régimen. Junto a su prestigio militar, es uno de los primeros dirigentes franquistas que destacan por su labor técnica y científica. El punto culminante de su reconocimiento llega cuando es elegido miembro numerario de la Real Academia Española de Ciencias. Muere en 1955, a los 75 años, y es enterrado en Asturias, en su villa natal de Colunga.
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