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miércoles, 13 de agosto de 2014

Alicante, alzamiento en

Ciudad de España perteneciente al antiguo reino de Valencia, capital de la provincia y del partido judicial del mismo nombre, situada a orillas del Mediterráneo.  

En julio de 1936 la guarnición de la capital estaba constituida por el Regimiento de Infantería 4 y la Caja de Recluta 22, más tres compañías de la Guardia Civil y un contingente de carabineros adscritos a la zona. El comandante militar de la plaza era el general de brigada José García Aldave y Mancebo. No está claro si dicho general estaba comprometido o no en el alzamiento militar, aunque se sabe a ciencia cierta que era de ideología derechista y de profundas convicciones religiosas. 

Todo hace suponer que, en espera de recibir instrucciones de su superior jerárquico, el jefe de la División Orgánica con cabecera en Valencia, se mantuvo a la expectativa sin adoptar medida alguna, salvo la de ordenar el acuartelamiento de las tropas, situación en la que permaneció hasta el día 23, en que el cuartel fue rodeado por numerosos milicianos afectos a la República, reforzados por la marinería del cazatorpedero José Luis Diez, que se había hecho con el mando de la nave y había desembarcado el día anterior. Entonces el gobernador civil de la provincia requirió al citado general García Aldave para que dispusiese que inmediatamente se izase la bandera republicana en los edificios ocupados por los militares, se abriesen las puertas de tales edificios y cesase el acuartelamiento, accediendo a ello García Aldave y ordenando al coronel Rodolfo Espá Manzano que procediese a cumplir los términos del requerimiento, como así lo hizo. Resuelta de esta forma tan simple la adhesión de la plaza a la República, el aludido gobernador civil se dirigió por radio a los alicantinos para explicarles cuál había sido el comportamiento de las fuerzas militares de la guarnición y, en especial, el del general García Alda ve: «Ahora quiero rendir un homenaje al general de esta plaza, por su honor y la disciplina que ha tenido con el poder legalmente constituido, y que no se ha rendido bajo el poder de nadie, sino bajo el poder de su voluntad soberana para defender la República, que todos sentimos en el corazón y que todos hemos traído con sacrificio. Por eso tengo que hacer honor a su caballerosidad, porque se dio cuenta de las circunstancias actuales, lo que yo le agradezco profundamente; porque a quien tiene un honor y una disciplina hay que rendirle un tributo de admiración y respeto. Yo se lo rindo a este hombre que está dispuesto a dar su sangre por la República» (testimonio recogido por Guillermo Cabanellas en La guerra de los mil días, Ed. Heliasta, S. R. L., Buenos Aires, 1975).

Pocos días después García Alda ve fue relevado del mando a petición propia. A continuación, y no obstante el testimonio del gobernador civil de la provincia, fue detenido, procesado por su tentativa de adhesión al alzamiento militar, condenado a muerte y fusilado.

A partir de entonces comenzaron las "sacas" y los "paseos" de las cárceles, especialmente cruenta fue la represión durante el mes de sseptiembre y apenas reseñable a partir de enero de 1937. Cabe decir que el 29 de noviembre del 36, se produjo una "saca" en la cárcel de Alicante en represalia al bombardeo nacional sobre la ciudad. 

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