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viernes, 9 de noviembre de 2012

Joaquín García Morato (1904-1939)

«Vista, suerte y al toro» es el celebérrimo lema de la Patrulla Azul, grupo de destacados "cazadores" dentro de la Aviación nacional de la que es miembro fundador este piloto de corta edad pero gran pericia en el aire

Su brillante trayectoria como piloto y, después, su trágica muerte convierten a Joaquín García Morato en un mito de la aviación española. Durante la Guerra Civil participa en numerosos frentes y protagoniza un total de 40 derribos. Sus éxitos en el campo de batalla harán de Morato uno de los mejores pilotos españoles del momento y el más valorado del bando nacional. Dedicará toda su vida a la que fue su gran pasión: volar. Para el aviador, "el piloto de caza debe ser joven, sano, fuerte, acróbata y voluntario en su destino; de alto espíritu combativo y gran acometividad".

Nace en Melilla el 4 de mayo de 1904 y, ya desde muy joven, comienza su carrera como aviador. En 1920, cuando ni siquiera ha cumplido la mayoría de edad, ingresa en la Academia de Infantería de Toledo y en abril de 1925 entra en la escuela civil de aeroplanos. En agosto de ese mismo año, nada más recibir el título de piloto, realiza el curso para obtener el de militar en biplanos Avro 504.

En 1927 es enviado a la Guerra de Marruecos. Allí sufre su primera caída tras ser derribado su avión, accidente del que sale ileso. Posteriormente pasa a la escuadrilla de cazas Bristol en Nador (Melilla), donde realiza más de 50 misiones y se inicia en la acrobacia. Después, el piloto es destinado a la base de hidroaviones de Mar Chica. Allí sufre un accidente que le deja 32 heridas y dos huesos fracturados y que le obliga a pasar un año en el hospital de Carabanchel. Ya recuperado, García Morato reanuda sus vuelos como teniente en un grupo de reconocimiento en una base de Getafe.

Sus conocimientos sobre aviación convierten a García Morato en profesor y en 1929 es nombrado educador de vuelo en la escuela de transformación de pilotos, donde además de enseñar, obtiene el título de observador. En 1934 ejerce de profesor de vuelo sin visibilidad y da clase en el Aéreo-Club de Madrid. Un año más tarde se saca el diploma de telegrafista, lo que le permite pilotar polimotores, cazas e hidroaviones. Además de estos títulos, acumula otros tantos con los que podrá pilotar durante combates y realizar operaciones en condiciones de poca visibilidad y también de noche.


Pero su ansia de vuelo no se queda satisfecha y pronto comienza a aprender acrobacia. En pocos meses domina esta técnica y figura como profesor de combate. Considera la acrobacia un elemento indispensable en la lucha e incluso escribe un tratado sobre acrobacia práctica. En el Fleet 2 realiza sus primeras piruetas en el aire. García Morato participa en varios concursos y gana la mayoría de ellos, llegando incluso a alcanzar el título de subcampeón del mundo en vuelo acrobático. Sus habilidades y su manejo del aparato en condiciones extremas le convierten en uno de los mejores pilotos de su tiempo.

En julio de 1936, cuando se produce el alzamiento militar, García Morato, que ejerce como profesor en la escuela de vuelo de Alcalá de Henares, se encuentra de permiso en Gran Bretaña. Sólo tiene 32 años y, tras conocer la noticia de la sublevación, regresa a España y viaja a Sevilla en un Douglas DC-2, para incorporarse rápidamente a la Guerra.

"Cuando estalló el glorioso movimiento nacional, me incorporé sin dudarlo y desde el primer día presté mis servicios como cazador, que era el que por mi carácter y facultades cuadraba más conmigo. Estoy regido por un vicio y por un ideal: el vicio de las emociones y el ideal de la Patria dentro de nuestra religión". García Morato relata así, en las memorias que se publicarán en 1940, el episodio de la sublevación.

Nada más llegar a España, Morato se desplaza a Córdoba, escenario en el que intervendrá en varias ocasiones durante la Guerra. Apenas transcurren 15 días del estallido bélico, cuando, el 3 de agosto, presta su primer servicio y desbarata una acción republicana sobre la ciudad andaluza, que se encuentra en poder de los rebeldes. Al mando de un Nieuport 52, bombardea una concentración de tropas republicanas en la localidad de El Carpió. Su segunda victoria llega nueve días después tras derribar un bombardero republicano sobre la ciudad malagueña de Antequera.

Durante la contienda pasarán por sus manos toda clase de aviones. Será uno de los primeros pilotos españoles en manejar los biplanos He-51. Al mando de este tipo de aparato derriba varios Nieuport y un Potez 54. También será el primer aviador en probar los cazas Fiat CR-32, aprovechando que es enviado a una de las unidades italianas. Con estas máquinas, que se convierten en sus compañeras inseparables durante la Guerra, protagoniza la mayoría de los derribos y hará caer varios 1-15 rusos.

En diciembre del 36, cuando el mando nacional forma un grupo independiente compuesto por esta clase de aviones, encarga a García Morato que lo dirija. Su grupo se llamará Patrulla Azul y protegerá la zona del sur de España, donde operan los Breguet rebeldes. El emblema de la Patrulla Azul, que se convertirá en un mito, está formado por un círculo con un halcón, que representa al propio Morato, una avutarda, que representa a su compañero de grupo Bermúdez de Castro, y un mirlo, con el que se identifica a Salvador, el tercero del grupo. El emblema, pintado en azul sobre fondo blanco, iba acompañado del lema, que se haría archipopular, "Vista, suerte y al toro", que se colocaba en la parte izquierda de la deriva.

Tras la formación de esta patrulla, el piloto y acróbata del bando nacional vuelve al Frente de Córdoba en enero de 1937. Allí protagoniza varios derribos más, esta vez de dos bombarderos SB-2 soviéticos. Ese mismo mes regresa a Madrid para apoyar la ofensiva del Jarama.

Entre las muchas acciones que desarrolla durante el conflicto destaca la del 18 de febrero en el Frente de Madrid, por la que se le concede la Cruz Laureada de San Fernando. El enemigo, que cuenta con un gran número de Chatos y Ratas, tiene el dominio del aire en esta zona. La inferioridad en el número de aparatos y la "táctica equivocada" seguida por el oficial jefe de la aviación nacional en este sector provoca que la escuadrilla de Morato sea enviada al Frente de Madrid con el fin de arreglar la situación.

Un día después de su llegada a la ciudad, la Patrulla Azul comienza su primer servicio. Unos cuantos aparatos de bombardeo, escoltados por 21 cazas y la escuadrilla de Morato entran sobre territorio enemigo. Allí, 36 cazas rojos comienzan su ataque contra los aparatos nacionales. El aviador, junto a sus dos compañeros de patrulla, Salvador y Bermúdez de Castro, hace frente a los cazas del Ejército republicano.

"Era una lucha de locos, tres contra 36. Por encima y por debajo, a derecha y a izquierda, no veía otra cosa que aparatos rojos. En realidad tuve el convencimiento de que aquella era la última batalla en la que tomaba parte". Así describe el aviador la que quizá sea su acción más sobresaliente. Finalmente, tras la intervención de los 21 cazas, que salen en ayuda de Morato y sus compañeros, los aviones nacionales consiguen ganar la batalla a los republicanos. En total, los pilotos derriban ocho aparatos rojos frente a una única pérdida en el grupo enemigo.

Como consecuencia de esta lucha, y de otras dos batallas más libradas en los días posteriores, el bando nacional consigue el poder del aire en este frente. Esta operación le vale a García Morato la Cruz Laureada de San Femando, que se le concede asimismo por todas las intervenciones llevadas a cabo hasta el 18 de febrero de 1937. Para esta fecha, ya lleva acumulados más de 150 servicios de guerra. A los otros dos pilotos compañeros se les otorga la Medalla Militar.

La intervención de la Patrulla Azul se convierte en decisiva en muchas fases de la Guerra y sirve para cambiar el signo de la batalla. Así ocurre por ejemplo en Talavera, también en el Frente de Madrid, donde la intervención de su Fiat sirve para dar un giro a los acontecimientos. La escuadrilla de García Morato se encuentra destinada en un aeródromo de la ciudad toledana, que "cuenta con poca guarnición y escasa artillería, frente a la fuerza del enemigo, que tiene toda clase de material de guerra". La aviación es la única posibilidad de salvar las posiciones nacionales en este frente y Morato y su escuadrilla bombardean las concentraciones y posiciones enemigas provocando su retirada en escasas horas.

Poco después de su intervención en Madrid se le confía a García Morato el mando de un grupo de caza compuesto por dos escuadrillas, que es bautizado con el nombre de Grupo Azul. Este grupo se estaciona en un aeropuerto cercano a Zaragoza, donde debuta en un combate contra varios cazas de la aviación republicana. Según la narración que hace el piloto en sus memorias, la escuadrilla azul se convierte en poco tiempo en una unidad temida en todos los frentes hasta el punto de que el Gobierno de Valencia tuvo dificultades en el reclutamiento de pilotos de caza. Cuando estos pilotos abandonaban la escuela de formación, se les entregaba una copia del emblema de la escuadrilla. Su despedida era un fuerte apretón de manos de los profesores, seguido de un consejo: "Buena suerte, esperemos que no te encuentres con el grupo de Morato".

Aunque cosecha numerosas victorias, Joaquín García Morato también sufre algunas pérdidas. Uno de los episodios más tristes para el proclamado "as de la aviación nacional" fue la caída de su compañero Bermúdez de Castro. Esta tiene lugar durante una batalla en el Frente de Brunete, mientras el Grupo Azul protegía a una unidad de bombardeo. El grupo de Morato lucha contra una patrulla de tres rafas y varios Curtis. Uno de los aviones republicanos derriba un aparato nacional, resultando ser el de Bermúdez. Además de este alcance, Morato también sufre la pérdida de su concuñado, Carlos Haya, capitán de la aviación nacional y que el propio Morato describió en su día como "el número uno de la aviación española y el de más grande valor".

En el mes de septiembre de 1937 García Morato es enviado a Italia. Dos meses después regresa a Madrid para ponerse al mando de las unidades aéreas en el norte, como comandante de la Brigada Aérea Hispana, y en julio del 38 dirige un nuevo grupo de caza, el 3G3.

Durante los años que lucha en la contienda, este piloto solo será derribado una vez. Su única caída tiene lugar el 3 de octubre de 1938, en un enfrentamiento sobre el Ebro, cuando es alcanzado sin querer por otro aviador de su propio grupo que perseguía al mismo aparato enemigo. Como consecuencia del choque, García Morato se ve obligado a realizar un aterrizaje forzoso, aunque sale nuevamente ileso del accidente.

En diciembre del mismo año, el piloto suma a su currículo particular varios derribos más: el de tres bombarderos R-5 enemigos. A mediados del año 1938, ingresará en el consejo nacional de FET y de la JONS.

Su última victoria, la número 40, tiene lugar el 19 de enero de 1939, en el Frente de Cataluña en Igualada, tras abatir un Polikarpov 1-15, Chato. Tres meses después, el 4 de abril de 1939, tiene lugar el trágico accidente que acaba con su vida, tan sólo un mes antes de cumplir los 35 años de edad y poco después del fin de la contienda.

El 8 de marzo el piloto llega a Griñón, prestando allí servicios para la capital y otros localidades cercanas como Ocaña, Brunete, Toledo o Aranjuez. Un mes después, el día 4, partiendo desde el aeródromo madrileño, emprende el vuelo con la intención de tomar unas vistas para una película de guerra. Según el capítulo de sus memorias dedicado a su muerte, se trata de "un día triste y gris con nubes muy bajas y lluvia muy fina que dificultaba la visibilidad".

Morato despega su Fiat 3-51 y realiza las fotografías, tal y como estaba previsto. Tras finalizar su trabajo, el comandante Morato se entretiene en un simulacro de combate con un Rata. El accidente se produce cuando Morato intenta tomar tierra picando sobre el extremo del campo y en la misma dirección de entrada para llegar al suelo y subir hasta quedar invertido, enderezar el aparato y terminar virando 180° al mínimo de velocidad, para llegar así al extrema del campo y tomar tierra. A pesar de su excelente manejo del aparato, el comandante no consigue salir airoso de esta peligrosa maniobra y choca antes de llegar a tierra.

Tras su muerte, es condecorado con la Medalla Individual y es ascendido a comandante efectivo por méritos de guerra. En 1950 le es concedido el condado del Jarama también a título póstumo.

Durante la Guerra Civil, García Morato realiza un total de 511 servicios de guerra, incluyendo 122 misiones de ametrallamiento a tierra. Además, participa en un total de 144 combates y derriba 40 aviones. El general Franco, que escribió el prólogo de las memorias del piloto, aseguró que el aviador nacional "murió como los héroes legendarios: en plena juventud, feliz y victorioso. Sus alas poderosas se quebraron un día ante el azar, mas quedó su espíritu flotando en las que en una mañana han de nublar el sol".

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