Adsense

miércoles, 6 de abril de 2022

La implementacion del servicio militar obligatorio

Una vez que los dos bandos decidieron que necesitaban llamar a filas todos los hombres de los que disponían, pusieron en marcha el reclutamiento obligatorio basándose en el sistema que ya estaba en vigor en tiempo de paz y que dependía de los ayuntamiento civiles, los cuales disponían de historiales básicos de la población masculina.

En ese sentido, tanto los republicanos como los nacionales partieron de un marco común al que añadieron nuevos elementos. Básicamente, los españoles eran llamados a presentarse en los ayuntamientos del país, donde pasaban revisión médica y, si se les consideraba aptos para el servicio o para desempeñar servicios auxiliares, eran reclutados en el ejército. De ese modo la República movilizó a 28 clases de reserva hasta el final de la guerra, que ascendían teóricamente a un total de 1,7 millones de hombres de edades comprendidas entre los 16-45 años (remplazos de 1915-1942) disponibles para el esfuerzo bélico. Por su parte, cuando lograron la victoria  en abril de 1939 los nacionales habían movilizado a 14 grupos con un total de 1,26 millones de hombres de entre 18-33 años (remplazos de 1927-1941: una edad máxima de reclutamiento muy inferior a la del Ejército Popular de la República. 

Para facilitar la movilización masiva, ambos bandos crearon organizaciones que debían supervisar ese proceso de vital importancia. La República montó en septiembre de 1937 los centros especializados, Centro de Reclutamiento, Instrucción y Movilización (CRIM), inicialmente se crearon 16, uno por cada demarcación provincial, y los que hicieran falta en Cataluña. Dependieron de la Inspección de los CRIM, subordinada a su vez de la Subsecretaría del Ejército de Tierra del Ministerio de Defensa. Se componía de 5 secciones:

- Reclutamiento
- Movilización
- Recuperación (Hospitales y material)
- Instrucción 
- Contabilidad

Los ayuntamientos enviaban la documentación del personal al CRIM, donde se verificaban las operaciones que tenían lugar en las cajas de reclutas y centros de movilización. Se ocuparon de la movilización de todas las fuerzas excepto de los cuerpos de Seguridad y Carabineros. 

Los nacionales, por su parte, dieron a la cuestión mayor importancia institucional y crearon la Dirección General de Movilización, Instrucción y Recuperación (MIR), que era responsable de la movilización y adiestramiento de reclutas para el ejercito. Aunque el adiestramiento era por lo general bastante rudimentario en ambos bandos, los nacionales concedieron al asunto mayor prioridad y establecieron un sistema por el que las unidades se preparaban para ir al frente de forma continuada y relativamente larga. Pudieron aprovechar que poseían el Marruecos español para entrenar juntas a unidades grandes, lejos de las primeras líneas, lo que daba a los oficiales y a los hombres tiempo para crear la cohesión que es tan importante para la eficacia militar. Aunque los nacionales tuvieran alguna ventaja en el entrenamiento, esto no les eximia de problemas como así los refleja un informe enviado por la Dirección General de Movilización, Instrucción y Recuperación al CGG a principios de febrero de 1938 en el que se adjuntaba un programa de entrenamiento intensivo para los reclutas de reemplazo de 1941, que habían acumulado diversos reportes negativos por sus deficiencias " en tiro y orden abierto". Para paliar este tipo de problemas se tendía a mezclar en las unidades a soldados recién movilizados con otros más veteranos, de cara a que estas no perdiesen su eficacia combativa. Igualmente, se apuntaban una serie de causas que habían motivado estas deficiencias, como la falta de instructores, dificultades organizativas inherentes a la movilización masiva de reclutas o la gran demanda de personal por parte de las nuevas unidades y de las que se encontraban en los frentes. Sin embargo, las lagunas de formación militar no solo afectaban a la tropa sino también era evidente en los oficiales formados durante el conflicto, es decir, en los denominados "provisionales", la espina dorsal de las fuerzas sublevadas. Por ello, se instaba a ejercer un mayor control en el proceso de selección de candidatos para estos puestos, valorando "además de las circunstancias relativas a la cultura, edad, etc., que ha de dedicarse atención preferente a la capacidad y dotes de mando y energía de los convocados". Como quedaba patente en un documento enviado por el CGG al Ejército del Centro a mediados de octubre de 1938, el significativo crecimiento de los efectivos del ejercito nacional había conllevado una escasez de mandos preparados, algo que ya databa de finales del año anterior, pero no había conseguido paliarse en absoluto, sino más bien al contrario, extendiéndose a las nuevas hornadas de combatientes conscriptos. 

No obstante, en momentos de necesidad operativa, ambos bandos mandaban a toda prisa a los soldados al frente sin apenas preparación y esperando que aprendiesen de los veteranos. A veces solo se permitía a los soldados republicanos que hiciesen cinco disparos de prácticas antes de destinarlos al frente, y cada compañía de adiestramiento disponía de cinco rifles. Todo ello reducía la eficacia de las operaciones militares, ya de por sí lastradas por el empleo de tácticas anticuadas heredaras de la Guerra de Marruecos, y añadía una dimensión mayor de brutalidad y sufrimiento a la experiencia bélica de los soldados, pues la falta de instrucción provocaba más bajas y con ellos un flujo constante y elevado de refuerzos con falta de preparación que afectaba a la eficacia de las unidades y sus tácticas, un bucle sin fin.

Así pues, los sistemas de reclutamiento no era radicalmente distintos a los que se habrían puesto en marcha en el caso de que España hubiera estado luchando en un conflicto internacional. Y, al igual que en las movilizaciones a escala nacional de todas las partes, ambos bandos intentaron eximir del llamamiento forzoso a filas a los miembros más vulnerables de la sociedad, como eran los hijos de viudas pobres en la zona republicana y el tercer hermano de la misma familia en la nacional. Los dos bandos también intentaban asignar las posiciones más difíciles a hombres jóvenes y solteros siempre que era posible. El desagrado que producía a algunos grupos del bando republicano el reclutamiento forzoso recuerda  a la renuncia que se dios en Gran Bretaña en la Primera Guerra Mundial, cuando en 1916 el primer ministro H. H. Asquith presento el proyecto de "Ley de Soltero" bajo la guisa de querer impedir el reclutamiento forzoso general, aunque en el bando republicano fuese por razones distintas y principios generalmente antimilitaristas. Y mientras la República preparaba sus  brigadas mixtas -unidades recién creadas de 3000 a 4000 hombres- como entidades individuales dentro del territorio que controlaba, los nacionales en cambio, usaron el regimiento de inspiración británica como el componente básico para crear batallones de 700 hombres a los que después se asignaba que operasen independientemente de su regimiento organizador. 

Periódicos:

No hay comentarios:

Publicar un comentario