Serios,
así se muestran los rostros de los representantes políticos de
la Generalítat el 18 de julio de 1936. Amplias discusiones y largas
reuniones deben determinar la gobernabilidad de un territorio en
guerra. Los teléfonos suenan el 20 de julio de 1936. El presidente,
Huís Companys, ha convocado una reunión con distintos líderes de
la CNT y la FAI donde les propone formar un gobierno
en el que la representación política esté de acuerdo con el poder
de
facto
desplegado en las calles de toda Cataluña.
En
consecuencia, la CNT convoca un Pleno extraordinario el 21 de julio
por el cual decide formar parte de este Comité de Milicias
Antifascistas, que se constituye oficialmente ese mismo día y
en el que se pretende aglutinar fuerzas contra el golpe de Estado,
coordinándolas política y militarmente. Se trata así de
solventar la necesaria mezcla entre Gobierno y revolución, en
un momento en el que ambas deben hacerse compatibles.
Según
el periodista y escritor Bumett Bolloten «El Comité se convirtió
inmediatamente
en el verdadero órgano ejecutivo de la región. Su poder descansaba
no en la desvencijada maquinaria estatal, sino en la milicia
revolucionaría y en las brigadas de policía, y en los
innumerables comités que surgieron en Cataluña durante los
primeros días de la revolución»
Este
organismo se forma con todas las fuerzas políticas representativas
de la Cataluña republicana. No obstante, se basa realmente en el
poder de los anarquistas y en las personalidades de Jaume Miravitlles
(ERC) como secretario general, Diego Abad de Santillán (FAI) como
encargado de las milicias y Juan García Oliver (CNT) como
coordinador militar, unos cargos a los que hay que sumar el de
Josep Tarradellas (ERC), encargado de industrias de guerra, y que en
estos momentos se convierte en el personaje clave de la Esquerra
Republicana para mantener un cierto
control sobre las pretensiones revolucionarias de los
libertarios.
Según
el historiador Walther L. Bernecker «la composición
extraordinariamente heterogénea y los objetivos completamente
divergentes, e incluso contradictorios, de las organizaciones
unidas en el Comité condujeron desde un principio a graves
diferencias de opinión en su seno».
A
la altura de agosto de 1936 las incautaciones y las
colectivizaciones de fábricas llevadas a cabo por los
anarcosindicalistas son un hecho y
el
Comité de
Milicias
comienza a coordinar las respuestas militares y
políticas
para el nuevo contexto social.
En
el plano militar, el Comité asume la formación de una fuerza
armada
para vencer en el Frente
de Aragón.
Desde el 6 de agosto se comienza a llamar a filas a las quintas
de los años 1934, 35 y 36. A los dos meses el Comité cuenta
con
unos 22.000 milicianos, y para finales de año suman ya alrededor de
40.000.
En
paralelo, se adoptan distintas medidas políticas que vienen a
corroborar el giro revolucionario tomado en Cataluña en el
verano de 1936. La obra legisladora comienza con un decreto que
suspende a los concejales de los partidos políticos contrarios al
Frente Popular. A esta medida se suman otras medidas generales con el
objetivo de beneficiar a las clases trabajadoras: se redactan
decretos que obligan a la implantación de la jornada laboral de 40
horas semanales, el aumento de los salarios en un 15%, la bajada
automática de los alquileres entre un 25% y un 50% y
la
aceptación de todas las demandas sindicales planteadas con
anterioridad al 19 de julio. La sindicalización de la vida cotidiana
y la economía son los dos elementos que mejor definen este
nuevo momento, al menos en el plano civil.
Las
distintas variables que afectan al conflicto armado comienzan a tener
peso. Una de ellas es el hecho de que el concepto revolucionarlo
de los órganos de coordinación
puede cercenar las posibilidades de recibir armamento de las
democracias europeas. De este modo y para dotar de una imagen
exterior más seria al Gobierno catalán y componer un Ejército en
el que se recuperen la disciplina militar y la jerarquía, el 27 de
septiembre de 1936 se crea el consejo de la Generalitat, que a todos
los efectos viene a sustituir al Comité Central de Milicias
Antifascistas.
Un
nuevo Gobierno, bajo el mando de Josep Tarradellas hace que el centro
de poder en Cataluña sufra un giro definitivo. Pero a pesar de ello,
el poder real sigue estando en las organizaciones sindicales de base,
por lo que esta medida no queda totalmente acabada hasta que se
reforma la base de poder del Comité Central, los Comités
revolucionarios locales. Esa reforma se decreta el 9 de octubre,
cuando los Comités revolucionarios son sustituidos
por
los consejos municipales regulares. La moderación que plantean las
fuerzas políticas contrarias al proceso revolucionario llega en
el mes de octubre, momento decisivo para equilibrar todas las
balanzas de poder.
El
25 de ese mismo mes se consigue firmar un pacto entre CNT, UGT,
FAI y PSUC en el que estas organizaciones se comprometen a la
formación de un mando único que coordine la acción de todas las
unidades combatientes, la creación de las milicias
obligatorias y refuerzos de la disciplina. Asi se dibuja una
nueva coyuntura en la que la figura del miliciano quedaría
sustituida por la del soldado, una nueva concepción que había
llegado de la mano del decreto de militarización de 21 de octubre, y
que obligaba a todas las milicias a quedar encuadradas en un
nuevo Ejército regular.
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