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martes, 5 de febrero de 2013

Constancia de la Mora (1906-1950)

Nacida en la alta burguesía, culta y políglota, pronto comienza su militancia comunista y en noviembre de 1937 se convierte en la responsable de la Oficina republicana para la Prensa Extranjera


La responsabilidad de la organización y control de la oficina para la prensa extranjera del Gobierno republicano recae, desde noviembre de 1937, en una mujer, Constancia de la Mora. Militante comunista, culta y políglota, su función es tratar de convencer, sin demasiado éxito, a las democracias occidentales de la injusticia que cometían con su política de No Intervención y denunciar el apoyo que continuaban prestando Alemania e Italia al general Franco.

Esta vital y estratégica labor la inicia Constancia con tan sólo 30 años. Hasta ese momento había vivido una transformación personal, ligada íntimamente a los cambios sociales y políticos, que la lleva a situarse en el polo opuesto de lo que se esperaba de una mujer de su tiempo y de sus circunstancias. Nieta del político conservador Antonio Maura, De la Mora nace en 1906 en el seno de una familia de la alta burguesía madrileña y su infancia transcurre entre algodones. Se educa en los mejores colegios españoles y extranjeros con una meta clara, convertirse en la esposa de algún miembro de su clase social.

Son años de estrictas convenciones sociales en los que De la Mora comienza a desarrollar una incipiente conciencia social. Recuerda en sus memorias, Doble esplendor la visita de una amiga inglesa, a la que había invitado a la finca familiar en Segovia, y su encuentro con unos campesinos: "Traté de explicar a Ramón y a Higinia que Ann no comprendía nuestra lengua porque venía de un país extranjero en donde se hablaba de distinta manera, pero esto ellos no lo podían comprender. ¿Que no entendía lo que decíamos? Entonces es que la pobre señorita era sorda. Ramón e Higinia hablaban a gritos, tratando de hacer comprender a mi amiga inglesa (...). Yo sentí de repente una vergüenza terrible. Hasta entonces no había comprendido la profunda y trágica ignorancia de los campesinos analfabetos que labraban las tierras de mi padre. Y sentí vergüenza, no por ellos, sino por mi familia, por mí misma, pues sin saber todavía por qué, comprendí que nosotros éramos en gran parte responsables".

Sus veraneos en Zarauz (Guipúzcoa), y sus años en Cambridge comienzan a perfilar la visión crítica de De la Mora sobre todo lo que la rodea. A ello se une su matrimonio con un ocioso burgués malagueño, (curiosamente el hermano de Luis Bolín, quien será el encargado de la oficina de prensa extranjera en la zona nacional) que la hace profundamente infeliz. Enfrentándose a su mundo y con un poder notarial que le asegura la tutela de su hija Luli, Constancia le abandona. "Llegué a Madrid en marzo de 1931 para empezar una nueva vida, y me di cuenta de que España entera se disponía a hacer algo muy parecido".

Su ruptura con el pasado coincide políticamente con la proclamación de la Segunda República. De la Mora se convierte así en una mujer trabajadora e independiente con el apoyo de algunas amistades, entre ellas Zenobia Camprubí, esposa del poeta Juan Ramón Jiménez, en cuya tienda de artesanía de Madrid trabaja durante un tiempo. La apertura política republicana le permite convertirse en una de las primera mujeres españolas que se beneficia de la Ley del Divorcio, aprobada en 1932.

Con su independencia recuperada, se casa de nuevo, ahora con Ignacio Hidalgo de Cisneros, jefe de la Aviación republicana durante la Guerra Civil y compañero de lucha. Con él viaja a Roma, donde Ignacio ocupa el cargo de agregado aeronáutico en la embajada española y allí conoce a Rafael Alberti y a su esposa María Teresa León. A su regreso a Madrid les sorprende la sublevación militar de julio de 1936.

Al inicio de la Guerra, Constancia se pone al servicio de la República en la evacuación de niños procedentes de asilos hacia el Levante y su propia hija es evacuada a Rusia. Pero su contribución a la causa republicana resultará mucho más útil en la oficina de prensa extranjera. A comienzos de 1937 ofrece sus servicios a la Oficina de Prensa Extranjera, dirigida por Luis Rubio Hidalgo, y empieza a trabajar como censora. Un compañero le explica cual será su función: "Tendrá usted que emplear su mejor criterio (,..). El periodista le entrega su copia. Lo primero es leerla para asegurarse de que está escrita claramente en el idioma que sea y sin palabras que puedan tener doble sentido; en fin, que lo que está usted leyendo no tiene clave. Después (...), si el despacho trata de noticias corrientes o de carácter político, enterarse de si la noticia ha sido confirmada o es un mero rumor, en cuyo caso no deberá usted cursarlo, pues cuando se autoriza que un rumor pase por la censura del Gobierno es lo mismo que darle confirmación oficial".

Meses más tarde, en noviembre, el Gobierno se traslada a Barcelona y con él marcha la oficina de prensa. Entonces, el responsable, Luis Rubio Hidalgo, es enviado a la Agencia España, Oficina de Prensa Republicana en el extranjero, situada en París, y De la Mora le sustituye. Su trabajo le permite conocer a escritores y periodistas de todo el mundo a los que facilita los medios materiales necesarios durante su estancia en España. En sus memorias critica duramente a los que llama "buscadores de sensaciones... me parecía monstruoso que algunas personas distrajesen el aburrimiento de sus vidas viendo cómo moría nuestro pueblo". Constancia de la Mora habla del torrente de visitas que acoge España durante la Guerra: "Políticos en busca de una plataforma para conseguir los votos de sus compatriotas que creían así reparar la injusticia de sus gobiernos con el pueblo español y políticos que arribaron sin comprender nada y regresaron a sus países dispuestos a defender la causa de nuestro pueblo; poetas y escritores que vinieron a inspirarse y escribir la verdad, y otros que nos visitaron porque (...) se puso de moda".

Recién llegada a EEUU, en marzo de 1939, sigue en busca de ayuda para la causa republicana y decide comenzar a escribir su autobiografía en inglés, convirtiéndose en uno de los primeros testimonios de primera mano sobre la contienda, una obra elogiada en su momento por Hemingway y revisada más tarde por su primo, el escritor y ex militante socialista Jorge Semprún, sobre la que opina que "adolece de esa mezcla de buena conciencia y de mala fe en que consiste la ceguera habitual del militante comunista de aquellos tristes y ardorosos años".

Desde Nueva York sigue ayudando a los españoles que han tenido que refugiarse en los campos de concentración franceses y no pierde su ánimo combativo. "La Guerra en España no era una contienda civil, ni un conflicto de ideologías, sino la invasión de una nación pacífica y que quería ser independiente y democrática, con la connivencia de los Gobiernos reaccionarios de Francia e Inglaterra", dice. Constancia de la Mora muere a los 44 años, en Guatemala.

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