En
la Guerra Civil “los de arriba” lucharon por sus propios
intereses y se olvidaron de los ideales que teóricamente defendían,
mientras cientos de miles de ciudadanos morían. La aparición de
nuevos documentos certifica lo que los más críticos ya habían
dicho: el PNV jugó con unos y otros para intentar salvar su
existencia. Las negociaciones que llevaron a cabo sus dirigentes a
varias bandas concluyeron dando la espalda a sus ideales… ¿o no?
La
Guerra Civil partió las cuatro provincias vascas en dos. Por un
lado, Guipúzcoa y Vizcaya, y por otro Álava y Navarra. Sin embargo,
aquellas cuatro estaban dominadas política y culturalmente por el
PNV, de fuerte raigambre independentista, lo que tenía que haber
situado a aquellas provincias del lado de la República, pero el
marcado carácter católico, las situó más próximas a los
nacionalistas. La situación se solucionó separando con una
trinchera a ambos bandos tras las primeras arremetidas, encabezadas
por Mola. Sin embargo, en Burgos -en donde habían situado los
sublevados su capital- confiaban en las cuatro provincias tomarán
partido por los nacionalistas ya que esperaban que el fuerte
sentimiento religioso y conservador del PNV acabaría siendo
determinante, pero no fue así en los primeros meses del conflicto,
aunque finalmente las cuatro provincias vascas cayeron, tras varios
años de lucha, del lado de los nacionalistas debido a la decisión
del PNV de rendirse, en lo que fue calificado de traición.
EL
PACTO DE SANTOÑA
El
apoyo italiano a los sublevados -y al PNV- fue determinante para una
decisión que no satisfizo a todos, aunque bien es cierto que el
bombardeo de Guernica marcó un antes y un después en las
negociaciones, ya que aquella brutalidad -fue el primer ataque aéreo
masivo de la historia, apoyado y ejecutado por aviones italiano-
situó lejos la posibilidad de un acuerdo.
Del
seno del PNV salieron posteriormente los movimientos abertzales,
que tuvieron que justificar la decisión de los suyos de aliarse
con Franco, tras la decisión del líder del PNV, José Antonio
Aguirre, de situar a hombres -entre los que estaban los míticos
gudari- del lado de los “insurrectos”, progresando hacia
Cantabria y Asturias, que habían caído del lado de los nacionales.
El
llamado Pacto de Santoña hizo que los republicanos se retirarán
hacia Cantabria y Asturias, u aunque las condiciones de la rendición
no fueron admitidas por Franco lo cierto es que en menos de un año
las cuatro provincias vascas cayeron del lado de los rebeldes, que
finalmente ganaron la guerra.
Franco
siguió calificando de traidores a las dos provincias cuyas gentes no
se sumaron a él y no asumió los fueros y privilegios que tenían
las otras dos, que acabarían siendo las más beneficiadas después
del conflicto. Ahí nace el por qué Álava y Navarra son
consideradas más sumisas que Guipúzcoa y Vizcaya más rebeldes:
merced a sus potentes recursos económicos -basados en la minería y
en una industria muy desarrollada- aquellas dos provincias
constituían un botín más que importante para ganar la guerra.
El
mencionado Pacto de Santoña fue la piedra angular que marco el fin.
Como tal se conoce el acuerdo que firmó el PNV con los mandos
italianos que habían salido en apoyo de Franco. Precisamente, en
Santoña se habían concentrado los batallones vascos tras la caída
de Bilbao en manos de los insurrectos.
EL
INTERLOCUTOR DE LAS NEGOCIACIONES: EL VATICANO
Para
entonces, con la mediación del Vaticano ya se estaban llevando a
cabo negociaciones ara que las provincias vascas se situaran junto a
Franco. “tengo el honor de expresar a vuestra excelencia que los
generales Franco y Mola, interrogados expresamente por este asunto,
han hecho conocer ahora a la Santa Sede las condiciones de una
eventual rendición inmediata de Bilbao: se empeñan en conservar
intacto Bilbao, facilitarán la salida de todos los dirigentes, la
completa garantía de que Franco respetará personas y cosas,
libertad absoluta para los milicianos que se rindan con las armas…
El Santo Padre exhorta a vuestra excelencia a tomar en atento y
solicito examen dichas proposiciones con el deseo de ver finalmente
cesar el sangriento conflicto”, se leía en un telegrama que
mandaron desde el Vaticano, que poco después del inicio del
conflicto se tornó en mediador entre ambos sectores, aunque el
posicionamiento de la Iglesia fue claro y se colocó junto a los
sublevados. La negociación había comenzado.
En
el lado legal estaba el presidente del Consejo de Ministros, Largo
Caballero, que siguió de cerca las negociaciones. Desde siempre se
ha especulado con la posibilidad de que el líder del PNV, José
Antonio Aguirre, fuera traidor o no. La investigación que ha dado a
conocer Carlos Olazabal Estecha, que ha tenido acceso a todos los
documentos, certificaría la traición de Aguirre, demostraría la
existencia de acuerdos y negociaciones incluso antes de la guerra.
Según esos documentos, esas negociaciones secretas se dieron antes
del alzamiento y certificarían la traición. Los documentos
certificarían que la posición del PNV, cuya cúpula, a espaldas de
los suyos, tenía claro desde el principio su adhesión a Franco en
contra de los que siempre se había pensado y dicho.
LOS
TÉRMINOS DEL PACTO
En
esos documentos se certificaría el posicionamiento a favor de Franco
y Mola por parte del PNV. Como mucho, puede pensarse que los
nacionalistas se mostraban neutrales ante la conspiración. Los
documentos certifican que, desde el inicio de la guerra, incluso
antes, esas negociaciones existían y que el PNV compartía los
deseos del Vaticano, pese a que unos y otros sabían perfectamente de
los beneficios que tenía para el País Vasco el reciente estatuto de
foralidad que se había adoptado poco después del comienzo de la
guerra entre Aguirre y Mola, y que situaba al País Vasco en una
posición más beneficiosa que otras regiones.
Las
negociaciones alcanzaron un punto de inflexión cuando, en el
invierno de 1937, el cardenal Gomá propone en el nombre del Vaticano
una iniciativa que se remite al PNV con la propuesta de la rendición
de Bilbao y de los nacionalistas, oferta que el PNV siempre negó
haber recibido. Ahora se sabe que dicha propuesta es real y se parece
mucho a lo que paso. En dicho texto, el Vaticano promete al País
Vasco mantener los privilegios conseguidos anteriormente. La caída
de Bilbao y la no destrucción de las infraestructura económicas
abrieron las puertas a un acuerdo de futuro que en principio fue
llamado Pacto de Bilbao, que no deja se algo así como el anticipo
del Pacto de Santoña.
EL
ACUERDO DEFINITIVO
El
23 de agosto de 1937 uno de los negociadores viaja desde Santander a
Biarritz para ejecutar el acuerdo. Horas después, el propio Aguirre
aterrizó en Biarritz en otro avión. Fueron horas tensas, en las que
unos y otros no cumplieron todos los puntos del acuerdo. La
documentación que se encontraba en Italia, y que había estado
perdida desde la Segunda Guerra Mundial, refleja hora a hora todo lo
que ocurrió y los intercambios de pareceres y de opiniones de Franco
y Mussolini.
Los
documentos parecen confirmar que no había mucha sinceridad cuando se
dice que los batallones vascos se rindieron in extremis en el Pacto
de Santoña. Todo parecía mucho más prosaico, circunstancia que los
documentos vienen a confirmar. Incluso como el propio Olazabal
sostiene, “hubo elementos del PNV que financiaron el alzamiento de
Franco”. El discurrir de los hechos reforzó las tesis anteriores:
“Había miedo a la violencia anarquista en Guipúzcoa y al poder
del socialismo en Vizcaya. Incluso llegó a proponerse que el País
Vasco se convirtiera en una suerte de protectorado. El PNV de
Guipúzcoa pacto sublevarse si lo hacían los carlistas, y mantenerse
neutral y asegurar el orden público si lo hacían los militares.
Cumplió en Álava y Navarra, pero no en Vizcaya y Guipúzcoa. El PNV
quería salvar las vidas de sus dirigentes en el exilio, la libertad
de sus soldados y el reconocimiento del Estatuto. Franco no aceptó
la autonomía política, pero si permitió la huida de sus
dirigentes. Solo tres oficiales del PNV fueron fusilados en la
guerra. Franco se tomó ciertas licencias en el nacionalismo vasco
para acabar antes con la guerra, mientras que el Vaticano y monseñor
Gomá querían salvar a los nacionalistas católicos”.
La
Guerra Civil sacó a relucir las ambiciones de los poderosos.
Mientras tanto, la gente moría en nombre de unas ideas en las que no
creían lo que alzaban la voz para defenderlas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario