Pablo de Azcárate y Flórez (Madrid, 4 de marzo de 1890 – Madrid, 24 de febrero de 1971) fue un destacado diplomático, jurista y político español de ideología liberal y republicana. Figura clave de la Segunda República, es recordado principalmente por ser el último embajador de España en el Reino Unido antes del estallido de la Guerra Civil, y por su incansable labor en defensa de la legalidad democrática y los derechos humanos durante el exilio.
Orígenes familiares y formación intelectual
Nacido en Madrid en 1890, Pablo pertenecía a una de las familias más influyentes del liberalismo español: era hijo de Cayo de Azcárate y Delfina Flórez, sobrino de Gumersindo de Azcárate (uno de los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza) y hermano de Justino de Azcárate, también político republicano.
Siguiendo la tradición familiar, estudió en la Institución Libre de Enseñanza (ILE), centro emblemático del pensamiento progresista español. Se licenció en Derecho por la Universidad de Madrid y completó su formación en el Reino Unido, donde desarrolló un profundo conocimiento del sistema parlamentario británico —una influencia decisiva en su visión política.
Siguiendo la tradición familiar, estudió en la Institución Libre de Enseñanza (ILE), centro emblemático del pensamiento progresista español. Se licenció en Derecho por la Universidad de Madrid y completó su formación en el Reino Unido, donde desarrolló un profundo conocimiento del sistema parlamentario británico —una influencia decisiva en su visión política.
Carrera diplomática en la Segunda República
Tras una exitosa trayectoria como abogado y catedrático, Pablo de Azcárate ingresó en la carrera diplomática. Durante la Segunda República Española, su perfil moderado, su dominio del inglés y su prestigio intelectual lo convirtieron en una figura clave en la política exterior del nuevo régimen.
En 1932, fue nombrado embajador de España en Londres, cargo que desempeñó con gran eficacia hasta 1936. Desde la embajada, trabajó para fortalecer las relaciones con el Reino Unido y proyectar una imagen de estabilidad y modernidad de la República en el escenario internacional.
En 1932, fue nombrado embajador de España en Londres, cargo que desempeñó con gran eficacia hasta 1936. Desde la embajada, trabajó para fortalecer las relaciones con el Reino Unido y proyectar una imagen de estabilidad y modernidad de la República en el escenario internacional.
El estallido de la Guerra Civil y la lealtad al Gobierno legítimo
Cuando estalló el levantamiento militar del 18 de julio de 1936, Azcárate se encontraba en Londres. A diferencia de otros diplomáticos que se sumaron al bando sublevado, mantuvo su lealtad al Gobierno republicano legítimo y continuó representando a España ante el gobierno británico.
Sin embargo, el Reino Unido adoptó una política de no intervención y, con el tiempo, reconoció de facto al régimen franquista. A pesar de ello, Azcárate se negó a entregar las instalaciones diplomáticas y permaneció en su puesto hasta que fue relevado por el gobierno republicano en el exilio en 1939.
Sin embargo, el Reino Unido adoptó una política de no intervención y, con el tiempo, reconoció de facto al régimen franquista. A pesar de ello, Azcárate se negó a entregar las instalaciones diplomáticas y permaneció en su puesto hasta que fue relevado por el gobierno republicano en el exilio en 1939.
Exilio y defensa de los derechos humanos
Tras la victoria franquista, Pablo de Azcárate se exilió en Londres, donde se convirtió en una voz moral contra la dictadura. En 1946, fue nombrado Secretario Ejecutivo de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, bajo la dirección de John Peters Humphrey.
En este rol, participó activamente en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), aportando su experiencia jurídica y su compromiso con la justicia social. Su labor en la ONU lo consagró como un defensor universal de la dignidad humana, más allá de las fronteras nacionales.
En este rol, participó activamente en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), aportando su experiencia jurídica y su compromiso con la justicia social. Su labor en la ONU lo consagró como un defensor universal de la dignidad humana, más allá de las fronteras nacionales.
Regreso a España y últimos años
Aunque mantuvo contactos con la oposición democrática durante el franquismo, no regresó a España hasta 1969, dos años antes de su muerte. Falleció en Madrid el 24 de febrero de 1971, sin haber visto el restablecimiento de la democracia, pero dejando un legado ético e intelectual indeleble.
Fue enterrado en el cementerio de La Almudena, en una ceremonia discreta que contrastaba con la magnitud de su contribución a la diplomacia y los derechos humanos.
Fue enterrado en el cementerio de La Almudena, en una ceremonia discreta que contrastaba con la magnitud de su contribución a la diplomacia y los derechos humanos.
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