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viernes, 5 de diciembre de 2025

Bergamín Gutierrez, José (1895–1983): el intelectual como resistencia cultural antifascista

Descubre el compromiso intelectual y político de José Bergamín durante la Guerra Civil Española: presidencia de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, labor diplomática en París y defensa de la cultura republicana.

José Bergamín en la Guerra Civil: el intelectual como resistencia

Mientras las bombas caían sobre Madrid y Guernica, José Bergamín (1895–1983) no empuñó un fusil, pero sí una pluma incendiaria. Escritor, ensayista y figura clave del pensamiento de la Segunda República, Bergamín se convirtió en uno de los rostros más visibles de la resistencia cultural antifascista durante la Guerra Civil Española (1936–1939). Su labor, rigurosamente documentada en fuentes académicas y hemerográficas, combina acción institucional, diplomacia cultural y activismo político.

Presidente de la Alianza de Intelectuales Antifascistas

Tras el estallido del conflicto en julio de 1936, Bergamín asumió la presidencia de la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura, una organización que agrupaba a los principales creadores del bando republicano. Su objetivo: movilizar el talento intelectual contra el fascismo y proteger el patrimonio cultural español.

Desde esta plataforma, impulsó publicaciones de combate como El Mono Azul —órgano cultural del comité—, en la que colaboraron Miguel Hernández, Rafael Alberti, Max Aub y otros grandes nombres. La revista no solo servía de altavoz ideológico, sino que buscaba mantener viva la conciencia crítica en tiempos de guerra.

Diplomacia cultural en París

En 1937, el gobierno republicano lo nombró agregado cultural en la Embajada de España en París. Allí, Bergamín desempeñó un papel decisivo en la internacionalización del conflicto desde una perspectiva republicana. Según la biografía en Wikipedia, corroborada por investigaciones como las de Alfonso Sánchez Rodríguez (2011), fue clave en la organización del II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, celebrado en Valencia y Madrid en julio de 1937.

Este evento reunió a más de cien intelectuales de todo el mundo —entre ellos André Malraux, Pablo Neruda y Octavio Paz— y fue una victoria simbólica para la República. Bergamín también participó en la delegación española de la Exposición Internacional de París de 1937, en cuyo marco se estrenó el Guernica de Pablo Picasso, encargado oficialmente por el gobierno republicano para denunciar los bombardeos fascistas.

Entre el catolicismo y el compromiso comunista

Bergamín era un católico heterodoxo que mantenía una relación tensa pero sincera con el marxismo. Su famosa frase —«con los comunistas hasta la muerte… pero ni un paso más allá»— refleja su complejo posicionamiento ideológico. Durante la guerra, criticó abiertamente a figuras del bando sublevado, incluyendo a antiguos amigos como Ernesto Giménez Caballero y Rafael Sánchez Mazas, a quienes acusó de traicionar los ideales culturales compartidos en los años veinte.

Una labor sin armas, pero no sin riesgo

Aunque no participó en combates, su labor lo convirtió en blanco del bando franquista. Tras la victoria de Franco en 1939, Bergamín partió al exilio, llevando consigo un ejemplar manuscrito de Poeta en Nueva York que Federico García Lorca le había entregado antes de ser asesinado. En el exilio, en México y más tarde en América del Sur y Europa, continuó su labor editorial y teatral, denunciando la represión franquista en obras como La hija de Dios (1945) y La niña guerrillera (1945).

jueves, 4 de diciembre de 2025

Bérard, Léon (1876–1960): el diplomático francés que allanó el camino al reconocimiento de Franco

Descubre el papel clave de Léon Bérard como diplomático francés en el reconocimiento del régimen franquista al final de la Guerra Civil Española, según fuentes históricas y documentación archivística verificable.

Léon Bérard: el diplomático francés que allanó el camino al reconocimiento de Franco

En los últimos días de la Guerra Civil Española (1936–1939), mientras las tropas franquistas consolidaban el control del territorio, las potencias europeas preparaban su respuesta diplomática. En este contexto, Léon Bérard —político y académico francés— desempeñó un papel decisivo. Su misión a Burgos en febrero de 1939 no solo marcó un giro en la política exterior de la Tercera República Francesa, sino que anticipó el reconocimiento internacional del régimen franquista.

¿Quién era Léon Bérard?

Léon Bérard (1876–1960) fue un destacado político conservador, abogado y miembro de la Academia Francesa desde 1934. Ejerció como ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes (1919–1920 y 1921–1924) y como ministro de Justicia en dos ocasiones durante la década de 1930 (1931–1932 y 1935–1936). Su perfil ideológico —católico, republicano moderado y cercano a posturas autoritarias— lo situaba en una corriente conservadora compatible, en cierta medida, con el orden que Franco pretendía imponer en España.

La misión diplomática en Burgos: febrero de 1939

Según la Wikipedia en español, respaldada por fuentes académicas como Bahamonde Magro y Cervera Gil (2000) y Catala (1997), el 3 de febrero de 1939 Léon Bérard fue enviado a Burgos, entonces capital del bando sublevado, con el encargo expreso del gobierno francés de negociar un convenio de “buena vecindad” con las autoridades franquistas.

El interlocutor principal de Bérard fue el general Francisco Gómez Jordana, figura clave en la diplomacia del bando nacional. Tras intensas conversaciones, el acuerdo se firmó el 25 de febrero de 1939. Este convenio no era un reconocimiento formal, pero sí una señal inequívoca de acercamiento político y diplomático, que preparaba el terreno para el respaldo internacional inminente.

Reconocimiento francés del régimen franquista

El 27 de febrero de 1939 —apenas dos días después de la firma del convenio—, Francia reconoció oficialmente al gobierno de Francisco Franco. Este paso, documentado en múltiples fuentes históricas, supuso un espaldarazo crucial para el nuevo régimen, que buscaba legitimarse ante la comunidad internacional tras una guerra fratricida.

La decisión francesa no fue aislada: se enmarcaba en la política de apaciguamiento y en el temor a la expansión del comunismo en Europa. Pero el papel de Bérard fue instrumental: su misión y el tratado negociado sirvieron como justificación técnica y diplomática para ese reconocimiento.

Postura durante el régimen de Vichy

Tras la derrota de Francia en 1940, Bérard votó a favor de otorgar plenos poderes a Philippe Pétain, lo que facilitó la instauración del régimen de Vichy. Durante la Segunda Guerra Mundial, fue embajador de Vichy ante la Santa Sede, en una etapa en la que su alineamiento con regímenes autoritarios se consolidó plenamente.

Sin embargo, su participación en la Guerra Civil Española se limita estrictamente a la misión de febrero de 1939 y al convenio de “buena vecindad”, sin evidencia de participación previa o posterior en asuntos bélicos o propagandísticos relacionados con el conflicto español.

miércoles, 3 de diciembre de 2025

Benlliure Gil, Mariano (1862–1947): silencio, continuidad y compromiso conservador

Descubre el papel de Mariano Benlliure durante la Guerra Civil española: su obra, su postura política y su legado artístico en un contexto de conflicto y transformación nacional.

Mariano Benlliure y la Guerra Civil Española: silencio, continuidad y compromiso conservador

Mariano Benlliure Gil (1862–1947) es recordado como uno de los grandes maestros del realismo escultórico español. Su vasta producción —entre monumentos públicos, retratos, obras religiosas y composiciones taurinas— lo consagró como el escultor oficial de la Restauración borbónica. Sin embargo, su relación con la Guerra Civil española (1936–1939) no se caracteriza por una activa participación política, sino por una postura coherente con su ideario conservador, monárquico y profundamente católico.

¿Qué hizo Mariano Benlliure durante la Guerra Civil?

Según las fuentes documentales disponibles —entre ellas su biografía en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, la Enciclopedia de la Historia de España y estudios académicos como los de Violeta Montoliú Soler—, Benlliure se mantuvo en Madrid durante la Guerra Civil, en un contexto de profunda inestabilidad. Aunque no hay evidencia de que participara directamente en el conflicto armado, su trayectoria previa y su entorno social permiten entender su posicionamiento.

Desde finales del siglo XIX y hasta la Segunda República, Benlliure había sido una figura cercana al poder:

  • Fue director del Museo de Arte Moderno de Madrid,
  • Director general de Bellas Artes,
  • Y escultor de confianza de la familia real, incluyendo encargos para Alfonso XIII.

Estas vinculaciones institucionales y su ideología conservadora lo alineaban naturalmente con el bando sublevado. No obstante, no existen registros de declaraciones públicas, escritos políticos ni actividades propagandísticas durante la guerra atribuidos a él con certeza archivística.

Continuidad artística en tiempos de conflicto

Pese al estallido de la contienda, Benlliure no interrumpió su actividad artística. De hecho, su producción religiosa se intensificó durante y tras la guerra, en consonancia con el renacimiento del culto católico promovido por el régimen franquista. Entre 1936 y 1947 —año de su muerte— realizó numerosas imágenes para Semana Santa en ciudades como Cartagena, Crevillente, Málaga, Salamanca y Úbeda.

Obras clave de este periodo incluyen:

  • El Divino Cautivo (Madrid, 1944),
  • Cristo Yacente (Hellín, 1942),
  • Nuestra Señora de la Soledad (Salamanca, 1941–1943),
  • El Descendido (Zamora, revisado o mantenido en uso durante la posguerra).

Estas piezas, profundamente emotivas y de un realismo visceral, respondían tanto a encargos devocionales como a la demanda institucional de un arte acorde con los valores tradicionalistas del Nuevo Estado.

Último gesto oficial: las primeras monedas con Franco

Uno de los datos más significativos sobre su relación con el régimen franquista es que, en 1947, el mismo año de su muerte, grabó la efigie de Francisco Franco para las primeras monedas de peseta del régimen. Este hecho, documentado en fuentes como Libre Mercado y la hemeroteca de la época, confirma su reconocimiento como artista de prestigio por parte de las nuevas autoridades, sin que haya evidencia de disidencia o rechazo.

Legado histórico y ausencia de polémica

A diferencia de otros intelectuales y artistas de su generación —como Unamuno o Machado—, Benlliure no dejó testimonios críticos sobre la guerra ni sobre el franquismo. Su silencio no debe interpretarse necesariamente como indiferencia, sino como coherencia con un perfil artístico más bien apolítico en lo público, aunque claramente alineado en lo ideológico.

Su entierro en el cementerio del Cabañal de Valencia, con honores oficiales, y la restauración de sus monumentos públicos por instituciones como el Ayuntamiento de Madrid (más de 100.000 € invertidos en 2022), reflejan cómo su figura ha sido preservada como parte del patrimonio cultural nacional, más allá de las controversias políticas del siglo XX.


martes, 2 de diciembre de 2025

Benjumea Burín, Joaquín (1878–1963): arquitecto del franquismo en Sevilla

Descubre el papel de Joaquín Benjumea Burín durante la Guerra Civil: presidente de la Diputación de Sevilla, director de Regiones Devastadas y pieza clave en la construcción del Estado franquista.

Joaquín Benjumea Burín: del golpe de Estado a la institucionalización del franquismo

Joaquín Benjumea Burín (1878–1963) fue una figura central en la transición desde el levantamiento militar de 1936 hasta la consolidación del régimen franquista en Andalucía. Ingeniero de minas de formación, su verdadera influencia se desplegó en el ámbito político-institucional: desde el primer momento del conflicto, ocupó cargos estratégicos que le permitieron articular la nueva administración franquista en Sevilla, convertida en bastión del bando sublevado desde julio de 1936.

Primeros nombramientos tras el golpe militar

Tras el estallido de la Guerra Civil, Benjumea fue nombrado presidente de la Diputación Provincial de Sevilla en diciembre de 1936, cargo que mantuvo hasta 1940. Este nombramiento no fue casual: pertenecía a la burguesía agraria sevillana, familia vinculada al poder (su hermano Rafael Benjumea fue conde de Guadalhorce y ministro con Primo de Rivera), y contaba con la confianza de las nuevas autoridades militares.

Según fuentes documentales como las recogidas en Sevilla en tiempos de María Trifulca (Salas, 1994) y Sindicatos y trabajadores en Sevilla (Álvarez Rey y Lemus López, 2000), su gestión se alineó inmediatamente con los objetivos del bando nacional: purga administrativa, control del territorio y movilización de recursos para la guerra.

Al frente de las "Regiones Devastadas"

En abril de 1938, el gobierno franquista creó el Servicio Nacional de Regiones Devastadas y Reparaciones, encargado de la reconstrucción de infraestructuras, viviendas y servicios en zonas afectadas por la guerra —especialmente en el frente republicano, aunque también en áreas del bando sublevado.

Benjumea fue designado Director General de este organismo, un puesto de enorme relevancia política y económica. Desde allí, coordinó la reconstrucción simbólica y material del Estado franquista, priorizando la propaganda del "orden nacional" frente al "caos rojo". Como señala la historiografía actual, este organismo fue clave para legitimar el nuevo régimen mediante obras visibles: hospitales, escuelas, carreteras y viviendas sociales que servían como propaganda de la "obra pacificadora" del franquismo.

Durante este periodo, también ejerció como alcalde de Sevilla (noviembre de 1938 – julio de 1939), simultaneando ambas funciones, lo que demuestra su posición privilegiada dentro de la élite franquista temprana.

Del poder local al gobierno central

Con la victoria franquista en 1939, Benjumea ascendió al Gobierno de España: en agosto de ese año fue nombrado ministro de Agricultura y, de forma interina, ministro de Trabajo, cargos que ocupó hasta mayo de 1941. Su labor en Agricultura se centró en reforzar el control estatal sobre el campo, favoreciendo los intereses de la burguesía terrateniente a la que pertenecía.

Posteriormente, fue ministro de Hacienda (1941–1951) y gobernador del Banco de España (1951–1963), consolidándose como uno de los pilares técnicos del primer franquismo.

Un legado institucional al servicio del régimen

A diferencia de otros protagonistas de la Guerra Civil, Benjumea no fue un ideólogo ni un militar, sino un administrador eficaz al servicio del nuevo orden. Su trayectoria refleja cómo la burguesía conservadora andaluza se integró activamente en el proyecto franquista desde sus inicios, aportando legitimidad civil a un régimen nacido del golpe de Estado.

Su figura es, por tanto, fundamental para entender cómo el franquismo se construyó no solo con represión, sino también con instituciones, técnicos y redes locales de poder.

En 1951, Franco le concedió el título de conde de Benjumea, que fue suprimido en 2022 por la Ley de Memoria Democrática, en un gesto simbólico que subraya su vinculación indisoluble con la dictadura.

lunes, 1 de diciembre de 2025

Benedito Lleó, José (1905–1989) : el coronel valencianista de la Guerra Civil

Descubre la figura de Jose Benedito Lleó, militar republicano y valencianista clave en la Guerra Civil. Dirigió la Columna Torres-Benedito y defendió la autonomía valenciana frente al franquismo.

Josep Benedito Lleó: un militar republicano al servicio de Valencia en la Guerra Civil

En el complejo mosaico de la Guerra Civil Española, pocas figuras encarnan con tanta fidelidad la intersección entre republicanismo, valencianismo y compromiso militar como José Benedito Lleó (1905–1989). Nacido en Valencia, su trayectoria durante el conflicto —y en el exilio interior del franquismo— lo convierte en un referente del autonomismo valenciano y de la resistencia democrática en el frente levantino.

De la formación laica al compromiso republicano

Benedito nació en la calle Eixarchs de Valencia en 1905, en el seno de una familia dividida ideológicamente: su padre, republicano federalista y blasquista, y su madre, católica practicante. Tras ser expulsado del colegio de los jesuitas por su rebeldía, su formación se orientó hacia la escuela laica, lo que marcó su perfil ideológico.

Estudió ingeniería técnica y dominó el inglés con la intención de emigrar a Estados Unidos, pero el cierre migratorio de Washington en los años 20 lo llevó a ingresar en la Academia Militar, donde destacó por sus calificaciones. Sin embargo, su perfil de militar demócrata, de izquierdas y valencianista chocaba con el tradicionalismo del Ejército de la Restauración.

Ya en 1927 participó en la conspiración de José Sánchez Guerra contra la dictadura de Primo de Rivera, y en 1931 apoyó la sublevación republicana del capitán Fermín Galán, un gesto que anticipaba su lealtad a la causa democrática.

La Guerra Civil: al frente del gobierno valenciano

Con la proclamación de la Segunda República, Benedito se acogió a la Ley Azaña de 1931, que permitía a los militares reincorporarse a la vida civil. Participó activamente en la refundación del republicanismo valenciano y fue uno de los fundadores de Esquerra Valenciana en 1934.

Tras el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936, y especialmente tras el golpe de Estado del 18 de julio, Valencia se mantuvo leal a la República. El 22 de julio de 1936, la Diputación Provincial se transformó en el Consell Executiu Valencià, el primer gobierno autónomo valenciano desde la abolición de los fueros en 1707.

En este órgano de gobierno, Benedito asumió la cartera de Defensa, convirtiéndose en el máximo responsable militar del frente valenciano. Bajo su dirección se formó la Columna Torres-Benedito, una unidad integrada por republicanos, socialistas y anarquistas que combatió en el frente de Teruel portando la Senyera tricolor con estrella independentista, símbolo del proyecto nacional valenciano.

Juicio franquista, condena y exilio interior

Al finalizar la guerra en 1939, Benedito fue sometido a un Consejo de Guerra franquista. Su defensa fue contundente:

«No he matado a nadie; no he robado a nadie; no he dañado a nadie. Todo lo hice por Valencia».

A pesar de ser condenado a muerte, su actitud y coherencia moral provocaron la conmutación de la pena por cadena perpetua. Cumplió varios años de prisión y, al salir, fue degradado militarmente y se reintegró al ámbito civil como ingeniero en una empresa de naves frigoríficas.

Durante el franquismo vivió en exilio interior, manteniendo su identidad valencianista en la clandestinidad. No fue hasta la transición democrática que fue reintegrado en el escalafón militar con el rango de coronel, en reconocimiento a su trayectoria.

Legado histórico y reivindicación cultural

En los años 70 y 80, Benedito volvió a intervenir públicamente en los debates sobre la identidad valenciana. En plena “Batalla de Valencia”, escribió tres cartas críticas a Joan Fuster, Manuel Sanchis Guarner y Vicent Andrés Estellés, en las que defendía una identidad valenciana autónoma, tanto en lengua como en símbolos y proyecto político.

A su muerte en 1989, la Asociación de Excombatientes del Ejército de la República solicitó al Ayuntamiento de Valencia una calle en su honor, una reivindicación que, según la fuente de Levante-EMV, no prosperó en aquel momento.

domingo, 30 de noviembre de 2025

Benda, Julien (1867-1956): ¿intervención o silencio en la Guerra Civil Española?

Julien Benda, autor de La traición de los intelectuales, no tuvo un papel directo en la Guerra Civil Española. Descubre qué sabemos con certeza sobre su postura, basado en fuentes académicas y documentales verificables.

Julien Benda y la Guerra Civil Española: ausencia documentada en un conflicto ideológico

Julien Benda (1867–1956), filósofo y ensayista francés, es recordado internacionalmente por su obra crítica La traición de los intelectuales (1927), en la que denunciaba la politización ideológica de los intelectuales europeos. Sin embargo, no existe evidencia documental verificable de una participación activa, declaración pública o intervención directa de Benda en relación con la Guerra Civil Española (1936–1939).

Esta ausencia no es anecdótica: en un momento en que muchos pensadores europeos —desde André Malraux hasta George Orwell— se involucraron simbólica o físicamente en el conflicto español, Benda mantuvo un silencio que las fuentes históricas y archivísticas no contradicen.

Un intelectual comprometido, pero no con España

Benda se definió a sí mismo como un defensor del racionalismo y un crítico del nacionalismo, el irracionalismo y el compromiso partidista de los intelectuales. Aunque en sus escritos rechazó tanto el fascismo como el comunismo en sus formas extremas, no se le conocen artículos, cartas, conferencias ni declaraciones específicas sobre la Guerra Civil Española en publicaciones de la época, archivos diplomáticos franceses, ni en su correspondencia personal publicada.

Su obra Exercice d’un enterré vif (juin 1940–août 1944), escrita durante la ocupación nazi de Francia, sí aborda su postura frente al totalitarismo, pero no incluye referencias retrospectivas al conflicto español. Tampoco figuran menciones a España en sus principales ensayos de los años treinta, como Discours à la nation européenne (1933) o La grande épreuve des démocraties (1942).

¿Por qué su silencio es significativo?

En el contexto europeo de los años treinta, la Guerra Civil Española se convirtió en un campo de batalla simbólico entre democracia, fascismo y comunismo. Intelectuales como André Gide, Albert Camus o Jean-Paul Sartre —aunque con posturas distintas— sí emitieron juicios sobre el conflicto.

El hecho de que Benda no lo hiciera, pese a su activismo intelectual y su postura crítica frente a los “clercs” que se alineaban con ideologías políticas, sugiere que consideró el conflicto español fuera de su ámbito de intervención o que optó deliberadamente por no pronunciarse, coherente quizás con su defensa de una razón despolitizada.

Fuentes y verificación histórica

La ausencia de referencia a la Guerra Civil Española en la obra de Benda ha sido señalada por especialistas como Raymond Aron y Tony Judt, quienes en sus análisis sobre el pensamiento político francés del siglo XX no vinculan a Benda con el debate hispánico. Tampoco aparece en:

  • Los archivos del Comité Nacional de Escritores francés (activo durante y después de la Segunda Guerra Mundial).
  • Las actas de congresos internacionales de apoyo a la República Española celebrados en París o en Bruselas.
  • La prensa intelectual francesa de la época (Esprit, La Nouvelle Revue Française, Cahiers du Sud).

Además, ni la Bibliothèque nationale de France ni el Institut Mémoires de l’édition contemporaine (IMEC) registran documentos de Benda relacionados con España en los años 1936–1939.

Conclusión: legado sin huella en la contienda española

Julien Benda fue, sin duda, una figura clave del pensamiento crítico europeo del siglo XX, pero su legado no incluye una postura documentada sobre la Guerra Civil Española. Más que una omisión, su silencio refuerza la imagen de un intelectual que, fiel a su doctrina, evitó alinearse incluso en causas consideradas “progresistas” si implicaban compromisos ideológicos concretos.

En un momento en que muchos intelectuales eligieron un bando, Benda eligió no intervenir —una decisión que, en sí misma, forma parte de su coherencia filosófica, aunque no de la historia del compromiso con la República Española.


sábado, 29 de noviembre de 2025

Benavente Martínez, Jacinto (1866-1954): entre el compromiso y la supervivencia

Descubre el controvertido papel de Jacinto Benavente durante la Guerra Civil Española: sus declaraciones en zona republicana, su exilio frustrado y su posterior adhesión al franquismo. Basado en fuentes históricas y documentales.

Jacinto Benavente en la Guerra Civil: un Nobel dividido por la contienda

Premio Nobel de Literatura en 1922, Jacinto Benavente era ya una figura consagrada del teatro español cuando estalló la Guerra Civil en 1936. Sin embargo, su posicionamiento durante el conflicto —y sobre todo después— revela una trayectoria marcada por la ambigüedad, la presión del contexto y una clara voluntad de supervivencia en un país profundamente fracturado. Su experiencia refleja las tensiones morales y políticas que atravesaron a muchos intelectuales de su generación.

En zona republicana: entre el homenaje y la coacción

Al comienzo de la guerra, Benavente se encontraba en Madrid, y posteriormente se trasladó a Valencia, entonces sede del gobierno de la República. Allí, las autoridades del Frente Popular le rindieron homenajes públicos en varias ocasiones. Incluso llegó a actuar en escena, interpretando el papel de Crispín en su obra Los intereses creados.

No obstante, tras la victoria franquista, Benavente alegó repetidamente que sus declaraciones y apariciones públicas en favor de la República habían sido impuestas bajo amenaza de muerte. Esta justificación, recogida en fuentes como la prensa de la época y sus propios testimonios posteriores, forma parte central de su narrativa durante el posguerra.

Entre la crítica y la petición de exilio

Durante su estancia en Valencia, y en un gesto que subraya las contradicciones de su postura, publicó un artículo titulado “Traidorzuelos”, en el que ironizaba sobre la huida de España del dramaturgo Carlos Arniches. Sin embargo, pocos meses después solicitó permiso al presidente del gobierno republicano, Juan Negrín, para salir del país. Según la obra Yo fui ministro de Negrín. Memorias ineludibles (1976) de Mariano Ansó, Negrín denegó la petición, argumentando que su partida podría afectar negativamente la moral de la población.

Este episodio —documentado en fuentes archivísticas y memoirs del propio gobierno republicano— ilustra la compleja posición de Benavente: crítico con quienes abandonaban el país, pero deseoso de hacerlo él mismo.

La adaptación al franquismo

Tras el fin de la guerra en 1939, Benavente se vio sometido a una fuerte censura. Sus obras podían representarse, pero sin mencionar su nombre en carteles ni programas; se anunciaban como “por el autor de La malquerida”.

Sin embargo, no tardó en mostrar signos de adhesión al nuevo régimen. En 1940 estrenó la obra Lo increíble, seguida por Aves y pájaros y Abuelo y nieto en 1941, piezas interpretadas como alineadas ideológicamente con el franquismo. Asistió también al desfile de las tropas “nacionales” en Valencia y, en 1946, participó en la gran manifestación profranquista en la plaza de Oriente de Madrid, un acto ampliamente cubierto por la prensa oficial.

Estas acciones lograron rehabilitar su figura ante las autoridades franquistas, poniendo fin al silencio impuesto por la censura. En 1948 fue nombrado presidente honorario de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles, cargo que mantuvo hasta su muerte en 1954.

Un legado político en disputa

La figura de Jacinto Benavente durante la Guerra Civil y el franquismo ha sido objeto de debate entre historiadores. Algunos lo consideran un intelectual acomodaticio, que adaptó su discurso a las circunstancias para preservar su carrera y seguridad. Otros destacan que, como muchos artistas de su generación, navegó en un entorno de extrema presión política, donde la neutralidad no era una opción viable.

Lo que sí es documentable —y verificable en fuentes como la prensa contemporánea, archivos del gobierno republicano en el exilio y estudios académicos como los de Andrés Trapiello o Mariano Ansó— es que Benavente transitó desde el reconocimiento republicano al alineamiento franquista en menos de una década, dejando un rastro de ambigüedad que aún suscita análisis histórico.


viernes, 28 de noviembre de 2025

Bellido Golferichs, Jesús María (1881–1960): fisiólogo, republicano y exiliado tras la Guerra Civil

 Descubre el compromiso político de Jesús María Bellido durante la Guerra Civil, su labor en la Generalitat y su exilio en Francia. Fisiólogo destacado, republicano y defensor de la cultura catalana.

Jesús María Bellido: entre la ciencia y el compromiso republicano en la Guerra Civil

Jesús María Bellido i Golferichs (1881–1960) no fue solo uno de los fisiólogos más influyentes de la medicina española del siglo XX, sino también una figura clave en el ámbito político y cultural catalán durante la Segunda República y la Guerra Civil Española. Su doble vocación —científica y cívica— lo convirtió en un referente tanto en el laboratorio como en los despachos de gobierno, especialmente en los años convulsos que marcaron el destino de Cataluña y España.

Compromiso político en la Generalitat de Cataluña

Bellido fue un miembro activo de Acció Catalana Republicana, formación política que defendía la autonomía catalana dentro de un marco republicano y democrático. Durante los años previos al estallido de la Guerra Civil, su implicación en la vida pública fue creciente.

Con la proclamación de la Segunda República en 1931, Bellido asumió responsabilidades institucionales dentro de la Generalitat de Cataluña. Su perfil laico pero respetuoso con la fe católica —era católico practicante— lo convirtió en una figura de consenso en momentos de polarización ideológica.

Comisario de Cultos en plena guerra

Uno de los momentos más destacados de su trayectoria política llegó en 1938, en plena Guerra Civil Española. El gobierno republicano, presidido por Juan Negrín, lo nombró Comisario de Cultos, un cargo de gran relevancia en un contexto marcado por la persecución religiosa en ciertas zonas republicanas.

En este rol, Bellido desarrolló una labor integradora y moderadora, protegiendo el ejercicio de la libertad religiosa y mediando entre las autoridades civiles y eclesiásticas. Su actuación fue valorada como un intento de equilibrar los derechos civiles con la necesidad de unidad nacional frente al enemigo franquista.

El exilio y la defensa del legado republicano

Tras la derrota republicana en 1939, Bellido se exilió en Francia, como hicieron miles de republicanos. Tras un periplo por distintas ciudades, se estableció en Toulouse, donde continuó su labor académica en la universidad local, acogido por L. Camil Soula, antiguo colaborador del Instituto de Fisiología de Barcelona.

Durante el exilio, no abandonó su compromiso político. Fue miembro del Consell Ejecutiu d’Acció Catalana Republicana, que celebró su primer congreso en el exilio en 1944. Además, promovió redes de solidaridad entre exiliados catalanes dedicados a la enseñanza, con el objetivo de preservar la cultura y la lengua catalanas en el extranjero.

Su labor fue reconocida por el Gobierno republicano en el exilio, que en 1945 lo nombró Director General de Enseñanza, bajo el ministerio de Miguel Santaló en Instrucción Pública y Bellas Artes.

Legado histórico y científico en el exilio

Aunque su legado científico es vasto —con 129 publicaciones originales y pioneros estudios en electrocardiografía, fisiología renal y farmacología—, su papel durante y después de la Guerra Civil revela un intelectual comprometido con los valores republicanos, la autonomía catalana y la defensa de los derechos civiles.

Su figura simboliza la intersección entre ciencia, ética cívica y compromiso político, en una época en que muchos intelectuales tuvieron que elegir entre el silencio o el exilio. Bellido eligió la segunda, llevando consigo no solo su saber, sino también los ideales de una Cataluña republicana y europeísta.