Personajes

viernes, 7 de noviembre de 2025

Baroja Nessi, Pío (1872-1956): entre el exilio y el franquismo

Pío Baroja, escritor de la Generación del 98, vivió la Guerra Civil Española con ambigüedad: arrestado por requetés, exiliado en Francia y recuperado por el bando sublevado. Descubre su compleja postura.

Pío Baroja y la Guerra Civil: un intelectual en tierra de nadie

Cuando estalló la Guerra Civil Española en julio de 1936, Pío Baroja —ya consagrado como uno de los grandes narradores de la Generación del 98— se encontraba en Vera de Bidasoa (Navarra). A sus 64 años, lejos de alinearse claramente con alguno de los bandos, su experiencia durante el conflicto fue marcada por el miedo, el exilio intermitente y una progresiva aproximación al régimen franquista, en una trayectoria que refleja las contradicciones de muchos intelectuales de su generación.

Arresto por requetés y huida a Francia

El 22 de julio de 1936, apenas cinco días después del alzamiento militar, Baroja fue detenido por fuerzas carlistas (requetés) que se dirigían desde Pamplona hacia Guipúzcoa. Fue encarcelado en el ayuntamiento de Santesteban, en una situación que lo aterrorizó profundamente. Gracias a la intervención del duque de la Torre, Carlos Martínez de Campos, fue liberado poco después.

Temeroso de represalias, decidió cruzar la frontera a pie y se exilió en San Juan de Luz (Francia), desde donde se trasladó a París. Allí residió en el Colegio de España de la Ciudad Universitaria, pese a las presiones del embajador republicano Luis Araquistáin, que intentó sin éxito que lo expulsaran.

Regreso al territorio franquista

En septiembre de 1937, tras recibir un salvoconducto de las tropas sublevadas, Baroja regresó a España y se instaló de nuevo en su casa de Vera. En enero de 1938 fue invitado a Salamanca —capital intelectual del bando franquista— para jurar como miembro del recién creado Instituto de España.

Durante este periodo, publicó artículos críticos con la República en medios como el Diario de Navarra, y en 1938 la editorial Reconquista publicó una selección de sus textos bajo el título Comunistas, judíos y demás ralea, con un prólogo de Ernesto Giménez Caballero que lo presentaba como “precursor español del fascismo”.

Una postura ambigua y controvertida

Aunque Baroja nunca se afilió al franquismo, su evolución ideológica lo llevó a rechazar la democracia parlamentaria y a expresar simpatías por una “dictadura salvadora”. Esta postura, compartida por otros intelectuales como Jacinto Benavente o Concha Espina, contrastaba con su anticlericalismo y su escepticismo vital, rasgos constantes en su obra.

Durante la guerra, escribió tres novelas que forman la trilogía Saturnales: El cantor vagabundo, Miserias de la guerra y Los caprichos de la suerte. Las dos últimas fueron censuradas y no se publicaron hasta 2006 y 2015, respectivamente.

Legado en la posguerra

Baroja regresó definitivamente a España en junio de 1940. Aunque mantuvo cierta distancia del régimen, nunca fue perseguido ni silenciado, a diferencia de otros escritores republicanos. Murió en Madrid en 1956 y fue enterrado en el Cementerio Civil, según su voluntad de ateo, en un acto al que asistió incluso el ministro de Educación Nacional.

Su figura sigue generando debate: ni franquista convencido ni republicano comprometido, Baroja representa la ambigüedad moral y política de una generación atrapada entre dos Españas.

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